Recientemente abordé en este blog la existencia de una serie de estructuras o pavimentos basados en una hipotética piedra artificial, situados en diversos lugares del planeta, tanto en Europa (sobre todo en las llamadas “pirámides de Bosnia”) como en África (las pirámides de Guiza). No obstante, el alcance de este tema es mucho más amplio y afecta realmente a una gran cantidad de monumentos arcaicos que podemos localizar en diferentes regiones y culturas –aparentemente inconexas entre sí– y que en gran medida son de carácter megalítico, con enormes bloques de piedra que encajan perfectamente, a veces con varios ángulos, sin necesidad de ningún mortero o argamasa.
Este tipo de arquitectura la tenemos también presente en varios puntos de América del Sur, en imponentes estructuras de gran antigüedad que en algunos casos han sido atribuidas erróneamente a la civilización inca, y eso que las diferencias entre los estilos de construcción son bastante notorias. Con todo, se admite que muchos de estos monumentos pertenecieron, en efecto, a un estadio de civilización pre-incaico, como es el caso del conjunto de Tiahuanaco (o Tiwanaku) y Puma Punku, en Bolivia. En este lugar podemos apreciar unos bloques de grandes dimensiones y peso, de formas angulares que quedan perfectamente ensambladas entre sí. Aparte, hallamos unas tremendas losas de entre 130 y 180 toneladas de peso y unos típicos bloques o módulos regulares (sobre todo en forma de “H”, de 1 metro de alto) que no parecen haber sido tallados sino moldeados, dada su gran perfección en las formas, decoraciones, ranuras e incluso en unos pequeños agujeros cuya utilidad se nos escapa. También cabe citar otros elementos extraños, como unas hendiduras en forma de grapas (¿metálicas?) situadas entre los bloques. Nada de esto es totalmente único, pues bastantes de estos rasgos los podemos encontrar en otros enclaves sudamericanos como Cuzco, Sacsayhuamán, Ollantaytambo, etc.
En cualquier caso, muchos investigadores alternativos se han preguntado cómo pudieron realizarse esas construcciones ciclópeas y han lanzado varias hipótesis al respecto, pero con el denominador común de que los bloques no fueron esculpidos. Básicamente, las opciones se reducen a que o bien la piedra fue ablandada de algún modo hasta hacerse plástica y luego recompuesta, o bien fue creada artificialmente a partir de varios componentes, como una especie de cemento, sin descartar una combinación de ambas técnicas. Esto es lo que proponía el químico francés Joseph Davidovits –con la teoría de los geopolímeros– con respecto a las grandes pirámides de Egipto, pero hasta hace poco no supe que también estaba investigando la presencia de dichos geopolímeros antiguos en América del Sur. Lo que viene a continuación es precisamente un comentario sobre sus investigaciones en Tiahuanaco, publicadas hace escasos meses[1]con el aval de su Geopolymer Institutey la Universidad Católica de San Pablo (Arequipa, Perú).
 |
Puerta del Sol (Tiahuanaco) |
Si nos remontamos a los antecedentes, hay que recordar que la construcción de Tiahuanaco ha sido datada convencionalmente hacia el 600-700 d. C., mientras que la fecha de abandono o destrucción se estima que tuvo lugar hacia el año 900, varios siglos antes del apogeo de la civilización inca. Lo cierto es que pese a los muchos años de intervenciones arqueológicas que empezaron en la época de Arthur Posnansky[2](inicios del siglo XX), todavía queda una gran extensión del yacimiento por excavar. En lo referente a las citadas estructuras en piedra (fundamentalmente de arenisca y andesita), no hay demasiadas explicaciones, aparte de la admiración por un trabajo tan perfecto hecho –teóricamente– a golpe de cincel y martillo, con el dato no poco importante de que la piedra tuvo que ser traída de canteras más o menos lejanas. De hecho, la gran perfección y calidad en la realización de los bloques modulares –con ángulos exactos de 90º, superficies muy pulidas y precisos vaciados geométricos– supera las teorías convencionales sobre el tallado de estos bloques, y más aun teniendo en cuenta de que están hechos de andesita, una piedra de origen volcánico excepcionalmente dura.
El caso que expone Davidovits se sustenta en que a finales de 2017 se llevaron a cabo por primera vez análisis de muestras de piedra (arenisca y andesita) de Puma Punku bajo el microscopio electrónico. Estas pruebas indicaron, a su juicio, que el origen de los bloques no sería natural sino artificial (mediante geosíntesis), lo que podría aportar una respuesta razonable al complejo problema de localizar las canteras originales, explicar el método de transporte de los bloques y justificar el posterior trabajo tan perfecto de la piedra para darle su forma final. Así pues, a fin de llegar a conclusiones firmes, no sólo se implementaron tareas de laboratorio sino también trabajos de campo para obtener referencias y comparaciones con el contexto geológico de la zona.
 |
Vista de Puma Punku |
Para empezar, lo que se aprecia sobre la arenisca de Puma Punku es que las canteras de esta piedra más cercanas están a una distancia de entre 8 y 11 km., según se afirmaba en un estudio arqueológico fechado en 1971. El equipo de Davidovits fue a examinar tres de estas posibles canteras situadas en colinas cercanas, al sur de Puma Punku, y llegó a la conclusión que dado lo empinado de las rutas de transporte y el enorme peso de los bloques sería muy difícil aceptar que la arenisca procediera de tales lugares. Además, lo que se ve sobre el terreno es una serie de rocas de forma cuadrangular y tamaño medio (sin ningún bloque enorme), lo que no parecen ser los restos de una actividad de extracción de piedra en minas a cielo abierto, sino más bien el resultado de la fragmentación y erosión de las rocas por procesos naturales.
Ahora bien, Davidovits identificó en la cercana localidad de Callamarca una capa de arcilla caolinítica de arenisca erosionada, fácil de disgregar y apta para la elaboración de geopolímeros. A partir de este hallazgo, los investigadores tomaron una pequeña muestra del megalito n.º 2 de Puma Punku y la sometieron a diversos análisis con las más modernas tecnologías[3]para identificar con precisión el origen y la composición del material empleado. Estos análisis, una vez identificados los componentes, descartaron la procedencia de la arenisca de las hipotéticas canteras localizadas en 1971 y mostraron las similitudes con la arenisca de Callamarca, con el importante dato añadido de la presencia de una gran cantidad de material aglutinante.
Otro elemento muy significativo fue la alta cantidad de sodio detectada en la muestra del megalito, que contrastaba con las proporciones de sodio notablemente más bajas observadas en las muestras de las “canteras” e incluso en Callamarca (alrededor de un 50%). Con todo ello, Davidovits dedujo que el sodio debió ser añadido de alguna manera. Siguiendo esta pista, el químico francés buscó por la zona la fuente del carbonato de sodio (natrón) que daría el componente alcalino al geopolímero y encontró tal lugar al sur de Puma Punku, en la Laguna Cachi, de la cual todavía hoy se extrae el natrón. Cabe señalar que este enclave está a cientos de kilómetros de Puma Punku, pero Davidovits considera que hay pruebas suficientes de ya que existía en la antigüedad una consolidada ruta de caravanas de llamas que harían este trayecto con normalidad. En suma, sin entrar en más detalles técnicos, Davidovits concluye que la arenisca roja de Puma Punku es un geopolímero creado a partir de la arcilla caolinítica de Callamarca y el natrón de Laguna Cachi.
 |
Bloques de andesita de Puma Punku |
Por otro lado, quedaban los característicos bloques de andesita gris también localizados en Puma Punku. En este caso, la sospecha de una factura artificial era más alta, dada la perfección y regularidad de las formas y acabados sobre una piedra de enorme dureza (entre 6 y 7 en la escala de Mohs). Para Davidovits quedaba poca duda de que estos bloques podían haber sido realizados con relativa facilidad mediante el moldeado, esto es, a base de geopolímeros, lo que es muy visible en particular en el pulido de las superficies y la regularidad de los ángulos. Los análisis superficiales de la piedra detectaron además las típicas burbujas de aire que quedan atrapadas contra la estructura del molde.
No obstante, la verificación definitiva se llevó a cabo con los métodos similares a los ya citados anteriormente, y en esta ocasión las muestras extraídas revelaron la presencia de una sustancia amorfa de incierta naturaleza. Tras los análisis químicos se comprobó que esta sustancia era de origen orgánico (basada en carbono), lo que se contradice con la típica composición de las rocas volcánicas, como es el caso de la andesita, pues los materiales orgánicos quedan vaporizados debido a las altas temperaturas en que se forman las piedras volcánicas. Así pues, según Davidovits, los bloques de andesita fueron elaborados a partir de una base de toba volcánica no consolidada del tamaño de arena (obtenida del cercano Cerro Khapia) con la adición de este componente orgánico.
Eso sí, en este caso el geopolímero no fue fraguado en un medio alcalino, como sucedía con la arenisca, sino en un medio ácido. Para el científico francés este hecho vendría a corroborar las antiguas leyendas locales sobre ciertas sustancias de origen vegetal –ácidos extraídos de diversas plantas– que era capaces de ablandar (y moldear) las piedras, lo que se corresponde con los ácidos carboxílicos, detectados en los análisis. Quedaría pendiente el tema del aglutinante orgánico, que a juicio de Davidovits sería el guano, una sustancia fertilizante que se podía obtener de la costa sur del Perú y que sería llevada a Tiahuanaco también en caravanas de llamas. Sin embargo, la avanzada agricultura de Tiahuanaco no precisaría del guano como fertilizante. Antes bien, sería empleado como agente endurecedor del geopolímero, ya que contiene una notable cantidad de sales de ácido, como en particular sales de amonio, necesarias para la reacción química que permite la solidificación del material. En este sentido, la comparación del análisis espectrográfico químico del material orgánico de la andesita con el de las muestras de guano procedente de Ilo (Perú) sustentó la tesis de Davidovits, dada la gran similitud en sus componentes y proporciones.
 |
Los típicos bloques en forma de H de andesita |
Hasta aquí la parte más puramente técnica, por la cual Joseph Davidovits defiende que la cultura local tiahuanacota fue capaz de elaborar piedra artificial o geopolímero hace unos 1.400 años, descartando tanto las teorías oficiales –el tallado de la piedra– como las teorías alternativas, que suponen la intervención de alienígenas o la presencia de una supercivilización desaparecida. Davidovits concluye que la especial composición de las muestras tomadas no deja lugar a dudas sobre el origen artificial de los bloques, pues en la propia naturaleza no se pueden hallar los rasgos tan peculiares ya comentados. Además, añade que tales compuestos geopolímeros ya son conocidos en la ingeniería civil (caso de la arenisca) o han podido ser replicados satisfactoriamente en ensayos de laboratorio (caso de la andesita), lo que añade más peso a sus pruebas. Por otro lado, Davidovits afirma que esta investigación abre la puerta a una posible datación absoluta fiable de la construcción del conjunto monumental, dado que los elementos orgánicos identificados en la andesita se podrían analizar mediante el método del Carbono-14.
Expuesta ya toda la argumentación, personalmente me resulta complicado valorar en su justa medida los resultados ofrecidos, dados mis escasos conocimientos de geología y química, pero lo que he podido comprender me parece factible y razonable, a la espera de lo que diga el estamento arqueológico, que ya rechazó en firme las tesis de Davidovits con relación a las pirámides de Guiza, alegando que el origen de la piedra caliza de dichos monumentos había podido ser perfectamente identificado en una cantera próxima.
 |
Vista de Kalasasaya (Tiahuanaco) |
En todo caso, el trabajo de Davidovits –mediante el recurso a los datos empíricos– expone una vía de explicación para el fenómeno megalítico antiguo en diversos lugares del mundo, que ha sido objeto de polémica y discusión por parte de la arqueología alternativa, al rechazar las versiones convencionales sobre cómo se realizaron tales obras. Aparte, quedaría el tema no poco importante de situar ese megalitismo en el tiempo y un determinado contexto cultural. Veremos si finalmente se llevan a cabo los análisis de C-14 sobre las muestras de Puma-Punku, para comprobar si corrobora las fechas del primer milenio después de Cristo que la arqueología da por buenas o si las fechas son más antiguas. Todo ello, claro está, dando un voto de confianza al método, que ha sido puesto en entredicho en no pocas ocasiones.
Sobre este punto concreto, bastantes autores alternativos, como muy destacadamente Graham Hancock, creen que determinadas estructuras megalíticas son de enorme antigüedad –anteriores a las civilizaciones reconocidas– y corresponden en realidad a una civilización desaparecida global capaz de logros impensables incluso en nuestro mundo moderno. Según esta visión, en América del Sur, a la vista de los restos arquitectónicos, la civilización inca no fue la responsable de los grandes monumentos megalíticos. En este particular, los investigadores peruanos Alfredo y Jesús Gamarra engloban ese megalitismo en los estilos Hanan Pacha y Uran Pacha, propios de una era muy remota pre-incaica y caracterizados por unos bloques formados como mantequilla cortada a cuchillo o cuchara, o bien por bloques encajados perfectamente y a veces vitrificados en su superficie. Además, ambos investigadores confirman que estas mismas características son apreciables en otros monumentos localizados en regiones muy separadas entre sí, como Malta, Egipto, Palestina, Isla de Pascua, Grecia, Gran Bretaña, Japón, etc.
Cito literalmente a Jan P. de Jong, seguidor de los Gamarra:
 |
¿Estructuras moldeadas? |
“Esta tecnología parece ser que se basaba en piedras moldeables. En todos los vestigios examinados se aprecia que los constructores de los estilos Hanan y Uran Pacha eran capaces de hacer cualquier forma que quisieran en la piedra. Así, hallamos bloques con la forma de esquina, juntas perfectas con superficies irregulares en todos los bordes de la piedra, formas caprichosas de la piedra –como si pudieran hacer movimientos rápidos– y diáfanos cambios en la superficie de la roca, como si ésta fuera blanda. El estilo Hanan Pacha se muestra como si hubiera sido moldeado con una cuchara, siempre con esquinas interiores cóncavas, redondeadas, lo que descarta que hubiera sido realizado con un rayo láser, como algunos indican. Una buena analogía de este estilo sería nuestro moderno material de protección de porexpan, hecho con moldes y calor, que tiene la misma apariencia de esquinas redondeadas. De nuevo encontramos esta misma manera de trabajar la piedra en otros yacimientos a nivel mundial.”[4]
Este escenario podría encajar –al menos parcialmente– con la propuesta de Davidovits de los geopolímeros, que indicaría que en un tiempo muy antiguo existían culturas o civilizaciones con una alta tecnología de construcción, igual o incluso superior a la que tenemos actualmente. Si esto es cierto y puede confirmarse de forma fehaciente, pondría en un aprieto a la versión oficial académica y a la clásica interpretación de que la civilización avanza de forma lineal (una especie de evolución cultural y tecnológica), pues quedaría claro que en una época muy distante se disponía de una tecnología superior que luego se perdió con el paso de los siglos. Recordemos que el cemento, como material constructivo, no fue utilizado hasta la época romana (el llamado opus caementicium), con lo cual esta piedra artificial –o cemento u hormigón– de calidad superior quedaría totalmente desubicada en el tiempo y el espacio, a menos que empecemos a abrir nuestra mente y planteemos la seria posibilidad de que pudo haber una involución o una pérdida de conocimiento en la Humanidad debido a causas que por ahora se nos escapan.
COMMENTS