La luna no se hizo de golpe

Investigadores creen que nuestro satélite natural se formó por múltiples colisiones contra la Tierra durante millones de años.
Probablemente desde que descubrió la Luna en el cielo, el ser humano se ha preguntado qué fuerza la llevó hasta allí y cómo se formó. En la actualidad, existe una teoría dominante respecto a sus orígenes, que los sitúa hace unos 4.500 millones de años, cuando un objeto del tamaño de Marte bautizado como Theia chocó brutalmente contra la joven Tierra. Los escombros producidos por la colisión formaron una densa y caliente nube de residuos alrededor de nuestro mundo que, por la fuerza de la gravedad, acabaron unidos dando forma a nuestro satélite natural.
Pero este modelo tiene algunos detractores. Entre ellos, un equipo del Instituto Weizmann de Ciencias en la Universidad de Rejovot (Israel), que ha publicado en la revista Nature Geoscience su propia versión, prolongada, de los hechos. A su juicio, no fue una única y colosal colisión en un instante geológico, sino una serie de distintos impactos (alrededor de veinte) durante muchos millones de años, los que provocaron la aparición de nuestro satélite natural.
El motivo por el que la explicación de Theia no satisface a los autores del estudio es la composición de la Luna, que tiene una firma isotópica muy parecida a la de la Tierra. Esto, simplemente, no debería ser así. Lo esperable, en el caso de un único choque gigante, es que el cuerpo resultante fuera una mezcla del impactador y la Tierra. Podría suceder que todo el material que formó la Luna llegara de nuestro planeta, o que el impactador tuviera casualmente una composición idéntica, pero estos escenarios resultan muy poco probables.

20 impactos contra la Tierra

La idea de los múltiples impactos no es nueva. Fue sugerida en los años 80, pero no estaba claro si esos acontecimientos sucesivos podían ser capaces de producir lunas suficientemente grandes para construir finalmente el sistema Luna-Tierra con el momento angular apropiado.
Raluca Rufu, del Weizmann, y sus colegas han dado un nuevo aliento a esta idea al realizar mil simulaciones numéricas de grandes cuerpos planetarios (pero no gigantescos) chocando contra la Tierra. En esas simulaciones, los impactos produjeron discos de escombros, muchos de los cuales estaban compuestos en su mayor parte por material terrestre, no del impactador. Después de cada golpetazo, los residuos se unían para formar una pequeña luna que, según los investigadores, migraba hacia fuera para fusionarse en la creciente Luna. Harían falta veinte de estas colisiones para armar el satélite.
Según los autores, los impactos entre grandes cuerpos y la prototierra que pudieron formar pequeñas lunas eran suficientemente comunes en el interior del Sistema Solar temprano como para producir la Luna final. Esto implica que se formó durante varios millones de años, y que posiblemente su interior guarde un registro de ese período de bombardeo. Gereth Collins, del Imperial College de Londres, advierte en un artículo que acompaña al estudio en «Nature Geoscience» que deben buscarse más evidencias para confirmar que esta hipótesis es la correcta.