El arma biológica que causó la catástrofe silenciosa de Sverdlovsk

Rusia. En plena fase de détente de la Guerra Fría. Algo falla. La fuga de una bacteria de unos laboratorios secretos en los que se experimenta para dar con perfectas armas biológicas provoca la muerte de entre 66 y 100 ciudadanos. La cifra real nunca se conoció. Sí se sabe que aquellas personas murieron desangradas por dentro, víctimas de unas terribles hemorragias internas para las que costaba encontrar una causa.

El caso ocurrió en 1979, en la ciudad soviética de Sverdlovsk (hoy Yekaterinburg), pero no ha sido hasta ahora cuando unos científicos han podido determinar la secuencia genética de aquella cepa de ántrax. 40 años más tarde se ha confirmado que la bacteria, ya de por sí peligrosa, había sido modificada para hacerla altamente letal.

La fuga de 1979 se intentó encubrir a base de mentiras. El gobierno ruso sabía que si se descubría la verdad se evidenciaría que estaba violando la Convención sobre Armas Químicasque había tenido lugar cuatro años antes. En aquel encuentro, se prohibió el desarrollo, la producción y el almacenamiento de armas biológicas y los países se comprometieron al desarme de este tipo de mal. Con ese acuerdo se enterraban los últimos cuchillos de la Guerra Fría.

Un fallo en el sistema de ventilación liberó esporas de ántrax que la gente inhaló

Pero Rusia hizo trizas aquel pacto y siguió en secreto experimentando. Aquel laboratorio instalado en Yekaterinburg, a 1.400 kilómetros de Moscú, tenía esa finalidad. Nadie se hubiera enterado si en abril de ese año no se hubiera producido un fallo en el sistema de ventilación de esas instalaciones.

Unos filtros de aire mal colocados desataron una catástrofe silenciosa. Aquel día se liberaron esporas de ántrax al exterior y la gente las comenzó a inhalar. Los médicos se vieron desbordados por la cantidad de gente que llegaba a los hospitales con los pulmones rasgados y acababa con una hemorragia cerebral.

Las autoridades salieron a expresar que esa epidemia se debía al consumo de carne contaminada y se deshicieron de los registros médicos de los fallecidos. Para que la versión tuviera credibilidad, se detuvo a vendedores de carne y se sacrificó a algunos animales. Sin embargo, algunos intuyeron que en aquello no había verdad.

En 1994, una investigación liderada por la Universidad de Harvard demostró que la causa real del accidente había sido una inhalación de esporas de ántrax. Pero aquellos científicos no fueron capaces de secuenciar completamente el ADN modificado de la bacteria.

Para combatir el ántrax, una enfermedad que afecta al ganado y raramente a los humanos, existen medicamentos e incluso una vacuna para inmunizar a las personas. Sin embargo,los soviéticos intentaron durante la Guerra Fría crear una cepa resistente a los antibióticos y a los antígenos.

El equipo de investigadores actuales ha averiguado el genoma completo de esa bacteria superpotente gracias a las muestras que se guardaron en su día provenientes de tejidos de víctimas mortales de la epidemia de 1979. Comparando la cepa con el árbol genealógico de otras cepas de ántrax, descubrieron que el código de ADN de la cepa letal apenas difería del de la cepa utilizada para crear la vacuna. Los resultados apuntan a que los soviéticos manipularon ambas para crear una altamente vilurenta.

“Todo esto es sumamente indicativo de un programa de armas que identificó una cepa adecuada, mantuvo las reservas de células maestras y realizó manipulaciones mínimas para mantener la virulencia”, concluyó el equipo en un artículo.

Los soviéticos querían un arma biológica resistente a las antibióticos y vacunas existentes

“Fue uno de los brotes de ántrax por inhalación más grandes de la historia y uno de los pocos rastros del secreto soviético que se dedica a la investigación de armas biológicas”, escribe Beth Mole, periodista de ArsTechnica.

En 1992, Borís Yeltsin, el entonces presidente de Rusia, aprobó un decreto que prohibía esta clase de experimentos con fines militares. Sin embargo, Mole tiene dudas de que esas pruebas concluyeran por completo. “Los informes de los desertores soviéticos en los años noventa hablan de un vasto y altamente financiado programa que involucra a decenas de miles de investigadores que trabajan en armas biológicas”, escribe.

Aunque ninguna prueba demuestre que los experimentos sigan ocurriendo, al menos tranquiliza saber que el genoma de una de las cepas más letales haya sido desvelado. A partir de aquí se podría investigar una cura para hacer frente a esta clase de ántrax en el caso de que se liberara si ocurriera una guerra biológica en el futuro.

Rusia. En plena fase de détente de la Guerra Fría. Algo falla. La fuga de una bacteria de unos laboratorios secretos en los que se experimenta para dar con perfectas armas biológicas provoca la muerte de entre 66 y 100 ciudadanos. La cifra real nunca se conoció. Sí se sabe que aquellas personas murieron desangradas por dentro, víctimas de unas terribles hemorragias internas para las que costaba encontrar una causa.

El caso ocurrió en 1979, en la ciudad soviética de Sverdlovsk (hoy Yekaterinburg), pero no ha sido hasta ahora cuando unos científicos han podido determinar la secuencia genética de aquella cepa de ántrax. 40 años más tarde se ha confirmado que la bacteria, ya de por sí peligrosa, había sido modificada para hacerla altamente letal.

La fuga de 1979 se intentó encubrir a base de mentiras. El gobierno ruso sabía que si se descubría la verdad se evidenciaría que estaba violando la Convención sobre Armas Químicasque había tenido lugar cuatro años antes. En aquel encuentro, se prohibió el desarrollo, la producción y el almacenamiento de armas biológicas y los países se comprometieron al desarme de este tipo de mal. Con ese acuerdo se enterraban los últimos cuchillos de la Guerra Fría.

Un fallo en el sistema de ventilación liberó esporas de ántrax que la gente inhaló

Pero Rusia hizo trizas aquel pacto y siguió en secreto experimentando. Aquel laboratorio instalado en Yekaterinburg, a 1.400 kilómetros de Moscú, tenía esa finalidad. Nadie se hubiera enterado si en abril de ese año no se hubiera producido un fallo en el sistema de ventilación de esas instalaciones.

Unos filtros de aire mal colocados desataron una catástrofe silenciosa. Aquel día se liberaron esporas de ántrax al exterior y la gente las comenzó a inhalar. Los médicos se vieron desbordados por la cantidad de gente que llegaba a los hospitales con los pulmones rasgados y acababa con una hemorragia cerebral.

Las autoridades salieron a expresar que esa epidemia se debía al consumo de carne contaminada y se deshicieron de los registros médicos de los fallecidos. Para que la versión tuviera credibilidad, se detuvo a vendedores de carne y se sacrificó a algunos animales. Sin embargo, algunos intuyeron que en aquello no había verdad.

En 1994, una investigación liderada por la Universidad de Harvard demostró que la causa real del accidente había sido una inhalación de esporas de ántrax. Pero aquellos científicos no fueron capaces de secuenciar completamente el ADN modificado de la bacteria.

Para combatir el ántrax, una enfermedad que afecta al ganado y raramente a los humanos, existen medicamentos e incluso una vacuna para inmunizar a las personas. Sin embargo,los soviéticos intentaron durante la Guerra Fría crear una cepa resistente a los antibióticos y a los antígenos.

El equipo de investigadores actuales ha averiguado el genoma completo de esa bacteria superpotente gracias a las muestras que se guardaron en su día provenientes de tejidos de víctimas mortales de la epidemia de 1979. Comparando la cepa con el árbol genealógico de otras cepas de ántrax, descubrieron que el código de ADN de la cepa letal apenas difería del de la cepa utilizada para crear la vacuna. Los resultados apuntan a que los soviéticos manipularon ambas para crear una altamente vilurenta.

“Todo esto es sumamente indicativo de un programa de armas que identificó una cepa adecuada, mantuvo las reservas de células maestras y realizó manipulaciones mínimas para mantener la virulencia”, concluyó el equipo en un artículo.

Los soviéticos querían un arma biológica resistente a las antibióticos y vacunas existentes

“Fue uno de los brotes de ántrax por inhalación más grandes de la historia y uno de los pocos rastros del secreto soviético que se dedica a la investigación de armas biológicas”, escribe Beth Mole, periodista de ArsTechnica.

En 1992, Borís Yeltsin, el entonces presidente de Rusia, aprobó un decreto que prohibía esta clase de experimentos con fines militares. Sin embargo, Mole tiene dudas de que esas pruebas concluyeran por completo. “Los informes de los desertores soviéticos en los años noventa hablan de un vasto y altamente financiado programa que involucra a decenas de miles de investigadores que trabajan en armas biológicas”, escribe.

Aunque ninguna prueba demuestre que los experimentos sigan ocurriendo, al menos tranquiliza saber que el genoma de una de las cepas más letales haya sido desvelado. A partir de aquí se podría investigar una cura para hacer frente a esta clase de ántrax en el caso de que se liberara si ocurriera una guerra biológica en el futuro.