El legado prohibido de una raza caída (2ª parte)

El legado prohibido de una raza caída (2ª parte)

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Ángeles en el Paraíso

Dado que la literatura enoquiana y del Mar Muerto fue escrita por judíos de piel oliva del período post-exilio, queda bastante claro que estaban recitando tradiciones relativas a una raza completamente diferente de un clima totalmente diferente. Así pues, ¿quiénes fueron estos ángeles humanos, y donde podrían haber vivido?

Puesto que ahora sabemos que las leyendas de la caída de los ángeles muy probablemente se originaron en Irán, más exactamente en el reino noroccidental de Media (el actual Azerbaiyán), entonces no hay razón para asociar estas tradiciones con las montañas que están más allá de Media. Esto se confirma provisionalmente por otro texto del Mar Muerto titulado “El Génesis Apócrifo”, que registra que después de su ascensión al cielo, el patriarca Enoc pasó el resto de su vida “entre los ángeles” en el “paraíso”. Aunque el término paraíso se utiliza en algunas traducciones del texto original, la palabra real es “Parwain”.

Por eso me sorprendió bastante averiguar que entre las antiguas tradiciones de los mandeístas (una religión ligada a los Magi, que se encuentra principalmente entre los árabes del Bajo Irak) “Parwan” es una montaña sagrada, aparentemente ubicada en las proximidades de Media, en el noroeste de Irán. Además, tanto “Parwan” como “Parwain” parecen derivar su raíz de la antigua palabra de Media “Parswana”, que significa costilla, lado, o frontera, utilizada para describir a los pueblos y territorios más allá de las fronteras de Media.

Estos territorios habrían incluido la región de Parsa por el sur y, más significativamente, la región montañosa conocida como Parsua a su oeste. ¿Se debía creer, pues, que Enoc había vivido “entre de los ángeles”, en los duros territorios montañosos más allá de los límites del antiguo reino de Media? ¿En la remota región de Parsua, al oeste de Media, tal vez? ¿Es aquí desde donde provienen los Vigilantes? ¿Es desde aquí que descendieron a las llanuras a tomar esposas mortales y a revelar las artes prohibidas y los secretos del cielo?

En la tradición iraní, el reino de los inmortales y la sede de los míticos reyes-dioses de Irán (quienes, así como la raza caída de la tradición judía, se dice que eran de alta estatura, de piel de color blanco marfil y rostros brillantes), era conocida como Vaejah Airyana, la expansión de Irán. Las tradiciones impulsadas por los Magi implican claramente que este dominio etéreo se encontraba entre las montañas de Media.

Siutación geográfica del Kurdistán

Todos los caminos parecían conducir a la región montañosa de la actual Azerbaiyán, que constituye el flanco más oriental de una vasta extensión cubierta de nieve que se extiende al oeste de las montañas de Tauro de la Anatolia oriental y el norte de Siria, al norte de las regiones remotas de Rusia Armenia, y al sudeste a lo largo de las montañas de Zagros, ya que descienden gradualmente hacia el Golfo Pérsico y actúan como una barrera prácticamente infranqueable entre Irak e Irán.

Esta enorme –y en gran medida desolada– parte de la Tierra, hogar de nómadas errantes, bandas de combatientes rebeldes, comunidades religiosas aisladas y ocasionales aldeas, pueblos o ciudades, es conocida en el mundo como el Kurdistán, la patria cultural y política de los tan atormentados pueblos kurdos. Sin embargo, según la tradición bíblica y apócrifa, fue aquí también donde se podría haber encontrado el Jardín del Edén, el lugar de descanso del Arca de Noé y la tierra de los primeros patriarcas. Asimismo, este era el lugar donde me di cuenta que tendría que ir en busca del reino de los inmortales.

Al este, en el Edén

 

El libro del Génesis nos dice que Dios estableció un jardín “al este, en el Edén”. Aquí, Adán y Eva se convirtieron en los primeros padres de la humanidad antes de su final caída en desgracia a causa de la seducción de la astuta serpiente de la tentación. Las serpientes no sólo fueron un sinónimo principal de Vigilantes y Nefilim, sino que el Libro de Enoc afirma incluso que la “Serpiente”, o el Vigilante, condujo a nuestros primeros padres a la tentación. Curiosamente, el Bundahishn (un texto sagrado de la fe del Zoroastrismo), menciona a Angra Mainyu, el Espíritu del Mal y padre de los devas, asumiendo este mismo papel, y al igual que los Vigilantes, también es descrito como una serpiente con “piernas”.

Así pues, ¿dónde estaba el Edén? Todo lo que sabemos es que se encontraba entre los Siete Cielos, un reino paradisíaco de jardines, huertos y observatorios donde residían ángeles y Vigilantes, según el Libro de Enoc.

La palabra “Edén” es traducida por los eruditos hebreos con el sentido de placer o delicia, alegría, una referencia al hecho de que Dios creó el jardín para el placer de la humanidad. Este no es, sin embargo, su verdadero origen. De hecho, la palabra “Edén” es acadia, la lengua proto-hebrea o semítica, introducida en Mesopotamia (actual Irak) por el pueblo de Agade, o Akkad, una raza que asumió el control del antiguo reino de Sumer durante la segunda mitad del tercer milenio a.C. En su lenguaje, la palabra “Edén”, o Edin, significaba estepa o terraza, como en una terraza elevada de agricultura.

Alegoría pictórica del Jardín del Edén

 

En cuanto a la palabra “paraíso”, averigüé que simplemente se refería a un “recinto amurallado”, según la raíz persa pairi, (“alrededor”) y daeza, (“pared”). Se trata de un término recién llegado a la literatura religiosa judeo-cristiana y sólo fue realmente utilizado a partir del año 1175 de nuestra era. Por otro lado, la palabra inglesa heaven (“cielo”, en el sentido de “paraíso”), proviene la palabra hebrea ha’shemim, en el sentido de “los cielos” (físicos). También puede referirse a “lugares altos”, tales como los asentamientos elevados. Por otra parte, la raíz hebrea shm puede significar “alturas”, así como “planta” o “vegetación”, lo cual implica quizás que la palabra cielo pudiera ser más exactamente traducida como “tierras altas plantadas”.

Este rápido repaso de etimología elemental, en mi opinión, evoca al menos la imagen de un recinto amurallado, agrícola, con terrazas escalonadas, y situado en una región de tierras altas. Así, ¿fue esto el Edén? ¿Un “asentamiento amurallado, una colonia agrícola” situada entre las montañas de Kurdistán? ¿Habría sido mantenido por ángeles bajo el dominio de los Vigilantes celestiales, tal como sugiere el texto del Libro de Enoc? Y lo que es más importante aún, ¿dónde se encontraba? 

Los ríos del Paraíso

El libro del Génesis dice que del Edén surgían las aguas principales de los cuatro ríos del paraíso. Los nombres de estos son Pisón, Guihón, Hiddekel y Éufrates. De estos cuatro, sólo el último se puede identificar debidamente por su nombre. El Éufrates fluye a través del Kurdistán turco, Siria e Irak antes de desembocar en el Golfo Pérsico. Los otros tres fueron identificados por los primeros estudiosos de la Biblia, respectivamente, con el Ganges de la India (aunque en ocasiones con el Orontes del norte de Siria), con el Nilo de África y con el Tigris, del Asia occidental, que al igual que su río hermano, el Éufrates, fluye a través de Irak y desemboca en el Golfo Pérsico. Los dos primeros fueron elegidos por los estudiosos como candidatos adecuados simplemente porque se consideraban los ríos más caudalosos del mundo clásico; sólo la conexión entre el Tigris y el Hiddekel tenía algún tipo de sentido geográfico.

Situación del Tigris y el Éufrates en Oriente Medio

 

De ninguna manera se puede decir que estos cuatro ríos se situaban en la misma región geográfica, un problema que fue convenientemente pasado por alto por los teólogos antes del re-descubrimiento de la cartografía en el siglo XVI. Otras fuentes, en particular la Iglesia Armenia, aceptaron que el Éufrates y el Tigris eran dos de los cuatro ríos del paraíso, pero optaron por asociar a los otros dos, el Pisón y Guihón, respectivamente con el Gran Zab, que nace en el Kurdistán turco y desemboca en el Tigris, y con el Araxes, que nace en Armenia y desemboca en el Mar Caspio.

¿Tenía razón la Iglesia de Armenia al proponer esto? Posiblemente sí, puesto que ellos eran los habitantes de la región geográfica en cuestión y pudieron haber tenido acceso a las tradiciones locales no disponibles para el mundo teológico exterior.

Cualesquiera que fueran las identidades de los cuatro ríos del paraíso, la tradición kurda emplaza sus cabeceras en las cercanías del lago Van, un enorme mar interior –de unos 96 kilómetros de largo y alrededor de 56 km. de ancho– situado en la frontera entre el Kurdistán turco y Armenia. De hecho, la leyenda registra que el Jardín del Edén está ahora “en el fondo del lago Van”, después de haber quedado sumergido bajo las olas en el tiempo del Gran Diluvio.

Curiosamente, es la montaña de Cudi Dag (o Monte Judi), al sur del lago Van, en la que los musulmanes, así como las diversas creencias de origen kurdo, localizan el lugar llamado Lugar del Descenso, el sitio a donde fue a parar el Arca de Noé después del Gran Diluvio. La atribución de este mismo lugar al más familiar Monte Ararat es una invención puramente cristiana que no tiene ninguna base real en la tradición religiosa más antigua.

Por consiguiente, todo esto implica que los compiladores del Libro del Génesis situaron tanto el lugar de nacimiento de la humanidad (es decir, el Jardín del Edén), como su punto de regeneración después del Gran Diluvio, en la misma región del norte del Kurdistán, lo que seguramente es un indicio clave de que los orígenes de los Vigilantes residen en esta misma área geográfica. 

La montaña celestial

Pero hay mucho más, ya que no sólo la raza judía y la de Irán citan al Kurdistán como la cuna de la civilización. Las mitologías de los sumerios, que gobernaron las ciudades-estados de Mesopotamia alrededor del 3000 a.C. en adelante, y de los acadios, sus conquistadores, sitúan la tierra de los dioses exactamente en esta misma región. Los acadios, que surgen como una raza semita o proto-hebrea de origen incierto, se refieren en su literatura religiosa a esta bóveda celestial como Kharsag Khurra, la montaña celestial. Aquí, los dioses –también conocidos como los Anannage– vivían en un reino paradisíaco de jardines, huertos, templos y campos de regadío que no sólo se parecen a los siete cielos descritos en el Libro de Enoc, sino que en realidad son mencionados en más de una ocasión como “Edin”, la palabra acadia para estepa o meseta.

Figura en relieve de Ahura Mazda

Y para vincular aún más Kharsag con el dominio judío de los ángeles, sabemos que los Anannage, al igual que los Vigilantes enoquianos, eran gobernados por un consejo de siete. Estos, sin duda, se igualan a los siete arcángeles del judaísmo del post-exilio, así como a los seis llamados Amesha Spentas, o “espíritus generosos”, quienes, junto con el dios supremo Ahura Mazda, rigen sobre las jerarquías angélicas en la tradición iraní.

¿Fueron los Anannage, los dioses y diosas de Kharsag, simplemente otra forma literaria de los Vigilantes enoquianos y del Mar Muerto, cuya patria era un asentamiento agrícola elevado llamado Edén, o cielo, ubicado en algún lugar de las montañas de Kurdistán? 

La búsqueda de Dilmun

Kharsag no es el único nombre usado por los antiguos mesopotámicos para referirse al lugar de sus primeros comienzos. Esta cuna de la civilización era también conocida por el nombre de Dilmun, o Tilmun. Aquí, según se decía, el dios Ea y su esposa se habían instalado para iniciar “una era sin pecado de completa felicidad”.  Asimismo, los animales vivían en paz y armonía, el hombre no tenía rival, y el dios Enlil “en una lengua dio alabanza”.  Este lugar también es descrito como una morada pura, limpia y “brillante”, “de los inmortales”, donde la muerte, la enfermedad y el dolor eran desconocidos, y donde a algunos mortales se les había dado “la vida como un dios”, palabras que recuerdan al Vaejah Airyana, el reino de los inmortales en los mitos y leyendas de Irán, y al Edén de la tradición hebrea.

Aunque la mayoría de los académicos equiparan a Dilmun con la isla de Bahrein en el Golfo Pérsico, hay pruebas que sugieren la existencia de un mítico Dilmun muy anterior situado en una región montañosa más allá de las llanuras de Sumeria. Pero, ¿dónde se ubicaría exactamente?

Panorámica del lago Van (Turquía)

Las inscripciones mesopotámicas no lo dicen. Sin embargo, el texto zoroástrico Bundahishn y los registros cristianos de Arbela en el Kurdistán iraquí se refieren a una ubicación llamada Dilamun que habría existido alrededor de la cabecera del Tigris, al suroeste del Lago Van, en la misma zona en la que se dice que estaría situado el Edén bíblico. Además, se creía que Ea (el Enki acadio) había presidido el concurso de dos grandes ríos de Mesopotamia –el Tigris y el Éufrates– que en las representaciones aparecen como fluyendo de sus hombros. Esto, sin duda alguna, habría querido decir que las cabeceras o fuentes de esos ríos tendrían que haber sido consideradas sagradas para Ea, según las culturas del Creciente Fértil de Mesopotamia.

Más interesante es el conocimiento de que, como en mito hebreo e iraní, parece haber existido una caída de los dioses de Anu, los Anannage. Mientras que 300 de ellos permanecieron en el cielo, otros 600, bajo la dirección de Nergal, el dios del inframundo, se instalaron entre la clase mortal. Aquí concedieron todo a la humanidad, desde la agricultura básica, a la astronomía, la irrigación de tierras, la creación de la tecnología y la sociedad estructurada.

¿Les suena familiar? Estos Anannage rebeldes vivieron “en la tierra”, una referencia a un reino “subterráneo”, relacionado con la antigua ciudad de Kutha, al norte de Babilonia. En esta “Casa de la Oscuridad” vivían demonios y Edimmu, unos vampiros gigantes chupa-sangre que regresaban al mundo de la superficie al caer la noche para robar las almas de los muertos vivientes. ¿Podrían ser estos seres infernales un recuerdo distorsionado de los Vigilantes rebeldes y sus monstruosos descendientes, los Nefilim? ¿Podrían haber vivido estos ángeles caídos en ciudades subterráneas después de su descenso a las llanuras?

El Pentateuco registra cómo cada año, en el Día de la Expiación, se abandonaba una cabra en el desierto “para Azael”, acarreando en su espalda los pecados del pueblo judío. Además, se decía que Azael, uno de los dos líderes de los ángeles caídos, había fomentado una raza de demonios conocida como los seirim, o “machos cabríos”. A estos demonios, mencionados varias veces en la Biblia, se les rendía culto y eran adorados por algunos judíos. Incluso hay algunos indicios de que las mujeres realmente copulaban con estas cabras-demonio, ya que se afirma en el Libro del Levítico (17:7): “Y ellos no realizarán sus sacrificios a los machos cabríos (seirim), después de que ellos hayan fornicado”, tal vez un eco lejano de la forma en que los vigilantes habían tomado mujeres de entre la clase mortal. Esta relación clara entre los Vigilantes y los machos cabríos es tan fuerte que llevó al erudito hebreo J.T. Milik a la conclusión de que Azazel “no era evidentemente un simple chivo, sino una cabra gigante que combinaba características similares a una cabra junto con las de un hombre”. En otras palabras, había sido un hombre-cabra, un chamán-cabra.

Así es que parece que no sólo había Vigilantes “hombres-pájaro”, chamanes-buitre participando en prácticas del más allá, sino también chamanes-cabra. Es extraño pensar que esta asociación entre Azazel y el macho cabrío está detrás de la conversión de la cabra en un símbolo del diablo, así como la razón por la cual la gente es hoy en día tan adversa al pentagrama invertido.

 

El Ángel Pavo Real

El erudito Kurdo Mehrdad Izady considera también que los restos de aves de presa de la cueva Shanidar como prueba de una cultura chamánica, cuya memoria influyó en el desarrollo de la tradición de los ángeles. De hecho, el Kurdistán es la cuna de tres cultos autóctonos de adoración a los ángeles; el más famoso y enigmático de éstos es el de los Yezidis del Kurdistán iraquí.

Sus creencias se centran alrededor de un ser supremo llamado Melek Taus, el “ángel pavo real”, que es venerado en la forma de una extraña imagen de pájaro, conocido como sanjaq. Estas estatuas, que se asientan en una columna de metal similar a un candelabro, están hechas normalmente de cobre o bronce. Y lo más curioso es que se aprecia claramente que los sanjaqs conocidos más antiguos no son en absoluto pavos reales; en cambio, muestran un cuerpo aviar bulboso y una cabeza con una nariz ganchuda. Izady ha sugerido que los ídolos sanjaq tienen más probabilidades de ser representaciones de un ave de rapiña, como los que aparentemente fueron venerados por los chamanes de Shanidar; en otras palabras, el buitre, el águila o la avutarda.

El pueblo Jarmo

Todo esto eran buenas noticias, ya que ayudaban a reivindicar la idea de la existencia de una avanzada cultura en las montañas del Kurdistán en el inicio de la revolución neolítica. Si se trataba de estos chamanes buitres que habían llevado este conocimiento superior a las cada vez más desarrolladas comunidades agrícolas situadas al pie de las colinas, entonces quizás representaban realmente la verdad detrás del mito de los Vigilantes que transmitieron las ciencias celestiales a la humanidad.

Estatuilla Jarmo

Sin embargo, no hay una descripción de estos chamanes más allá de la apariencia de su atuendo ceremonial. ¿Se parecían, de alguna manera, a los individuos de altos, de piel blanca, con rostros brillantes y con aspecto de víbora, a los que se refiere la literatura Enoquiana y del Mar Muerto? ¿Habría también pruebas arqueológicas de la antigua existencia de una raza que tenía al menos algunos de estos rasgos distintivos? En efecto, existe, ya que en un lugar llamado Jarmo, que domina el río Bajo Zab en el Kurdistán iraquí, los arqueólogos han descubierto pruebas de una avanzada comunidad protoneolítica que prosperó alrededor de 6750 a. C. y al menos durante 2.000 años más. De hecho, los ejemplos conocidos más antiguos de metalurgia primitiva se han encontrado en Jarmo. Lo más interesante es que estas personas eran diestras en la producción de pequeñas imágenes esculpidas en arcilla ligeramente cocida. Se han desenterrado literalmente miles de estas figuras, que hallamos desde los primeros niveles de ocupación. La mayoría de ellas representan animales y pájaros. Algunas representan claramente cabezas humanas, mientras que otras muestran una figura femenina, posiblemente una representación de la Diosa Madre.

Da la impresión de que la comunidad Jarmo disfrutaba captando las imágenes del mundo que les rodeaba, de la misma forma en la que hoy en día tomamos fotografías. Sin embargo, si este fuera el caso, entonces ¿cómo podemos explicar la presencia entre estas pequeñas figuras de varias cabezas antropomorfas con caras alargadas, ojos rasgados (claramente “de lagarto”) o, más estrictamente, de características reptiloides? Su aspecto es virtualmente no-humano y sus ojos desorbitados más parecen ser de “bichos extraterrestres” que de formas humanas abstractas.

La visión de las fotos de estas cabezas de Jarmo me produjo un escalofrío en la espalda, ya que los mejores ejemplares tenían tremendas similitudes con la descripción de los Vigilantes en la literatura Enoquiana y del Mar Muerto.

¿Era posible, pues, que el pueblo neolítico de Jarmo hubiese representado, de forma parcialmente abstracta, las caras de víbora de los extranjeros altos vestidos con capas de plumas que se habían presentado sin ser invitados? ¿Fueron estos extranjeros los que proporcionaron a las comunidades como la de Jarmo el conocimiento de la metalurgia, así como los rudimentos básicos de la agricultura? Sólo podemos especular, pero vale la pena señalar que se sabe que las herramientas de obsidiana encontradas en Jarmo fueron realizadas con materias primas procedentes de la base de Nemrut Dag en el lago Van.

¿Acaso los Vigilantes trataban con obsidiana? ¿Podrían ser estas herramientas finamente trabajadas un indicio de su presencia en otras comunidades similares del Kurdistán?

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