La expedición militar de Napoleón a Egipto, en 1798, fue un punto de inflexión en la Historia por varias razones. Culturalmente, abrió Oriente a Occidente, después de varios siglos de ignorarse mutuamente. Oriente llevaba siglos somnoliento en contraste con un Occidente hiperactivo, justo lo contrario que había sucedido en el periodo de las Cruzadas en donde una Europa prácticamente paralizada por la religión y la oscuridad de la Edad Media se las veía con un Oriente de luces y en agresiva expansión. Los historiadores militares han señalado la Batalla de las Pirámides como el choque que estableció la superioridad armamentística y de táctica militar occidentales sobre las orientales, aunque una semana antes Bonaparte ya había luchado una batalla trascendental con los Mamelucos en una villa al norte de El Cairo, y allí fue donde pudo detectar las características y debilidades de su oponente antes de asestar el golpe final. Napoleón en África
En gran corso en busca de su destino A mediados del verano de 1798 pues, Napoleón se encontraba en el norte de África, pero ¿por qué? Se trataba de un cúmulo de varios factores. De una parte, tenía el objetivo de bloquear la ruta comercial que más rédito económico proporcionaba a Inglaterra, gran enemiga de Francia de la época: la ruta con la India. También pretendía establecer un colonialismo francés inexistente hasta entonces en la región, e incluso se llevó a 167 de los mejores científicos y eruditos de Francia, especialistas en varias ramas del saber, para que estudiaran la cultura del Antiguo Egipto.