EL ORIGEN DEL DIA DE SAN VALENTIN

Hace apenas un par de días, los enamorados de medio mundo pasearon su amor allá por donde andaban, calles, bares y restaurantes se llenaban de besos acompañados de vino y  rosas. Hace apenas un par de días fue San Valentín, la fiesta de los enamorados por excelencia,  la fiesta en honor a ese santo del catolicismo cuya historia posiblemente tenga más de leyenda que de historia. Porqué aunque supongo que ya todo sabréis, algunos opinan que el origen de la celebración del 14 de Febrero nace en la denominada Leyenda de San Valentín.

Corría el siglo III y sobre el imperio romano gobernaba Marcus Aurelius Valerius Claudius Augustus, Claudio II, una época en la que aquellos primeros cristianos eran perseguidos y castigados con la pena de muerte a menos que renunciaran a su fe. Sin embargo esta no era la única causa por la que el emperador castigaba con pena de muerte a sus súbditos, entre otras había una cuanto menos curiosa, la ley prohibía  a los soldados a contraer matrimonio. Dos eran las razones que se esgrimían, de una parte el celibato se suponía aumentaba el poder de los guerreros, de otra Roma y su emperador requerían luchadores plenamente dedicados a su causa, y depender de mujeres e hijos no era compatible con la causa.

Valentín era un joven sacerdote de la cada vez más arraigada fe cristiana, y cuentan que al caer la noche, amparándose en las sombras, procesiones de enamorados se escapaban junto al sacerdote hacía las colinas. Allí, los soldados más osados junto con sus amadas, celebraban en presencia de Valentín su compromiso de amor, y este, bendecía la unión de la pareja.

Pero llegó el día, en que Valentino fue arrestado y enviado a prisión. El carcelero encargado de su custodia al observar que el joven se trataba de una persona ilustrada, pidió permiso para llevarle a su hija, una hermosa joven ciega de nacimiento, para recibir lecciones de Valentín. Apenas serían unas semanas, ya que la ejecución del cristiano no se demoraría demasiado. Valentín no solo aprovecho del  poco tiempo del que disponía para enseñar a Julia, que así se llamaba la joven, historia y aritmética, también le hablo de su fe, y de su Dios, un Dios más poderoso que todos los dioses romanos juntos.

Cuentan que cierto día ella le pregunto si era cierto que Dios escucha todas las oraciones. Tras afirmar Valentín que eso era cierto, Julia le dijo que rezaría a su Dios cada día y en todo momento para pedirle que le permitiera ver. El joven le recordó que no era suficiente con rezar, también hace falta creer. Entonces ella se arrodillo, le cogió fuertemente la mano y le dijo “yo creo en tu Dios” acto seguid comenzó a rezar. Y la leyenda dice que en ese preciso instante una luz brillante iluminó toda la celda, después, una Julia radiante empezó a gritar llena de júbilo “Valentín, puedo ver, puedo ver”.

En la víspera de su muerte, Valentín escribió su última carta a Julia, una carta en la que le pedía que no abandonara su recién abrazada fe y que se mantuviera cerda de Dios, una última carta que firmó como “De tu Valentín”

Valentín fue ejecutado el 14 de febrero del año 270 y enterrado en la que hoy es la iglesia de Praxedes en Roma, la leyenda nos cuenta que Julia plantó un almendro junto a su tumba, almendro que se ha convertido con los años en un símbolo del amor y la amistad.

A lo largo del tiempo, hombres y mujeres han rendido homenaje al Santo llevando a sus pies cartas en nombre del Amor. Una forma que con el correr de los años  en la actualidad ha dado paso al intercambio de tarjetas y cartas entre enamorados el día 14 de febrero.

Pero claro, como ya todos sabemos, a menudo la iglesia santifica algunos días para ocultar el verdadero origen de ciertas celebraciones, y de esa manera satisfacer a aquellos que se resisten a dejar de festejar celebraciones de origen pagano. De modo que no sería justo hablar del día de San Valentín sin hacer referencia a “las Luparcales”.

Una de las celebraciones  de la antigua Roma con más carga sexual y  cuya finalidad era la exaltación de la fertilidad, era la festividad de los Lupercales, que cada 15 de Febrero se realizaban en torno al monte Palatino, y cuyo nombre hacía referencia al Fauno Luperco, romanización de Pan, dios griego de los bosques, la agricultura, el pastoreo, la fertilidad y la sexualidad masculina desenfrenada.

Las luparcales marcaban que el invierno comenzaba a alejarse dando paso a la primavera, la estación de la fertilidad. Eran unas fiestas de purificación colectiva, donde no solo se preparaba a la tierra, sino también al cuerpo, de cara a una buena cosecha. Entre los rituales propios de esas fiestas se encontraba la flagelación, donde los jóvenes lupercos flagelaban a las mujeres para transmitirles su energía fecundadora y  demostrarles la virilidad del macho cabrío.  Como curiosidad, añadir que el origen del nombre del mes de Febrero puede que esté relacionado con esta festividad, ya que se baraja que su nombre derive de las tiras de piel, utilizadas para fabricar los flagelos, denominadas Februa.

El inicio de los rituales se efectuaba en la gruta del Lupercal, en la cual la leyenda de la creación de Roma dice Rómulo y Remo fueron amamantados por la loba. En esta gruta, situada en el monte Palatino, se sacrificaban varias cabras y un perro. Después del sacrificio, dos jóvenes se acercaban al altar, y eran ungidos en la frente con la sangre del cuchillo utilizado durante el sacrificio, a continuación se les limpiaba la sangre con un pedazo de lana empapado en leche, y los dos jóvenes entonaban unas carcajadas rituales.

Con la piel de los animales sacrificados se fabricaban las februas y acto seguido se iniciaba una carrera frenética alrededor del monte Palentino en busca de mujeres a las que flagelar para asegurarles la fertilidad. Este acto se denominaba februatio.

Algunos autores como Cicerón se avergonzaban de haber visto participar a conocidos suyos en esta festividad, que como es de suponer iba acompañado de un banquete ritual con la carne de los animales sacrificados, regado con abundante vino.

El origen de esta festividad según nos relata Ovidio,  se sitúa en el reinado de Rómulo y Remo, donde las Sabinas tras ser raptadas por los latinos, perdieron su esterilidad. Tras consultar el oráculo de la diosa Juno, en el bosque Esquilo, ésta respondió: ” Italidas matres, inquit, sacer hircus inito!” (Que un cabrío sagrado penetre las mujeres de Italia), por lo que un adivino etrusco reinterpretó esta enigmática frase dando inicio al citado ritual.

Los Lupercos constituían una cofradía de sacerdotes, elegidos anualmente entre los ciudadanos más ilustres de la ciudad. En los orígenes de esta festividad debían ser adolescentes que habían vivido de la caza y el merodeo en el bosque, es decir, como lobos-humanos, en su etapa de transición a la edad adulta.

A pesar de que en el año 100 a.C., algunos autores ya consideraban esta festividad como “licenciosa”, por contener una alta carga de sexualidad, durante los años de gobierno de Augusto, las Lupercales recobraron gran importancia, debido a la preocupación del emperador ante la falta de nuevos nacimientos entre los ciudadanos romanos

También cuenta la tradición que durante estas fiestas las jóvenes introducían en una caja prendas de ropa femenina, después los muchachos iban sacando las diferentes piezas y se emparejaban con su dueña.

Con el decreto de ilegalidad por parte del emperador Teodosio en el año 345 d.C. de todo cuanto estuviera relacionado con el paganismo y la adoración de dioses antiguos, las lupercales se distorsionaron, siendo sustituidas por otros actos de carácter festivos permitidos.

A pesar de todo esto, su desaparición oficial no se dio hasta un siglo después, bajo el papado de Gelasio  quien volvió a decretar la desaparición absoluta de esta festividad, aunque para ello tuvo que cristianizarla, instituyendo la fiesta de “San Valentín”, mártir cristiano muerto en el año 270 d.C.

¿Luparcales? ¿San Valentín? ¿Historia o Leyenda? En el fondo da igual, lo importante es que os mantengáis eternamente enamorados, aunque sea de la vida.

Hace apenas un par de días, los enamorados de medio mundo pasearon su amor allá por donde andaban, calles, bares y restaurantes se llenaban de besos acompañados de vino y  rosas. Hace apenas un par de días fue San Valentín, la fiesta de los enamorados por excelencia,  la fiesta en honor a ese santo del catolicismo cuya historia posiblemente tenga más de leyenda que de historia. Porqué aunque supongo que ya todo sabréis, algunos opinan que el origen de la celebración del 14 de Febrero nace en la denominada Leyenda de San Valentín.

Corría el siglo III y sobre el imperio romano gobernaba Marcus Aurelius Valerius Claudius Augustus, Claudio II, una época en la que aquellos primeros cristianos eran perseguidos y castigados con la pena de muerte a menos que renunciaran a su fe. Sin embargo esta no era la única causa por la que el emperador castigaba con pena de muerte a sus súbditos, entre otras había una cuanto menos curiosa, la ley prohibía  a los soldados a contraer matrimonio. Dos eran las razones que se esgrimían, de una parte el celibato se suponía aumentaba el poder de los guerreros, de otra Roma y su emperador requerían luchadores plenamente dedicados a su causa, y depender de mujeres e hijos no era compatible con la causa.

Valentín era un joven sacerdote de la cada vez más arraigada fe cristiana, y cuentan que al caer la noche, amparándose en las sombras, procesiones de enamorados se escapaban junto al sacerdote hacía las colinas. Allí, los soldados más osados junto con sus amadas, celebraban en presencia de Valentín su compromiso de amor, y este, bendecía la unión de la pareja.

Pero llegó el día, en que Valentino fue arrestado y enviado a prisión. El carcelero encargado de su custodia al observar que el joven se trataba de una persona ilustrada, pidió permiso para llevarle a su hija, una hermosa joven ciega de nacimiento, para recibir lecciones de Valentín. Apenas serían unas semanas, ya que la ejecución del cristiano no se demoraría demasiado. Valentín no solo aprovecho del  poco tiempo del que disponía para enseñar a Julia, que así se llamaba la joven, historia y aritmética, también le hablo de su fe, y de su Dios, un Dios más poderoso que todos los dioses romanos juntos.

Cuentan que cierto día ella le pregunto si era cierto que Dios escucha todas las oraciones. Tras afirmar Valentín que eso era cierto, Julia le dijo que rezaría a su Dios cada día y en todo momento para pedirle que le permitiera ver. El joven le recordó que no era suficiente con rezar, también hace falta creer. Entonces ella se arrodillo, le cogió fuertemente la mano y le dijo “yo creo en tu Dios” acto seguid comenzó a rezar. Y la leyenda dice que en ese preciso instante una luz brillante iluminó toda la celda, después, una Julia radiante empezó a gritar llena de júbilo “Valentín, puedo ver, puedo ver”.

En la víspera de su muerte, Valentín escribió su última carta a Julia, una carta en la que le pedía que no abandonara su recién abrazada fe y que se mantuviera cerda de Dios, una última carta que firmó como “De tu Valentín”

Valentín fue ejecutado el 14 de febrero del año 270 y enterrado en la que hoy es la iglesia de Praxedes en Roma, la leyenda nos cuenta que Julia plantó un almendro junto a su tumba, almendro que se ha convertido con los años en un símbolo del amor y la amistad.

A lo largo del tiempo, hombres y mujeres han rendido homenaje al Santo llevando a sus pies cartas en nombre del Amor. Una forma que con el correr de los años  en la actualidad ha dado paso al intercambio de tarjetas y cartas entre enamorados el día 14 de febrero.

Pero claro, como ya todos sabemos, a menudo la iglesia santifica algunos días para ocultar el verdadero origen de ciertas celebraciones, y de esa manera satisfacer a aquellos que se resisten a dejar de festejar celebraciones de origen pagano. De modo que no sería justo hablar del día de San Valentín sin hacer referencia a “las Luparcales”.

Una de las celebraciones  de la antigua Roma con más carga sexual y  cuya finalidad era la exaltación de la fertilidad, era la festividad de los Lupercales, que cada 15 de Febrero se realizaban en torno al monte Palatino, y cuyo nombre hacía referencia al Fauno Luperco, romanización de Pan, dios griego de los bosques, la agricultura, el pastoreo, la fertilidad y la sexualidad masculina desenfrenada.

Las luparcales marcaban que el invierno comenzaba a alejarse dando paso a la primavera, la estación de la fertilidad. Eran unas fiestas de purificación colectiva, donde no solo se preparaba a la tierra, sino también al cuerpo, de cara a una buena cosecha. Entre los rituales propios de esas fiestas se encontraba la flagelación, donde los jóvenes lupercos flagelaban a las mujeres para transmitirles su energía fecundadora y  demostrarles la virilidad del macho cabrío.  Como curiosidad, añadir que el origen del nombre del mes de Febrero puede que esté relacionado con esta festividad, ya que se baraja que su nombre derive de las tiras de piel, utilizadas para fabricar los flagelos, denominadas Februa.

El inicio de los rituales se efectuaba en la gruta del Lupercal, en la cual la leyenda de la creación de Roma dice Rómulo y Remo fueron amamantados por la loba. En esta gruta, situada en el monte Palatino, se sacrificaban varias cabras y un perro. Después del sacrificio, dos jóvenes se acercaban al altar, y eran ungidos en la frente con la sangre del cuchillo utilizado durante el sacrificio, a continuación se les limpiaba la sangre con un pedazo de lana empapado en leche, y los dos jóvenes entonaban unas carcajadas rituales.

Con la piel de los animales sacrificados se fabricaban las februas y acto seguido se iniciaba una carrera frenética alrededor del monte Palentino en busca de mujeres a las que flagelar para asegurarles la fertilidad. Este acto se denominaba februatio.

Algunos autores como Cicerón se avergonzaban de haber visto participar a conocidos suyos en esta festividad, que como es de suponer iba acompañado de un banquete ritual con la carne de los animales sacrificados, regado con abundante vino.

El origen de esta festividad según nos relata Ovidio,  se sitúa en el reinado de Rómulo y Remo, donde las Sabinas tras ser raptadas por los latinos, perdieron su esterilidad. Tras consultar el oráculo de la diosa Juno, en el bosque Esquilo, ésta respondió: ” Italidas matres, inquit, sacer hircus inito!” (Que un cabrío sagrado penetre las mujeres de Italia), por lo que un adivino etrusco reinterpretó esta enigmática frase dando inicio al citado ritual.

Los Lupercos constituían una cofradía de sacerdotes, elegidos anualmente entre los ciudadanos más ilustres de la ciudad. En los orígenes de esta festividad debían ser adolescentes que habían vivido de la caza y el merodeo en el bosque, es decir, como lobos-humanos, en su etapa de transición a la edad adulta.

A pesar de que en el año 100 a.C., algunos autores ya consideraban esta festividad como “licenciosa”, por contener una alta carga de sexualidad, durante los años de gobierno de Augusto, las Lupercales recobraron gran importancia, debido a la preocupación del emperador ante la falta de nuevos nacimientos entre los ciudadanos romanos

También cuenta la tradición que durante estas fiestas las jóvenes introducían en una caja prendas de ropa femenina, después los muchachos iban sacando las diferentes piezas y se emparejaban con su dueña.

Con el decreto de ilegalidad por parte del emperador Teodosio en el año 345 d.C. de todo cuanto estuviera relacionado con el paganismo y la adoración de dioses antiguos, las lupercales se distorsionaron, siendo sustituidas por otros actos de carácter festivos permitidos.

A pesar de todo esto, su desaparición oficial no se dio hasta un siglo después, bajo el papado de Gelasio  quien volvió a decretar la desaparición absoluta de esta festividad, aunque para ello tuvo que cristianizarla, instituyendo la fiesta de “San Valentín”, mártir cristiano muerto en el año 270 d.C.

¿Luparcales? ¿San Valentín? ¿Historia o Leyenda? En el fondo da igual, lo importante es que os mantengáis eternamente enamorados, aunque sea de la vida.