Artículo de Neurociencias: Educando al problemático simpático

Artículo de Neurociencias: Educando al problemático simpático


Nuestra fisiología marca que nos caracterizamos por un sistema nervioso autónomo (SNA) que se divide en simpático y para simpático. Pero, ¿sabemos cuál es su función? ¿Para qué nos sirve? ¿Podemos educarlo?
Los humanos tenemos un abanico de expresiones ilimitado. Somos más de 7000 millones conviviendo en este mundo y cada uno de nosotros posee su propia manera de manifestar sus estados emocionales. Pero por más que sean tantas y tan diversas, las formas de mostrarnos siempre responden a ciertas reglas.
Una de ellas se relaciona con la simultaneidad. No podemos exponer en paralelo dos sensaciones opuestas. A lo largo de nuestra vida conocemos gente muy antipática, poco antipática, simpática, muy simpática y hasta excesivamente simpática. Pero por más que busquemos no encontraremos personas simpantipáticas oantisimpáticas. Quizás ubiquemos casos de personas que de un instante a otro pasen de una expresión simpática a una antipática, pero nunca las dos de modo simultáneo. Tanto nosotros como los demás oscilamos entre la simpatía y la antipatía, y una de las dos tiende a imponerse sobre la otra.
Con nuestra fisiología ocurre lo mismo. El SNA (Sistema Nervioso Autónomo) tiene dos subsistemas: el SIMPÁTICO y el PARASIMPÁTICO. Lo curioso es que cuanto más activo está el sistema simpático, ¡mas antipáticos nos ponemos! ¡El sistema simpático es, en realidad, el más insoportable! Las respuestas al estrés se activan cuando se enciende el sistema nervioso simpático. Y como bien sabremos, el exceso de estrés no saca a relucir precisamente la mejor versión de nosotros mismos.
Tanto nosotros como los demás somos dos facetas muy distintas de acuerdo a si estamos activados simpática o parasimpáticamente. Así como el Sistema Simpático nos saca de la Homeostasis (ese estado de equilibrio interior, dentro de parámetros fisiológicos normales), el Sistema Parasimpático nos vuelve a ella. Son dos formas opuestas de funcionar: una nos pone en movimiento, la otra nos vuelve a la calma.
A partir de ahora puedes establecer un nuevo código, siempre con humor, con aquellos que conocen esta realidad. Si comentas, por ejemplo: “Hoy Emilio está de lo más Simpático”, ¡puedes estar haciendo alusión a su grado de estrés! Si un colega viene y me dice: “¡Qué simpático estás, Carlos!”. Le preguntaré: ¿Simpático o…Neurosimpático? Cualquiera sea su respuesta inevitablemente terminaremos riendo, y el humor es justamente una de las mejores herramientas para activar el sistema parasimpático (¡el que nos vuelve más tranquilos y simpáticos!).
Cuando ante un estímulo se activa el sistema nervioso simpático la UCCM (unidad cuerpo cerebro mente) se prepara para cumplir con alguna de las tres opciones de resolución de problemas con los que venimos genéticamente programados: atacar, huir o paralizarnos. En cualquiera de los casos las pulsaciones cardíacas subirán, al igual que el ritmo respiratorio, con el objetivo de movilizar energía hacia los músculos para usarlos plenamente si fuera necesario. Otros gastos de energía considerados irrelevantes para superar un momento de peligro, como la digestión, el uso de redes cognitivas – racionales y el sistema inmunológico quedarán suprimidos hasta nuevo aviso.
La activación y desactivación de estos dos subsistemas (SNS y SNP) es difícil de controlar conscientemente ya que están diseñados para actuar en forma totalmente automática. Madre natura, sabiamente, prefirió atar su funcionamiento al instinto y no a la voluntad.
Desactivar nuestro SNS por acción voluntaria no es nada fácil. Por más que le ordenemos: “¡calmate!”, “¡calmate!”, difícilmente podamos hacerlo ya que éste no entiende el lenguaje de las palabras ni tiene la capacidad de razonar. Simplemente reacciona, principalmente comandado por nuestras amígdalas cerebrales las cuales tienen muchas conexiones hacia la corteza prefrontal, pero muy pocos los lazos nerviosos a la inversa y por ello son difíciles de gobernar.
Pero no hay por qué desalentarse… No podremos manejar directamente nuestro SNA, aunque sí en forma indirecta. Hay un truco muy sencillo: usar el cuerpo. Gracias al principio de “feedback” o retroalimentación, lo utilizaremos para adecuar su estado emocional. Cuando, por ejemplo, conscientemente buscamos que respire profundo y pausado, o lo relajamos y adoptamos posturas corporales positivas (cuerpo erguido, frente en alto, sonrisa, etc.),nuestro propio cerebro “lee” estos cambios y tiende a reajustarse automáticamente para que haya una concordancia entre lo que hacemos con el cuerpo y lo que pasa en la mente, desactivando el SNS y activando el SNP para volver a la querida y sana Homeostasis.
La respuesta simpática (neurosimpática) viene “educada” o programada por nuestra genética. Esa parte no es re educable, ya que funciona fuera del alcance de la voluntad, de forma reactiva. Lo que sí posible instruir es la respuesta activa y qué haremos a partir de que nos demos cuenta de lo que nos sucede. Pasando de la reacción a la acción, usando la capacidad consciente de auto observación para trabajar sobre el propio cuerpo como herramienta para calmar la mente.
El talón de Aquiles de esta posibilidad reside en la OBSERVACIÓN: si no percibimos lo que nos ocurre, ¡difícilmente podamos cambiarlo! Pero una vez que nos dimos cuenta de ello, automáticamente se abrirá un nuevo campo ante nosotros, el del autocontrol y autoconocimiento, indispensable para sacar a relucir la mejor versión de nosotros mismos, “parasimpáticamente simpáticos”, profundizando y educándonos en pro de los valores humanos.
Para finalizar, detallaremos un práctico y sencillo ejercicio de 4 ó 5 minutos de duración, que podremos usar para dejar de estar “simpáticamente antipáticos” y pasar a estar “parasimpáticamente simpáticos”:
Para este trabajo emplearemos nuestra capacidad de auto observación, fortaleciendo redes cognitivas racionales y educando la capacidad de autocontrol. Posicionándonos primero como testigos pasivos de la actividad de la UCCM, para luego pasar a la acción, modulando nuestra respiración y relajando el cuerpo, para estimular a que las redes emocionales naturalmente busquen llevarnos hacia la homeostasis de la mano de la retroalimentación cuerpo- mente.
Primero necesitamos estar, preferentemente, cómodos. En lo posible sentados, aunque también se puede hacer parados o acostados. Cerraremos los ojos y tomaremos consciencia de nuestro cuerpo y su respiración. Durante un par de minutos solo observaremos cómo nuestro cuerpo respira sin intentar cambiar nada y sin juzgar nada de lo que esté pasando, ya sea a nivel físico (sensaciones) o a nivel mental (pensamientos, sentimientos). Cualquier cosa que suceda la aceptaremos y dejaremos pasar. Lo único que nos interesa es observar cómo respira naturalmente nuestro cuerpo y llevaremos la atención hacia allí, sin grandes esfuerzos, como con pereza. Podremos observar cómo al inhalar el cuerpo hará un pequeño esfuerzo para que entre el aire y al exhalarlo se relaje.
Luego durante otro par de minutos llevaremos la atención a la zona del abdomen y muy de a poco direccionaremos la respiración hacia allí. Pausaremos, de a poco, la respiración, dejando que con cada exhalación el cuerpo se relaje cada vez más. Para finalizar haremos 3 respiraciones bien profundas reteniendo el aire unos segundos antes de exhalar.
Puedes hacer este ejercicio durante tiempos más prolongados y si quieres sumarle otro componente de retroalimentación, realízalo con una pequeña sonrisa en el rostro. Si nuestras redes emocionales (responsables de las respuestas al estrés) pudieran hablar durante este ejercicio, dirían algo así como: “Estoy sonriendo, respirando tranquilamente, con el cuerpo relajado… ¿Qué necesidad tengo de tener encendido mi sistema simpático? ¡Mejor lo desactivo!”.
Comentario: La constante activación del sistema simpático nos lleva a lo que se conoce como estrés crónico, el cual está relacionado a todas las enfermedades que están tan en aumento hoy en día. La clave para disminuir el estrés entonces, está en la activación del sistema parasimpático, que además activa los mecanismos naturales de regeneración en nuestro cuerpo. El corazón del sistema parasimpático es el Nervio Vago, y, por ende, la estimulación de este nervio lleva a una mayor actividad parasimpática y muchos beneficios fisiológicos, emocionales e intelectuales como resultado. ¿Cómo podemos estimular el nervio vago? Aunque no lo crea, es muy fácil, lo hacemos mediante la respiración correcta y controlada.