Las profecías de Ana Catalina Emmerick

Las profecías de Ana Catalina Emmerick
Las profecías de Ana Catalina Emmerick

 

 

La beata Emmerich, desde su más tierna infancia, conocía las callejuelas de Nazaret, Belén y Jerusalén mejor que las de su propia aldea natal. Recordaba perfectamente el día de su propio bautismo y entendió desde el primer momento de su vida el latín litúrgico. Jesucristo mismo le dijo en un éxtasis que era la persona a la que más visiones había concedido jamás…

Las profecías de Ana Catalina Emmerick

Ana Catalina Emmerich nació el 8 de septiembre de 1774 en Flamsche, una pequeña aldea de la diócesis de Münster, en Westfalia, al noroeste de Alemania. Sus padres eran campesinos de extremada pobreza y marcada religiosidad. A la edad de doce años se vio obligada a trabajar en el campo, para luego ganarse el pan como costurera. Desde los cuatro años venía teniendo numerosas visiones y mociones espirituales que ella encajaba con total inocencia. Cierto día se enteró sorprendida de que las demás niñas de su aldea no hablaban con sus ángeles de la guarda.

Cuando tenía 24 años le empezaron a aparecer heridas sangrantes, estigmas que se hacían visibles periódicamente en Navidad y Año Nuevo. La primera de ellas el 29 de diciembre de 1812. Una vez cumplidos los veintiocho años, ingresó en el convento agustino de Agnetenberg, en Dülmen. Su celo y entusiasmo, sin embargo, incomodaron al común de las hermanas, que, al no comprender los éxtasis en los que entraba cuando estaba en la iglesia, en su celda o mientras trabajaba, la trataban con cierta antipatía. Con la Revolución francesa fue suprimido su convento y se vio obligada a buscar refugio en la casa de una viuda pobre. En 1813 quedó postrada en cama hasta su muerte once años después en Dülmen, a los 49 años. Fue beatificada por el papa Juan Pablo II el 3 de octubre de 2004. 

Ana Catalina Emmerick relataba así las visiones de su infancia: “Cuando, hacia la edad de cinco o seis años, yo meditaba sobre el primer artículo del Credo de los Apóstoles, ‘Creo en Dios Padre, Dios Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra’, todo tipo de imágenes que se remitían a la creación del cielo y de la tierra se presentaban a mi alma. Vi la caída de los ángeles, la Creación de la Tierra y del Paraíso, Adán y Eva, y la Caída del Hombre. Creía simplemente que todos veían esto, como otras cosas que nos rodean. Yo hablaba de esto a mis padres, a mis hermanos y hermanas, a mis compañeros de juego, contaba todo esto ingenuamente, hasta el momento en que me di cuenta de que se burlaban de mí, preguntándome si tenía un libro en el cual todo eso estuviera escrito. Así comencé poco a poco a callar estas cosas, pensando, sin mucha reflexión, que era inoportuno hablar de tales temas; no obstante, no me hice ninguna inquietud particular en cuanto a eso…”

Las profecías de Ana Catalina EmmerickKlemens Brentano

Sus visiones, un tesoro espiritual para la humanidad

El relato de sus visiones ha llegado hasta nosotros gracias a su amigo el escritor Klemens Brentano y a su doctor de cabecera Guillermo Wesener, quienes transcribieron y ordenaron las explicaciones detalladas que ella hacía de sus visiones. Clemente Brentano era un fogoso escritor romántico que tras su contacto con Ana Catalina se convirtió al catolicismo. Guillermo Wesener quedó convencido de la altura espiritual de Ane Catalina cuando ella le reveló secretos de su vida personal que nadie podía conocer.

Cuando el famoso poeta Klemens Brentano fue a visitarla; para gran asombro de este, ella le dijo que le había sido señalado por inspiración divina como el hombre que escribiría sus revelaciones y permitiría cumplir con la voluntad de Dios, es decir, escribir para el bien de innumerables almas la revelaciones recibidas por ella. Brentano tomó breves notas sobre los principales puntos y, en vista de que ella hablaba el dialecto de Westfalia, él procedió a traducirlas inmediatamente al alemán. Conforme iba escribiendo, se lo leía y cambiaba y borraba hasta que ella lo aprobara en su totalidad.

Klemens Brentano fue un narrador y dramaturgo alemán, miembro del grupo de escritores románticos dedicados al estudio del folclore y la historia germánicos y uno de los maestros de la literatura fantástica romántica. En una época convulsa donde contemplaba, doliente, el naufragio de su existencia coincidió con la monja que se convertiría como el refugio salvador del catolicismo. Con ella, el poeta volvió a sus prácticas religiosas, pasando seis años junto al lecho de la monja estigmatizada y recogiendo sus visiones, en las que se inspiró luego para escribir dos libros.

Desde 1819 hasta la muerte de Ana Catalina en 1824, Brentano registró sus visiones, llenando cuarenta volúmenes con detalladas escenas y pasajes del Nuevo Testamento y la vida de la Virgen María. Los detalles fueron recogidos con gran viveza, ya que mantienen el interés del lector como una escena gráfica que sigue una a la otra en rápida sucesión, como si fuese visible para el ojo humano. En 1833 aparecieron los primeros frutos del esfuerzo de Brentano, La dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo de acuerdo a las meditaciones de Anne Catherine Emmerich. Brentano preparó para su publicación el trabajo La vida de la Santísima Virgen María, pero no apareció hasta 1852 en Múnich a título póstumo.

Las profecías de Ana Catalina EmmerickLa casa de la Virgen María en Efeso (Turquía)El sacerdote católico Karl Schmöger editó los manuscritos de Brentano y de 1858 a 1880 publicó los tres volúmenes de La vida pública de Nuestro Señor en que se describen hechos muy detallados de la vida de Jesús, mucho más detallados de los que se leen en los Evangelios; hechos destacados de Jesús, como caminar sobre las aguas se habrían repetido, y los mercaderes del Templo de Jerusalén habrían sido echados fuera varias veces. En 1881 en una gran edición ilustrada, Schmöger también escribió una biografía de Anne Catalina en dos volúmenes.

Las visiones de Ana Emmerick se usaron durante el descubrimiento de la casa de la Virgen María en una colina cerca de la ciudad de Éfeso (Turquía). Ni Anne Emmerick ni Klemens Brentano habían ido nunca a Éfeso, y, de hecho, la ciudad aún no se había excavado, pero las visiones que figuran en la obra de la mística se utilizaron durante su descubrimiento. La Santa Sede no ha adoptado ninguna posición oficial sobre la autenticidad de la ubicación, pero en 1896 el papa León XIII visitó el lugar y en 1951 el papa Pío XII declaró la casa como lugar sagrado. El papa Juan XXIII posteriormente hizo la declaración permanente. Pablo VI en 1967, Juan Pablo II en 1979 y Benedicto XVI en 2006 visitaron la casa, considerada ya un santuario.

Desde su aparición, los escritos de Ana Catalina Emmerich han cautivado a todos aquellos que se han acercado a ellos. Su característica principal es la profusión de detalles al relatar la vida en la tierra de Cristo y de la Virgen María: la manera que tenía el Señor de recogerse la túnica al subir las escaleras, la bandeja que sostenía el cáliz de la Última Cena, la organización interna de los equipos de constructores de la Torre de Babel, el color de los gajos del interior del fruto del árbol del Bien y del Mal…

Aunque quizá el rasgo más sobresaliente sea la sencillez y claridad casi infantil de la propia autora. La beata reconoce en numerosas ocasiones, en mitad del relato, que no recuerda cómo continuaron los sucesos de la narración…