Demonios

  En religión, ocultismo y folclore, un demonio o daemon, daimon (del griego δαίμων daimôn1…

 

En religión, ocultismo y folclore, un demonio o daemon, daimon (del griego δαίμων daimôn1 ) es un ser supernatural descrito como algo que no es humano y usualmente resulta malévolo. Sin embargo, la palabra griega original “daimon” es neutral y no contiene una connotación necesariamente negativa en sus inicios para los antiguos griegos. Esto sucedió por la aplicación de la koiné (en el helenístico y en el Nuevo Testamento en griego) del término daimonion (δαιμόνιον)2 y más tarde se atribuyó ese sentido maléfico a cualquier palabra afín que compartiera la raíz, cuando originalmente fue previsto para denotar simplemente a un “espíritu” o un “ser espiritual”

En las religiones del oriente cercano así como en las derivadas de las tradiciones Abrahamicas, incluyendo la demonología medieval cristiana, un demonio es considerado un “espíritu impuro”, el cual puede causar una posesión demoniáca y puede ser expulsado por el ritual del exorcismo. En el ocultismo de Occidente y la magia renacentista (una mezcla de magia greco-romana, demonología judía y tradición cristiana), un demonio es una entidad espiritual que puede ser conjurada y controlada. En la literatura muchos de los demonios fueron ángeles caídos.

La concepción más extendida en Occidente es la judeocristiana, según la cual los demonios son espíritus del mal con la potestad de poseer a los seres humanos. Para el cristianismo, en particular, los demonios son espíritus inmundos, esbirros de Satanás (príncipe de este mundo y enemigo declarado de Dios y sus ángeles, cuya morada es el regnum caelorum (‘reino de los cielos’). Se identifica a Satanás como el Ángel caído, que se rebeló contra Dios.
No obstante, en un sentido general y apartándose de la cosmovisión judeocristiana, para otras culturas los demonios no son necesariamente considerados seres malvados. Los griegos, por ejemplo, dividían a los demonios entre buenos y malignos: agatho démones (αγαθοδαίμονες) y caco démones (κακοδαίμονες), respectivamente. Mientras que los agatodémones se asemejan a la noción judaica de ángel protector, los cacodémones, por su parte, no serían otros que los ángeles caídos a los que se refiere la tradición judeocristiana. Tal es el caso de Lucifer, príncipe de los demonios, que el cristianismo identifica con Satanás.