Anansi: el Diablo salvador de África occidental

En la mitología del oeste africano, la leyenda de Anansi ilustra a uno de los tramposos más populares en el folclore de esta cultura. La araña, también referida como Kwaku Ananse o Ananse, es una figura caprichosa que muchas veces actúa contra la voluntad de los dioses cometiendo actos que terminan perjudicando a los humanos. Al igual que los nahuales de los pueblos prehispánicos, Anansi tiene la capacidad de transformarse en diversos animales, como zorros y conejos, pero también puede hacerse pasar por un ser humano.

En el pasado, los habitantes de esta región en África consideraban al Anansi entre los seres creadores del mundo. De hecho, la leyenda dice que logró persuadir al dios Nyame para que regalara la lluvia y noche a los humanos, de forma que siempre se le consideró un intermediario de las relaciones entre esta deidad y el hombre.

Sin embargo, en la mayoría de historias Anansi siempre aparece como un ser malvado, inteligente e ingenioso que busca hacerse la vida más fácil engañando a los hombres, animales e incluso a los propios dioses. Para alcanzar su objetivo, Anansi no tiene reparo en aprovechar su conocimiento sobre la forma de pensar de sus víctimas.

Una espiga de maíz por cien sirvientes.

En uno de los cuentos más populares, cierta ocasión Anansi solicitó a dios una espiga de maíz con la promesa de que le retribuiría con un centenar de sirvientes. Poco después, llevó la espiga de maíz a un pueblo y dijo a los habitantes que se trataba de una espiga sagrada. Cuando todos se fueron a dormir, Anansi aprovechó y alimentó a las gallinas de la aldea con el maíz. Al amanecer, acusó a los pobladores de robar su maíz y estos incautos le entregaron varios kilogramos de maíz para compensar la pérdida.

Después, Anansi se encontró con un sujeto en el camino y cambió el maíz por una gallina. Al llegar a otro pueblo, les dijo que esa gallina era sagrada. Una vez más, aprovechó la oscuridad de la noche y terminó matando a la gallina, y por la mañana los apenados y aterrados aldeanos le entregaron diez ovejas para compensarlo. Posteriormente, Anansi intercambia la decena de ovejas por el cuerpo de una persona que había muerto recientemente, y al llegar a la tercera aldea les dice que se trata del hijo de Dios durmiendo.

Evidentemente, los aldeanos son incapaces de despertar el cadáver a la mañana siguiente por lo que Anansi los culpa de matar al hijo de Dios. Completamente aterrados, los pobladores terminan ofreciendo a cien de sus mejores jóvenes, por lo que Anansi acude ante Dios para cumplir su palabra.

Las historias de Anansi.

Hubo una época donde el mundo no tenía historias. Nyame, el dios de los cielos, las poseía todas. Anansi acudió ante Nyame y preguntó cuánto costaría adquirir esas historias. El dios se río en la cara de Anansi y le puso un precio inalcanzable: debía traer de vuelta al duende Mmoatia, las avispas Mmoboro, el leopardo Oseba y la pitón Onini. Nyame pensaba que esto terminaría desanimando a Anansi, pero este simplemente respondió: “¡Será un placer pagar ese precio!”.

Anansi llegó a aparecer en el cómic de Hellboy.

Una vez más, el dios de los cielos río y dijo: “¿Oye, Anansi, de qué forma un ser tan viejo, débil y pequeño como tú podría pagar un precio tan alto?”.

Anansi no respondió, simplemente bajó por su telaraña de plata que se extendía hasta el cielo, y se dispuso a llevar las cosas que el dios había exigido.

El plan de Anansi.

Así, Anansi ideó un plan para capturarlos. Primero, visitó a Onini y le preguntó si realmente era más larga que las palmeras, como afirmaba su esposa Aso. La pitón lo escuchó y le propuso comparar su tamaño con el largo de una palmera para comprobarlo. Como no podía erguirse totalmente, era difícil tener una comprensión real de su longitud. Por eso, Onini estuvo de acuerdo en enrollarse alrededor de la palmera. Cuando la pitón estuvo completamente enrollada en el tronco, Anansi aprovechó y la llevó ante Nyame.

Para doblegar al leopardo, Anansi tuvo que cavar un hoyo profundo en la tierra. Una vez que Oseba cayó en la trampa, Anansi se ofreció a sacarlo con su telaraña. Cuando el leopardo finalmente logró salir del hoyo, estaba tan enredado en la telaraña que Anansi no tuvo dificultad para llevarlo ante el dios de los cielos.

Con las avispas, el ingenioso Anansi empezó por llenar una calabaza de agua y derramó un poco sobre una hoja de banano que mantuvo sobre su cabeza. Después, vertió un poco de agua en el panal y gritó que estaba lloviendo. Les sugirió a las avispas que entraran en aquella calzaba vacía, y cuando estas lo hicieron, Anansi rápidamente selló la abertura.

Para atrapar al duende Mmoatia, Anansi fabricó una muñeca y la cubrió de una sustancia pegajosa. A continuación, llevó la muñeca hasta el tronco de un árbol donde solía encontrarse el duende y dejó un poco de ñame frente a ella. Cuando Mmoatia llegó y comió el ñame agradeció a la muñeca, pero no obtuvo respuesta. Molesto por los malos modales, intentó pegarle con una mano y después con la otra. El duende quedó atrapado y así fue como lo capturó Anansi.

Anansi pagó el precio de Nyame, y el dios lo recompensó con las historias que empezaron a ser conocidas como las historias de Anansi.

El origen del personaje.

Ciertamente, Anansi tiene un origen oscuro pero todo sugiere que surgió entre la tribu de los Ashanti, ubicada en la actual región de Ghana, en África Occidental. En poco tiempo, tribus vecinas como los Nzema y Akyem fueron invadidas por la popularidad de esta figura.

De hecho, muchas de las historias de Anansi terminaron en Norteamérica, Sudamérica y las Indias Occidentales con el tráfico de esclavos africanos hacia estos destinos. En ciertas regiones de Norteamérica, Anansi terminó llamándose “Tia Nancy”.

Los personajes de naturaleza oportunista son más populares en los grupos sociales más frágiles, pues estos suelen recurrir a la inteligencia y astucia para sobrevivir a toda clase de condiciones adversas. La inteligencia y el engaño también son parte de su vida cotidiana. Los cuentos de Anansi terminaron popularizándose entre los esclavos africano-americanos, en parte, por su naturaleza de sobreviviente.

Deja una respuesta