La vez que un ovni destruyó una aldea en Etiopía

 

 

Dentro de la casuística ovni existen siniestros episodios donde el fenómeno ha causado nefastas consecuencias sobre los testigos. Uno de estos incidentes ocurrió supuestamente en Etiopía, y hasta el día de hoy no ha sido aclarado convenientemente.

La vez que un ovni destruyó una aldea en Etiopía
Fotos originales del caso enviadas al Dr. Joseph Allen Hynek.

Todo sucedió el 7 de agosto de 1970, cuando los habitantes del pequeño pueblo de Saladare (Etiopía) sobre las 11:30 horas, se sobrecogieron al escuchar un extraño y fuerte ruido que procedía del interior de la espesa selva.

El inusual sonido fue en aumento, al mismo tiempo, que una bola brillante de color rojo, de apariencia ígnea, se precipitaba contra la aldea.

El investigador George Kendall en la revista UFOPRESS, número 7, de abril de 1978, decía:

«Los pobladores de Saladare oyeron un ruido proveniente de un pequeño bosque cercano al caserío, y que daba la impresión de ser producido por un aeroplano volando a poca altura. El ruido se incrementó paulatinamente haciéndose más y más agudo a cada instante. De pronto, los azorados nativos, observaron una bola brillante, que volando a baja altura y a gran velocidad, atravesó la villa destrozando todas las construcciones que encontró a su paso, incluso, el extraño objeto, arrancó numerosos árboles de raíz y carbonizó la hierba, aunque sin causar incendios».

En su trayectoria la misteriosa esfera luminosa impactó contra varias casas destruyéndolas violentamente y arrancó varios árboles del suelo.

El objeto continuó su inquietante trayectoria, volando a baja altura y en paralelo al terreno durante unos 140 metros, para inmediatamente ante el temor de los aldeanos, retroceder y continuar su devastación sobre la aldea. En esta ocasión, además de las casas, sobrevoló una carretera de asfalto que se derritió y agrietó ante su paso.

La vez que un ovni destruyó una aldea en EtiopíaCarretera destruida por el paso del ovni.

Kendall aseguraba que: «Cuando el ovni se alejó de la villa, rozó el asfalto de la ruta cercana, fundiéndolo en un área de unos 2 por 7 metros y derribó la pared de piedra de un puentecillo, destrozándolo por completo».

Luego, y sin alterar su velocidad y trayectoria, recorrió una distancia de unos 150 metros hasta situarse sobre la ladera de un monte cercano, donde quedó estacionado a muy pocos metros del terreno durante algunos segundos. De inmediato desandó el camino, atravesando el caserío de Saladare en la misma dirección en que ya lo había hecho (o en una ruta paralela) destrozando otras viviendas, para luego desaparecer en la misma dirección en que se había visto llegar.

La distancia total que el objeto cubrió en sus 2 pasadas, y a la vista de numerosos testigos, fue de unos 6.000 metros. El incidente tuvo una duración de 10 minutos.

La vez que un ovni destruyó una aldea en EtiopíaUna de las casas destruidas por el ovni.

El objeto fue observado por los pobladores de una villa cercana a Saladare. Lo describieron como «una bola de gran tamaño provista de una cola y de color rojo muy brillante». La bola de fuego desapareció en la lejanía dejando tras sí una ola de destrucción y horror.

La angustiosa experiencia había durado unos 10 minutos y al menos 50 viviendas habían sido derruidas tras el paso del enigmático ovni.

Tras su partida, los habitantes de la aldea comprobaron que un niño había muerto en las ruinas de una casa y al menos otras 8 personas presentaban heridas. Como prueba de la intensidad calorífica producida por el objeto, la carretera de asfalto presentaba algunas zonas derretidas, el pasto de los alrededores se había quemado y en una de las viviendas afectadas por el choque con el objeto se encontró una olla derretida.

El caso fue conocido gracias a un médico de la ONU, el Dr. Attal Makk, destinado en la zona que envió una carta con todos los detalles y fotografías del evento al investigador Joseph Allen Hynek.

George Kendall en su reporte indicaba que:

«El Dr. de las Naciones Unidas, junto con algunos de sus colegas, visitó la aldea de Saladare, comprobando que 50 viviendas habían resultado completamente destruidas, mientras que más de una docena presentaba daños de consideración. Así mismo, y a consecuencia del incidente, 8 nativos resultaron heridos y un niño pequeño falleció. En opinión de mi amable informante, “parecía como si se hubieran disparado una gran bala de cañón a través del poblado”».

En la misiva enviada al Dr. Hynek había más información:

«Algunos dijeron que el bólido tenía la forma del tronco de un árbol, mientras que los habitantes de una aldea vecina añadieron que el objeto les había sobrevolado, emitiendo un ruido ensordecedor, y que tenía forma esférica y con cola. La emoción era tal que visitamos la aldea en tres ocasiones, y tomé unas treinta fotos de las cuales le adjunto algunas. Parece como si una bola de cañón hubiera sido disparada a través de las casas (…)

»Algunos estiman que se trataba de un meteorito, pero estos no pueden viajar de un lado a otro. No pudo tratarse de un tornado, porque el viento no arrancó los tejados de estaño, que permanecieron en sus sitios, aunque aplastados, derretidos y distorsionados. Hasta el momento no tenemos idea de lo que ha podido ser.

»El periódico Assis de Addis Ababa mencionó algo al respecto, clasificándolo como una tormenta. Le hago llegar el recorte de prensa. El periódico italiano le dedicó cinco columnas. Podemos desechar la posibilidad de vientos o relámpagos, el tiempo se encontraba claro y despejado. La aldea, al igual que Asmara, está a una elevación de 2,300 metros sobre el nivel del mar. Los relámpagos a veces se desplazan horizontalmente, pero como he dicho, el tiempo estaba despejado. Por otra parte, emitía una fuente de calor. Fundió el asfalto y los objetos de metal, dejando chamuscada la hierba y los arbustos, pero sin fuego ni llamas. Su impacto mecánico fue tremendo. Atravesó el muro de piedra del puente, que tiene medio metro de grosor, y tuvo suficiente fuerza para hacer más daño cuando vino de regreso».

Al parecer en la zona de la devastación no se encontraron restos metálicos que pudieran indicar que la destrucción pudiera ser causada por algún tipo de proyectil militar. Lamentablemente no se ha realizado ninguna investigación en la zona que pudiera confirmar este increíble relato. Además, las fotografías, realmente tampoco aportan ningún tipo de evidencia de los hechos, podrían corresponder a las consecuencias de cualquier conflicto de los vividos en Etiopia.

La vez que un ovni destruyó una aldea en EtiopíaLa carta enviada a Hynek en 1970.

No obstante, hay que destacar que tanto el Dr. Hynek y el Dr. Jacques Vallée, creyeron que era un relato lo suficientemente sólido como para incluirlo en su libro The Edge of Reality (1976).

Por su parte el ufólogo George Kendall estaba convencido de que este es uno de los pocos casos excelentemente documentados de daños causados por un objeto volador no identificado:

«No cabe aquí la hipótesis de un meteoro, ya que el vuelo del ovni daba la impresión de responder a alguna pauta de control inteligente pues atravesó la aldea en 2 oportunidades por el mismo camino o ruta. Tampoco pudo tratarse de un fenómeno meteorológico (tornado) ya que los visitantes comprobaron que los techos de chapa de las casas presentaban muestras de haber soportado un intensísimo calor (algunos estaban arrugados y semi-fundidos). Debe descartarse la posibilidad de que el objeto haya sido un ‘rayo globular’ ya que el tiempo era excelente (cielo despejado, porcentaje de humedad muy bajo) no presentado condiciones propicias para la manifestación de fenómenos de este tipo.

»Las fotos que ilustran esta nota son lo suficientemente representativas de los destrozos causados por el ovni a su paso, por lo que creo innecesario abundar en conceptos. Obviamente se trataba de un objeto sólido, ciertamente volaba a gran velocidad y a escasos metros del terreno y, sobre todo, permanece como no identificado».

¿Qué fue lo que ocurrió en aquella pequeña aldea? Quizás algún día encontremos respuestas para incidentes tan inquietantes como este…

Por JOSÉ ANTONIO CARAVACA.