Edgar Cayce o la arqueología psíquica

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Introducción

Al estudiar los diversos enfoques de la arqueología alternativa, podemos ver que detrás de ellos existen múltiples fuentes de información o de inspiración, como los estudios heterodoxos de la historia, la mitología, el creacionismo, la arqueoastronomía, la ufología, los ooparts,el esoterismo, etc. Y entre esta diversidad es de destacar la presencia de una fuente bastante insólita, que no es otra que el mundo de la parapsicología. Así, dentro de este ámbito, podemos encontrar experiencias diversas de supuesto contacto con el pasado a través de la xenoglosia[1], las visiones fugaces o apariciones, las intuiciones,  las psicofonías, el espiritismo, etc. Pero sin duda el mayor exponente de este fenómeno es el caso de las personas con ciertos poderes psíquicos que son capaces de conectar –generalmente en estado de trance– con unas entidades o inteligencias eternas que carecen de soporte físico en este mundo.

Y como muestra muy notable de esta tendencia heterodoxa, que podríamos denominar arqueología psíquica,me permitiré hacer una breve reseña de lo que aportó a este campo el famoso vidente norteamericano Edgar Cayce, también llamado “el profeta durmiente”, un reconocido personaje que ha sido seguido y citado por bastantes autores alternativos desde mediados del siglo XX hasta nuestros días.

Las capacidades paranormales de Edgar Cayce

Edgar CayceEdgar Cayce nació en 1877 en Hopkinsville, Kentucky (EE UU), en un ambiente rural. Sus primeros años de vida no fueron especialmente destacados, pero según su biografía oficial un ángel se le apareció en 1890 y desde ese momento pudo memorizar libros sólo durmiendo sobre ellos[2]. Pero el evento que cambió su vida se produjo en 1900, cuando contrajo un fuerte resfriado que casi le hizo la perder la voz (apenas podía susurrar). Tras pasar por la consulta de varios especialistas que fueron incapaces de resolver su problema, en 1901 Cayce acudió a un hipnotizador, y fue precisamente durante el estado de hipnosis inducido en el que el propio Cayce reveló el método para su curación. A partir de este punto, adquirió la facultad de entrar en trance o “dormir” a voluntad y empezar a hablar de diversos asuntos que él en principio desconocía en estado consciente, ya que era una persona de cultura limitada.

De alguna manera, se suponía que Cayce, una vez dormido, entraba en contacto con un tipo de inteligencia o saber cósmico[3]a través del cual tenía acceso a conocimientos del pasado, del presente y del futuro, de tal modo que muchas de sus revelaciones eran en realidad profecías o bien una especie de prospecciones en un remotísimo pasado. Cayce pronunció en trance miles de discursos –concretamente 14.306– a preguntas de sus interlocutores, que fueron recogidos en forma de “lecturas”, y que versaban sobre cuestiones paranormales, filosófico-metafísicas, científicas (orientadas a la sanación), o histórico-arqueológicas[4]. Sobre las profecías en particular, se puede decir que acertó en bastantes, por ejemplo el crash bursátil del 29 o la Segunda Guerra Mundial, pero también falló en otras tantas, mientras que algunas han quedado por comprobar en un futuro próximo[5]. Cayce falleció en 1945 y su legado se ha trasmitido a través de la organización sin ánimo de lucroAssociation for Research and Enlightment(A.R.E., “Asociación para la Investigación y la Iluminación”), que él mismo fundó en 1931, y que sigue plenamente activa en la actualidad.

La historia vista desde la experiencia psíquica

Recreación artística de la Atlántida

En lo que aquí nos atañe, cabe destacar que Cayce habló en varias ocasiones sobre el pasado más distante, y no sólo se refirió al pasado conocido (el Antiguo Egipto, por ejemplo) sino también a un ignoto pasado mítico encarnado por civilizaciones desaparecidas como la Atlántida o Mu. Sin embargo, este no fue un interés principal de Cayce; de hecho, no fue hasta 1922 en que empezó a dictar experiencias o recuerdos relacionados con la Atlántida u otras civilizaciones perdidas. Seguidamente repasaremos lo que dijo sobre diversas materias de alcance histórico-arqueológico y hasta qué punto pudo “acertar” o aportar conocimientos fiables a los estudios convencionales.

Historia de América

Cayce tocó el tema de la historia de América (más bien centrada en Norteamérica) en 68 lecturas, de las cuales cerca de la mitad han sido corroboradas a posteriori con datos científicos. Básicamente, lo que Cayce dijo es que la población de América no tenía un solo origen (asiático) sino que habían existido aportaciones procedentes tanto del este como del oeste, y desde tiempos muy remotos. En concreto, afirmó que hacia el 28.000 a. C. llegaron al continente gentes venidas de China, del Pacífico y de ¡la Atlántida! Además, especificó que la última migración tuvo lugar poco antes del 10.000 a. C. y que se trató de refugiados atlantes.

Estos datos podrían parecer muy especulativos (por decir algo), pero lo cierto es que los estudios genéticos más recientes de las poblaciones indígenas americanas –aparte de confirmar la migración siberiana– muestran rastros de diversos haplogrupos de ADN mitocondrial originarios de localizaciones lejanas[6], y de un tiempo muy anterior a la llegada “oficial” de los europeos y de otros pueblos al continente.

Los papiros del Mar Muerto

Rollos del Mar Muerto

Este fue un tema secundario en la obra de Cayce, pero vale la pena remarcar que en poco más de un centenar de lecturas mencionó, once años antes del descubrimiento de los famosos rollos del Mar Muerto, la existencia de la secta de los esenios, un grupo religioso muy poco conocido hasta ese momento. Lo cierto es que Cayce facilitó bastante información sobre esta comunidad y su forma de vida, que luego fue contrastada con el material encontrado en el yacimiento de Qumram.

Antiguo Egipto

Cayce dijo haber soñado –o conectado– con el Antiguo Egipto en muchas ocasiones (más de mil), en escenas que habría experimentado con identidades de personajes del pasado, como por ejemplo el sumo sacerdote Ra-Ta. Estas experiencias revelaron en particular que el periodo álgido de esta civilización no habría sido la conocida época faraónica, sino mucho antes, hacia el 10.000 a. C. Esa habría sido una era caracterizada por una avanzada tecnología y una rica cultura, pero sobre todo por una marcada comprensión espiritual. Y entre otras cosas, afirmó que “presenció” la dedicación de la Gran Pirámide, que no habría sido erigida en el Imperio Antiguo (hacia el 2500 a. C.), sino mucho antes: entre 10490 a. C. y 10390 a. C., en los tiempos de un desconocido rey llamado Arart. Por otro lado, Cayce vinculó el Antiguo Egipto al legado de la Atlántida, como luego veremos.

Pero más allá de estas oscuras visiones, cabe señalar que Cayce fue sorprendentemente preciso al describir el antiguo paisaje que circundaba al río Nilo, afirmando que había cambiado su curso a lo largo de los milenios, que una vez había desembocado en el Atlántico y que el Sahara había sido un territorio fértil y frondoso. Todo esto pudo ser contrastado y validado años después (en los 80 y 90) por los estudios de la NASA mediante satélite.

La Atlántida

Como ya se ha comentado, desde 1922 Cayce empezó a referirse a la Atlántida, y ofreció extensa información sobre su devenir pero especialmente sobre su trágico final, y todo ello sin haber leído previamente nada sobre el tema, particularmente los famosos diálogos de Platón, si bien algunos contenidos de sus lecturas recuerdan algo al relato platónico y especialmente al discurso teosófico de Madame Blavatsky.

Cayce situó la Atlántida en medio del Atlántico, y al parecer habría sido en origen una masa continental, luego disgregada en varias islas. Respecto al mito de su destrucción, Cayce apuntó que habría sufrido más de un cataclismo; concretamente al menos tres. En el primero, acaecido hacia el 15600 a. C., el continente ya se habría partido en tres grandes islas llamadas Poseidia, Og y Aryan. La última y definitiva catástrofe, la recordada por los mitos, habría sucedido hacia el 10000 a. C., una fecha no muy lejana de la cronología tradicional basada en Platón, que ronda el 9500 a. C. Además, Cayce comentó la existencia de otra gran civilización perdida, un continente que se hundió en el Pacífico y al cual se refirió con distintas denominaciones: Lemuria, Mu, Zu, y Oz.

¿La Sala de los Archivos atlante bajo la Gran Esfinge?

En cuanto a las características de la Atlántida, Cayce dijo que era un mundo mucho más avanzado que el nuestro en muchos aspectos y que destacaba por su fabulosa tecnología de cristales[7]. Lamentablemente, esta civilización se perdió en la última gran catástrofe y los supervivientes tuvieron que refugiarse en otras tierras, dando origen a las grandes civilizaciones antiguas, como el propio Egipto[8]. En este punto, Cayce fue muy riguroso y declaró que el legado histórico, cultural y científico de la Atlántida se había guardado y enterrado en una cierta Sala de los Archivos, localizada bajo la Esfinge de Guiza, y que dicha estancia sería descubierta a finales del siglo XX. Asimismo, predijo con rotundidad que los primeros restos físicos de la Atlántida (de la isla Poseidia) saldrían a la luz entre 1968 y 1969 cerca de la costa de Florida.

Este último dato resulta muy significativo pues en 1968 se hallaron bajo las aguas de las islas Bimini (en el Caribe) unas estructuras en piedra que por su tallado y disposición parecían artificiales, formando una especie de avenida o camino (“Bimini Road”). Para el mundo académico, empero, estos restos son sólo resultado de la erosión natural. De todos modos, en los últimos tiempos los investigadores de la A.R.E. han señalado que existen otros sospechosos restos submarinos en el Caribe, como en la isla de Andros (del archipiélago de las Bahamas) o cerca de la costa de Cuba.

A su vez, a día de hoy no se ha localizado en Egipto la famosa Sala de los Archivos, si bien la exploración mediante georadar llevada a cabo en los años 90 por los geólogos Schoch y Dobecki mostró ciertas anomalías debajo de las patas de la Esfinge de Guiza que, dada su regularidad, podrían relacionarse con la hipotética Sala. De hecho, es bien sabido que bajo la meseta de Guiza se han identificado numerosas cavidades y túneles, la mayoría naturales, pero otros de origen artificial.

Análisis y conclusiones

Es muy complicado juzgar la validez de la vía parapsicológica en los estudios históricos o arqueológicos. Para la ciencia oficial, esta vía carece de la más mínima credibilidad o fiabilidad, de tal manera que los supuestos contactos paranormales con el pasado suelen ser considerados un burdo fraude. Esta reacción no nos debería extrañar, pues encaja bien con el profundo escepticismo, por no decir desprecio, hacia la parapsicología por parte del estamento académico. Así, este tipo de experiencias paranormales, salvo contadas excepciones, queda fuera de la teoría y la metodología empírica del presente paradigma, que se ve incapaz de contrastar lo que va más allá de la observación material y objetivade los fenómenos. No obstante, aun queriendo ser abiertos y generosos con estos episodios paranormales, resulta difícil darles un voto de confianza por cuanto presentan muchas más incógnitas y dudas que certezas.

En el caso concreto de la vasta obra dejada por Cayce a través de sus lecturas, nos encontramos con el evidente problema de que –aparte de unos datos concretos o ligados a realidades comprobadas a posteriori– la mayoría de las revelaciones “históricas” se enmarcan en un mundo mítico, etéreo o difuso que hoy por hoy no tiene respaldo documental ni arqueológico. Además, la obra de Cayce, en general, respira un aire de filantropía[9], espiritualidad o trascendencia, y en este sentido sus lecturas sobre temas históricos se ceñían bastante a esta línea, mucho más próxima a una visión alternativa o heterodoxa que a una convencional. Sea como fuere, no deja de resultar curioso que de repente, a una edad avanzada, empezase a hablar de la Atlántida y similares, cuando hasta ese momento había tocado temas relativamente alejados de esta materia, sin que sepamos muy bien las motivaciones de este giro (¿el interés de ciertas personas?).

Pero… ¿de dónde provenían esos mensajes? ¿Hasta qué punto es creíble esa conexión con otras inteligencias? Estamos ante una situación muy semejante a la de los llamados contactados o canalizadores, cuya credibilidad ha sido puesta más de una vez en duda, en algunos casos por ser meros farsantes y en otros por ser víctimas de simples sugestiones o de enfermedades mentales. Según parece, Edgar Cayce carecía realmente de sólidos conocimientos sobre temas históricos, mitológicos o arqueológicos, dado que su formación había sido bastante elemental, y en consecuencia, no podía haber engaño acerca de su escaso bagaje en este campo[10].

Sólo como hipótesis, podríamos preguntarnos si alguien de su entorno, de algún modo, pudo “colocar” esos conocimientos en algún lugar recóndito de su mente o bien influir en su subconsciente para “hacerle decir” determinadas cosas. Porque lo que está claro es que su discurso contenía elementos ya conocidos –e incluso populares– en aquellos tiempos, como el ocultismo, el Antiguo Egipto o la Atlántida, sobre todo a partir del discurso alternativo teosófico, todavía muy en boga a inicios del siglo XX. Y naturalmente nos quedaría el planteamiento de que tales conexiones con una especie de base de datos cósmicafueran reales, aunque otra cosa sería determinar hasta qué punto serían fiables o comprobables (¿podría mentir o fantasear la fuente de tal base de datos?). Por otro lado, esta vía nos llevaría a fascinantes especulaciones como la posibilidad de que tanto el pasado como el futuro fuesen flexibles y contuviesen muchos caminos por explorar, haciendo que tanto “lo verdadero” como “lo falso” deviniesen términos más bien relativos.

En cualquier caso, es muy llamativa su profética visión de ciertos detalles como el supuesto redescubrimiento de la Atlántida en 1968 (coincidiendo con el hallazgo de Bimini)[11]o el cauce del Nilo prehistórico, aparte de la incógnita de la escurridiza Sala de los Archivos, cuya existencia sigue siendo una quimera… en tanto no se den permisos para excavar debajo de la Gran Esfinge.

[1] Capacidad de hablar en una lengua extraña (y desconocida) para el individuo.

[2] Para los escépticos, empero, este dato no es más que una leyenda sin ninguna credibilidad.

[3] Algunas personas denominan a estas fuentes de conocimiento universal registros akáshicos, sólo accesibles en determinados estados de trance o profunda meditación.

[4] Normalmente, era su mujer Gertrude la que conducía las sesiones, pero ocasionalmente participaban personas de diverso origen que formulaban preguntas concretas. Las palabras de Cayce eran recogidas por una taquígrafa y luego redactadas como “lecturas”.

[5] Entre lo más destacado, dijo que pasado el año 2000, en la Era de Acuario, tendría lugar un periodo de terribles catástrofes, tras el cual Jesucristo volvería a nuestro mundo y el hombre retornaría a una era de armonía con la Naturaleza y con Dios. También insinuó una posible Tercera Guerra Mundial desatada a partir de los conflictos de Oriente Medio.

[6] En particular, uno llamado “X”, procedente de Europa del Este y Oriente Medio. También se identificó el haplogrupo B, típico de China, Japón, Sudeste asiático, Polinesia y Melanesia.

[7] Sobre esta tecnología, Cayce profetizó que los EE UU redescubrirían en 1958 un cierto “rayo de la muerte” usado por los atlantes.

[8] Esta idea ya había sido lanzada a finales del siglo XIX por Ignatius Donnelly y ha sido seguida, con más o menos matices, por muchos autores actuales.

[9] De hecho, Cayce ofreció muchísimas sesiones de trance para ayudar a la curación de enfermos, si bien sus resultados han sido puestos en duda por los profesionales ortodoxos de la medicina.

[10] A este respecto, cabe apuntar que sus seguidores admiten que Cayce tenía un buen conocimiento del ámbito religioso, en particular de temas bíblicos. No obstante, los críticos van más allá y consideran que Cayce había leído y estudiado muchos otros temas (sobre todo de salud y medicina) y que en realidad no era tan iletrado como desde la A.R.E. se quiere hacer creer.

[11] Naturalmente, tal hallazgo tiene que superar dos fuertes obstáculos: primero, demostrar que se trata de una estructura artificial; y segundo, que pueda relacionarse de forma fiable con el mito de la Atlántida.