Armas autónomas, la amenaza fantasma

Armas autónomas, la amenaza fantasma La tecnología para crear máquinas capaces de tomar la decisión…

Armas autónomas, la amenaza fantasma

La tecnología para crear máquinas capaces de tomar la decisión de matar ya existe. ¿Está Terminator al caer?

 

¿Existen máquinas bélicas que podamos considerar independientes? El Departamento de Defensa de EE. UU. considera que un arma autónoma es “un sistema que, una vez activado, puede seleccionar objetivos y apuntar contra ellos sin necesidad de intervención humana”. Esta restrictiva definición incluye los dispositivos que permiten el paso a modo manual para que sea una persona la que acabe disparando, que es lo que se hace ahora.
Atendiendo a esta descripción, podría decirse que hoy solo tenemos armamento semiautónomo, alevines de lo que está por venir. Sin embargo, ya se fabrican prototipos capaces de desplazarse libremente y seleccionar objetivos a los que aplicar su potencia destructiva siguiendo el criterio de la inteligencia artificial. Por ahora, pueden operar solo en el entorno y las condiciones previamente modeladas por sus diseñadores y programadores, pero la historia nos enseña que todo lo posible con la tecnología existente acaba convirtiéndose en una realidad. Los expertos aseguran que ese momento llegará en pocas décadas… o años.

Científicos contra las máquinas asesinas

Las verdaderas armas autónomas letales o LAW (siglas inglesas de lethal autonomous weapon), como se las suele llamar, se enfrentarán al enemigo sin órdenes humanas y decidirán qué hacer para evitar los obstáculos que pretendan impedir la ejecución de su misión. Por ejemplo, un pequeño tanque podría patrullar las calles de una ciudad y actuar sin un piloto que decidiera por él. Estos ingenios todavía no existen, pero ya han desatado una gran polémica y un debate internacional.

 

En el verano de 2015, más de mil científicos, expertos en tecnología y especialistas en inteligencia artificial firmaron un manifiesto contra las armas autónomas, a las que definían como “la tercera revolución en la historia de la guerra, después de la pólvora y las bombas nucleares”. Los firmantes, entre los que se encontraban figuras tan populares y prestigiosas como el astrofísico británico Stephen Hawking, el emprendedor Elon Musk, presidente de Tesla y SpaceX, y Steve Wozniak, cofundador de Apple, pedían la prohibición de este nuevo armamento.
Desde entonces, miles de científicos y ciudadanos comunes se han sumado a esta petición, que esgrime argumentos difíciles de rebatir. Por ejemplo, ¿qué sucedería si algún Estado acaba desarrollando esta tecnología? Lo más probable es que comenzara una carrera armamentística global de peligrosas consecuencias: terroristas, señores de la guerra y dictadores podrían acabar haciéndose con estas sofisticadas herramientas de destrucción, a medida que se generalizaran. Según el manifiesto, “las armas autónomas se convertirían en los kalashnikov del futuro“. Además, si las máquinas se erigiesen en las protagonistas de los conflictos bélicos y se redujera la presencia de tropas en el frente, algunos países podrían verse más inclinados a la agresión, porque se reduciría el peligro para sus soldados.

Drones inteligentes

En paralelo a la discusión filosófica y legal, las potencias tecnológicamente avanzadas se han embarcado en una carrera de prototipos o usan ya –como Corea del Sur e Israel– sistemas semiautónomos terrestres o antiaéreos. Estados Unidos ha probado con éxito
el X-47B (foto), el primer vehículo aéreo no tripulado capaz de aterrizar sin ayuda en un portaaviones y de repostar en vuelo sin intervención humana. Cuando entre en servicio, no requerirá operadores que lo controlen en tierra. Los objetivos de cada misión se cargarán en su ordenador central y la máquina se ocupará de cumplirlos, ya sean de observación o de ataque.
Por su parte, Rusia ha exhibido ya su carro de combate T-14, cuya torreta puede operar de forma autónoma; y el Reino Unido desarrolla junto con la firma BAE Systems el dron semiautónomo Taranis, similar al X-47B, con capacidad para tareas de vigilancia e inteligencia, pero también para señalar objetivos e incluso atacarlos una vez autorizado. China mantiene en este campo su opacidad habitual, pero los expertos no dudan de que trabaja en armamento de esta clase.