El diablo vengativo
Seguramente ha escuchado alguna vez a alguien decir: “Me gustaría vender mi alma al diablo para que me conceda mis deseos”. Sin embargo, aunque la mayoría de las personas no lo dice en serio, hay un pequeño porcentaje que sí lo hace, y han obtenido resultados fatales.

 

Me refiero específicamente a los casos donde los que intentan hacer el pacto se arrepienten en el último momento, lo que a final de cuentas en ocasiones resulta peor. Esto ocurrió precisamente en el municipio de Cenotillo, ubicado al oriente del Estado de Yucatán. En toda esa zona, los vaqueros son muy afectos a contar historias de Juan Tuul (el señor del ganado) y la forma en que lo han invocado para que convertirse en excelentes vaqueros y no les pase nada en su peligroso oficio.

Pero no sólo a Juan Tuul se le invoca. Hay quienes “llaman” directamente al demonio, pero si se hace sin pleno convencimiento, el castigo puede ser peor del esperado.

Según nos relató Jony Josué Tzab Pasos, en un rancho de Cenotillo un vaquero y el dueño querían saber si de verdad existía el diablo. Averiguaron acerca del secreto para invocarlo y verlo. Les dijeron que fueran al centro del corral del ganado durante nueve noches a las 12 de la noche, y así lograrían comunicarse con el maligno.

Así que hicieron el ritual, para la última noche todo estaba en calma, pero al invocar al demonio se escuchó un fuerte viento que venía desde lejos, desgajando árboles y haciendo mucho ruido.

También se escuchaba que se acercaba un caballo a todo galope, echando fuego por las patas, el cual se paró frente a ellos. Era un corcel negro con su jinete con el traje del mismo color. Los señores, al verlo, corrieron a sus respectivas casas. El vaquero vivía con su hijo y su mujer, y el dueño vivía con su esposa.

El vaquero entró a su casa y abrazó fuertemente a su hijo de dos años, y el dueño le contó a su mujer lo que había pasado. Al amanecer, el vaquero y su hijo tenían fiebre al igual que el dueño del rancho.

Pasó una semana y seguían con lo mismo, hasta que confesaron al párroco del pueblo lo que habían hecho. El sacerdote volvió a bautizar a los tres, el dueño y el vaquero se curaron pero el niño a fin de cuentas murió, a pesar de que lo habían llevado con doctores y curanderos.

Se dice que el diablo se cobró con la vida del niño la burla que el dueño y el vaquero le habían hecho. Porque como dice el dicho: “con el diablo no se juega”.

Para finalizar su relato, Jony Josué Tzab Pasos reitera que es un suceso auténtico: “Esto es un hecho real, no es una historia ni un cuento. Es algo verídico que les sucedió a dos amigos de mi abuelo y aún vive la esposa del vaquero para contarlo”.

 

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