LIBELO DE SANGRE – El estigma de los Judíos

A pesar de que desde tiempos bíblicos el pueblo judío tiene prohibido el consumo de sangre, a lo largos de los siglos han sido muchas las ocasiones en que una parte de esa comunidad ha sido acusada de asesinar niños, principalmente niños cristianos, para extraerles la sangre, un ingrediente, según se decía, imprescindible para la cocción del pan ácimo utilizado en sus celebraciones. Este tipo de acusaciones ha pasado a la historia con el nombre de “Libelo de Sangre”

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La primera referencia a un libelo de sangre, según el historiador Flavio Josefo, fue en Alejandría, en el siglo I de nuestra era, donde se acusó a los judíos de sacrificar personas en el templo. El primer caso documentado surgió en Inglaterra, en Norwich, en 1144, cuando el cadáver de un niño de nombre Guillermo fue hallado en el bosque.

Guillermo de Norwich, considerado como un mártir local poco después de su muerte, contaba once años cuando, según el relato, fue atraído con halagos, amordazado, atado y crucificado. El cuerpo fue llevado en un saco por dos judíos al bosque de Mosehold, con el propósito de incinerarlo allí, pero habiendo sido sorprendidos antes de terminar su tarea, dejaron el cuerpo colgado de un árbol.

En 1189, la delegación judía que participaba en la coronación de Ricardo Corazón de León fue atacada y muerta por la multitud. El 6 de febrero de 1190, todos los judíos de Norwich fueron muertos en sus casas, a excepción de unos pocos que se refugiaron en el castillo. En 1290, los judíos fueron expulsados de Inglaterra y no se les permitió regresar hasta cuatro siglos después, en 1655.

Casos similares se repitieron en 1147 en Wursburg, en 1168 en Gloucester, en 1171 en Blois, en 1182, en Lincoln y en 1286 en Munich. En España, el primer libelo de sangre conocido tuvo lugar en Zaragoza en 1250, con la figura de Dominguito de Val, un niño de 7 años.

De nuevo, y siempre según los relatos cristianos, el niño habría sido secuestrado y asesinado por un grupo de judíos locales, que pretendían reproducir con su cuerpo la Pasión de Cristo. Lo crucificaron en una cruz, y más tarde le decapitaron y enterraron su cuerpo a orillas del Ebro.

Por su condición de monaguillo e infante del coro en la catedral de San Salvador, Dominguito acabó convertido en patrón de los monaguillos de la ciudad, y se inició el proceso para su canonización. Curiosamente, y aunque los hechos supuestamente tuvieron lugar en 1250, las primeras referencias históricas que se conservan al respecto datan de 1583, más de trescientos años después, lo que indica que la historia se copió de otros libelos que circulaban por entonces en otros países. Pese a todo, la historia cuajó bien entre la sociedad zaragozana de la época, y la catedral de La Seo destinó una de sus capillas al culto a Santo Dominguito, que todavía existe hoy, y en la que la tradición ubica las reliquias del pequeño mártir. En 1965, sin embargo, la Iglesia de Roma suprimió el culto al infante, al considerar la historia como falsa.

Se calcula que desde el siglo XII en adelante hubieron ciento cincuenta juicios en Europa contra las comunidades judías por crímenes de libelo de sangre, todos ellos con condenas inculpatorias. Esta calumnia aparece en Los Cuentos de Canterbury de Geofrrey Chaucer y en Ulises de James Joyce.

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Con el paso de los siglos el libelo también fue introducido por misioneros cristianos más allá de las fronteras europeas, entre otros, existieron casos documentados en Beirut, Damasco, Trípoli o El Cairo.  En tiempos modernos, tanto en el siglo XIX como en el XX, L´Osservatore Romano, Civiltá Cattolica y la Radio Vaticana respaldaron fábulas acerca del libelo de sangre. Este último periódico publicó sobre este tema incluso durante el Holocausto. Desde la década de 1930, los nazis incorporaron el libelo a su maquinaria de propaganda antijudía. Según el historiador James Parkes, “En Europa Oriental, entre los católicos romanos y los cristianos ortodoxos orientales…hay casi más ejemplos de la acusación en los años 1880 y 1945 que en toda la Edad Media”.

A pesar de que desde tiempos bíblicos el pueblo judío tiene prohibido el consumo de sangre, a lo largos de los siglos han sido muchas las ocasiones en que una parte de esa comunidad ha sido acusada de asesinar niños, principalmente niños cristianos, para extraerles la sangre, un ingrediente, según se decía, imprescindible para la cocción del pan ácimo utilizado en sus celebraciones. Este tipo de acusaciones ha pasado a la historia con el nombre de “Libelo de Sangre”

La primera referencia a un libelo de sangre, según el historiador Flavio Josefo, fue en Alejandría, en el siglo I de nuestra era, donde se acusó a los judíos de sacrificar personas en el templo. El primer caso documentado surgió en Inglaterra, en Norwich, en 1144, cuando el cadáver de un niño de nombre Guillermo fue hallado en el bosque.

Guillermo de Norwich, considerado como un mártir local poco después de su muerte, contaba once años cuando, según el relato, fue atraído con halagos, amordazado, atado y crucificado. El cuerpo fue llevado en un saco por dos judíos al bosque de Mosehold, con el propósito de incinerarlo allí, pero habiendo sido sorprendidos antes de terminar su tarea, dejaron el cuerpo colgado de un árbol.

En 1189, la delegación judía que participaba en la coronación de Ricardo Corazón de León fue atacada y muerta por la multitud. El 6 de febrero de 1190, todos los judíos de Norwich fueron muertos en sus casas, a excepción de unos pocos que se refugiaron en el castillo. En 1290, los judíos fueron expulsados de Inglaterra y no se les permitió regresar hasta cuatro siglos después, en 1655.

Casos similares se repitieron en 1147 en Wursburg, en 1168 en Gloucester, en 1171 en Blois, en 1182, en Lincoln y en 1286 en Munich. En España, el primer libelo de sangre conocido tuvo lugar en Zaragoza en 1250, con la figura de Dominguito de Val, un niño de 7 años.

De nuevo, y siempre según los relatos cristianos, el niño habría sido secuestrado y asesinado por un grupo de judíos locales, que pretendían reproducir con su cuerpo la Pasión de Cristo. Lo crucificaron en una cruz, y más tarde le decapitaron y enterraron su cuerpo a orillas del Ebro.

Por su condición de monaguillo e infante del coro en la catedral de San Salvador, Dominguito acabó convertido en patrón de los monaguillos de la ciudad, y se inició el proceso para su canonización. Curiosamente, y aunque los hechos supuestamente tuvieron lugar en 1250, las primeras referencias históricas que se conservan al respecto datan de 1583, más de trescientos años después, lo que indica que la historia se copió de otros libelos que circulaban por entonces en otros países. Pese a todo, la historia cuajó bien entre la sociedad zaragozana de la época, y la catedral de La Seo destinó una de sus capillas al culto a Santo Dominguito, que todavía existe hoy, y en la que la tradición ubica las reliquias del pequeño mártir. En 1965, sin embargo, la Iglesia de Roma suprimió el culto al infante, al considerar la historia como falsa.

Se calcula que desde el siglo XII en adelante hubieron ciento cincuenta juicios en Europa contra las comunidades judías por crímenes de libelo de sangre, todos ellos con condenas inculpatorias. Esta calumnia aparece en Los Cuentos de Canterbury de Geofrrey Chaucer y en Ulises de James Joyce.

Con el paso de los siglos el libelo también fue introducido por misioneros cristianos más allá de las fronteras europeas, entre otros, existieron casos documentados en Beirut, Damasco, Trípoli o El Cairo.  En tiempos modernos, tanto en el siglo XIX como en el XX, L´Osservatore Romano, Civiltá Cattolica y la Radio Vaticana respaldaron fábulas acerca del libelo de sangre. Este último periódico publicó sobre este tema incluso durante el Holocausto. Desde la década de 1930, los nazis incorporaron el libelo a su maquinaria de propaganda antijudía. Según el historiador James Parkes, “En Europa Oriental, entre los católicos romanos y los cristianos ortodoxos orientales…hay casi más ejemplos de la acusación en los años 1880 y 1945 que en toda la Edad Media”.