El atractivo y miterioso antiguo Egipto

El atractivo y miterioso antiguo Egipto
El atractivo y miterioso antiguo Egipto

los textos de las pirámides, famosos escritos del antiguo egipto

¿Qué tendrá el Antiguo Egipto, que incluso casi dos milenios después de su ocaso, sigue fascinando a todo aquel que tiene el detalle de contemplarlo? ¿Magia? ¿Exquisitez? ¿Arte? ¿Filosofía? ¿Construcciones ciclopeas? Quizá no sea una única cosa, más bien el conjunto de muchas. Y entre ellas, sin lugar a dudas se encuentra en una posición privilegiada el lenguaje jeroglífico que, no sólo tuvo mucho que decir en la historia de los faraones sino que actualmente nos la sigue contando.

El atractivo y miterioso antiguo Egipto
Grabado de O. Von Corven que representa a la legendaria Biblioteca de Alejandría, en apoyo de ciertos vestigios arqueológicos del antiguo Egipto

Durante mucho tiempo los templos faraónicos almacenaron casi cualquier tipo de erudición; saberes, fruto de las mentes más brillantes de la antigüedad y, por supuesto, de siglos y siglos de arduo trabajo, tanto de investigación como de recopilación. Primero fue Annu, más conocida por su nombre griego de Heliópolis, el mismo centro del mundo egipcio, donde convergieron vastos conocimientos. Pero podemos decir tranquilamente que cada templo alzado a lo largo del curso del Nilo, era un foco de sabiduría. Dendera, Edfú, Karnak, Serappeum… en fin; todos. Y como colofón la célebre biblioteca de Alejandría, lugar donde se llegaron a catalogar la friolera de 300000 volúmenes de múltiples competencias que fatídicamente terminarían sus días como pasto de las llamas, en varias ocasiones además.
¿De dónde provenía este brillante conocimiento? Qué duda cabe de que a través de vestigios arqueológicos y documentales se puede rastrear la evolución de no pocas y variadas disciplinasdesarrolladas por estos lares, si bien es verdad, que todavía quedan muchísimos puntos oscuros y cuestiones por resolver, de esta asombrosa civilización. A lo mejor por ello resulte curioso cuanto menos, que distintas leyendas atribuyan el origen de dicho saber a unos seres mitológicos llamados “Shemsu-Hor”, los mensajeros de Horus, que al parecer, según estas crónicas insólitas, se dedicaron a instruir al pueblo egipcio en un tiempo remoto. Fantasía o realidad poco importa en este punto, el hecho es que los habitantes de la tierra de las pirámides basaron su arte, su lenguaje, la escritura y su manera de entender el mundo, en la observación del entorno natural más próximo, el que les rodeaba a ambas riberas de su querido Nilo. Y estose ve reflejado ya desde las primeras dinastías e incluso antes; si bien resulta evidente que en cualquier momento de la historia, cada pueblo se ha nutrido de tradiciones más antiguas que las suyas propias, a veces, hasta de lejanos antepasados medio olvidados.

Mas resulta típico del hombre explicar las cosas a partir del mundo natural y sus procesos, donde encuentra los ejemplos más adecuados para ilustrar con la palabra o los símbolos cada situación. Una costumbre que arranca directamente en la noche de los tiempos, sólo hay que volver el rostro hacia las pinturas rupestres del paleolítico para percatarse de que esto es así, y observar la inspiración de aquellos primeros artistas de los que hoy tenemos noticia. Pues aquellos pretéritos santuarios permanecen repletos de imágenes de animales entre una gran variedad de escenas, además de muchas otras donde se puede contemplar la inconfundible figura de los chamanes, también las típicas manos humanas en forma de negativo, cantidad de símbolos abstractos e incluso hay quien asegura que estrellas; todos ellos elementos naturales que intentan comunicar a través de los ojos un mensaje visual al observador. Pero volvamos de nuevo al antiguo Egipto, reino y legado de los faraones.

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Falsa puerta de Mereruka, chaty y gobernador durante el reinado del faraón Teti. En esta tumba se encuentra la primera representación de un zoológico del antiguo egipto.

En Saqqara, en la Tumba de Mereruka fechada alrededor del 2400 a.C., encontramos la representación más vieja conocida hasta el momento, de un… ¡zoológico! Gacelas, órices y toros salvajes habitaban en semi libertad, el terreno delimitado por sus gruesos muros. En ocasiones los egipcios cazaban a estos animales con perros tanto para comer como para aprovecharlos en otros quehaceres domésticos, sin embargo, la clase “intelectual” optaba por darle otro uso, probablemente un poco más divino si se prefiere. Sabios y escribas estudiaban así, mediante la observación, la vida de los animales anclados en estos recintos que luego les servirían de símbolos para la sagrada escritura de los jeroglíficos. Y, aunque también ocurría tres cuartos de lo mismo con las plantas, cada animal encarnaba una funcióny, en consecuencia, quedaba bien atado a una idea, o a una divinidad como su atributo. Propiedades que en última instancia abrazarían las formas escritas señaladas.

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Dios Khepri del antiguo Egipto pintado en la KV& de Ramses IX. Fotografía tomada por Hajor en diciembre de 2001

Así es que a pesar de no ser precisamente uno de los animales cuidados en dichos centros faunísticos, uno de los mejores ejemplos que ilustran tales propiedades, lo encontramos en el nombre en jeroglífico del dios Khepri, cuyo significado es: “el que viene a la existencia”. Una divinidad ya presente en los viejos textos de las pirámides, que toma la forma de escarabajo pelotero. Esta criaturilla pone los huevos en una pelota de estiércol que siempre empuja pacientemente. Después de un tiempo, las larvas emergen del interior de la bola, habiéndose alimentado de la sustancia orgánica que contiene. Dicho nacimiento aparentemente espontáneo, fue relacionado por los egipcios con el del Sol naciente. Es decir, el coleóptero que impulsa la bola de estiércol se entendió como la entidad divina que empujaba el disco solar hacia el nuevo día, reapareciendo completamente rejuvenecido; encarnando el renacimiento del astro rey.
Al final, de este modo tan peculiar, el orden natural de todas las cosas, plantas y animales, no sólo quedó impregnado en los jeroglíficos sino además en cada átomo del extenso universo egipcio. En definitiva, una tenue imprenta a modo de susurro, sobre la misma arena que ha sustentado desde sus inicios a los pobladores de aquellas tierras de leyenda.

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