Pisaremos Marte, pero antes traeremos muestras: director de Ciencia de la Agencia Espacial Europea

Cada vez hay más y mejor tecnología que nos acerca al planeta rojo, pero mandar una nave tripulada a Marte no es solo ir y volver, sino el propio viaje y el ‘hospedaje’, que demanda desarrollos punteros y entraña serias dificultades, como la de esquivar una tormenta solar, explica a Efe Hasinger, quien lleva en el cargo poco más de cien días y tiene su oficina en la sede madrileña de la ESA.

Para este astrofísico, que antes de aterrizar en la ESA era director del Instituto de Astronomía de la Universidad de Hawái, Marte es un objetivo atractivo porque, en principio, de haber indicios de vida en un planeta distinto a la Tierra sería en este planeta y también sería el único al que podrían ir los humanos.

“En principio se podrá amartizar, instalarse y trabajar allí, pero el propio viaje es un gran reto”, por eso la Luna está otra vez en el foco de la ciencia y de las grandes agencias espaciales.

Una puerta a Marte en la Luna

Y es que, el pasado año, Rusia y EEUU firmaron un memorándum de entendimiento para construir una estación espacial en nuestro satélite -la Deep Space Gateway- que podría servir de base de lanzamiento para eventuales viajes tripulados a Marte.

Sobre si él verá astronautas pisando el planeta rojo, Hasinger (Oberammergau, Alemania, 1954) contesta: “es difícil decirlo, pero al mismo tiempo que estamos intentando ir a Marte la esperanza de vidaaumenta en Tierra, así que si vivo más de cien años, igual sí”.

Pero primero Marte dará muchas otras sorpresas. Para este experto en agujeros negros, tratar de constatar si hubo algún tipo de vida es uno de los objetivos; por ejemplo, la misión europea ExoMars ha comenzado a estudiar en su atmósfera los gases traza, entre ellos el metano, con enormes implicaciones geológicas o biológicas y sobre el que hay controversia científica, respecto a su origen e incluso existencia.

ExoMars es un proyecto con dos misiones: la primera, lanzada en 2016, está compuesta por un satélite para el estudio de gases traza en la atmósfera marciana (TGO) -es el que ha empezado a buscar metano- y un módulo demostrador de entrada, descenso y aterrizaje llamado Schiaparelli, que chocó con la superficie del planeta por un error en una de sus unidades que abrió su paracaídas antes de tiempo.

La segunda misión es un vehículo de exploración que será lanzado en julio de 2020 y que amartizará a principios de 2021 con el objetivo de tomar y estudiar muestras del suelo.

Tecnología para no contaminar las muestras marcianas

Uno de los siguientes pasos va a ser el de traer a la Tierra muestras marcianas, pero, insiste el director científico de la ESA, no es tarea fácil: no se trata solo del transporte -se necesitarán al menos tres misiones desde la Tierra y el lanzamiento de un cohete desde Marte y nave que las traiga de vuelta- sino de construir un laboratorio en nuestro planeta capaz de protegerlas y examinarlas.

“No solo es traer las muestras en una bolsa, sino que si en ellas hubiera vida hay que crear una infraestructura para no contaminarlas, a la vez que debemos garantizar que no contaminamos el planeta al que vamos”, subraya Hasinger, quien detalla que la viabilidad y el desarrollo de todas estas cuestiones hay que ir perfilándolas; de hecho, en la próxima ministerial de la ESA en 2019, que se celebrará en España, será uno de los temas a tratar.

Por ahora, lo que hay es un memorándum de entendimiento entre NASA y ESA para estudiar como traer ‘suelo marciano’ a la Tierra, firmado el pasado abril en la feria aeroespacial ILA Berlín.

La ESA no está centrada solo en Marte; una de sus próximas misiones importantes es BepiColombo, a Mercurio.

Según detalla Hasinger, su ventana de lanzamiento empieza el 18 de octubre hasta el 18 de noviembre en este año y la ESA espera que sea lanzada a finales de octubre, para lo que “todo está listo”.

BepiColombo, que consta de dos orbitadores, uno suministrado por la ESA y otro por la agencia espacial japonesa, JAXA, tardará en llegar a Mercurio siete años, donde tendrá que soportar temperaturas de hasta 450 grados, y necesitará reducir su velocidad para lo que se ayudará de la gravedad de tres planetas en un total de nueve sobrevuelos -uno a la Tierra, dos a Venus y seis a Mercurio-.

“Con cada nueva misión nos adentramos en una esfera tecnológica nueva, un desafío”, apunta Hasinger, que afirma que esta misión sacará una foto real de Mercurio, que, por su cercanía al Sol, es fundamental estudiar para entender la formación del Sistema Solar.

Esta y otras misiones se hacen con la colaboración de varias agencias, recuerda este científico, quien asegura que las relaciones entre ESA y NASA siguen siendo excelentes y para quien China está dando grandes y rápidos pasos en el espacio convencional -actividades comerciales, estación espacial, navegación por satélite-; en el desarrollo de nuevas tecnologías va más lenta