Fantasmas y aparecidos en la tradición maya

 

Los antiguos mayas creían que las almas de los fallecidos iban a parar al Inframundo, aunque de vez en cuando podían aparecerse en forma de fantasmas ante los seres humanos.

fantasmas aparecidos tradicion maya
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En la cosmogonía de buena parte de los pueblos oriundos de América, las almas habitan el Inframundo, al que se penetra a través de grutas, y los dioses permanecen en el cielo. Nuestra realidad es el Mundo Intermedio, al cual pueden «ascender» los espíritus los fallecidos o «descender» los dioses. Los jíbaros, al igual que los integrantes de otros pueblos indígenas del continente americano, están convencidos de que las almas de algunas personas que se significaron por su valentía, poder chamánico o sabiduría, tienen la posibilidad de permanecer como fantasmas durante algún tiempo en nuestra realidad para proteger a sus descendientes, a su clan o incluso a la tribu en su totalidad. Pero también pueden ser agresivos, llegando a causar la muerte de aquellos que osen emprender acciones hostiles contra sus protegidos o que amenacen los lugares o los objetos sagrados. 

En nuestro Mundo Intermedio también actúan otra clase de espíritus que no han elegido voluntariamente quedarse apegados a esta realidad material, sino que no son conscientes de que han fallecido, y vagan eternamente adhiriéndose a los cuerpos sutiles de los vivos. Son los espectros sufrientes o errantes, siempre solos e infelices, cuyo único objetivo es revivir su existencia terrenal. Se apegan a los individuos causando enfermedades físicas y psíquicas. No sólo influyen en los sueños de los seres humanos, sino que «los recuerdos de los difuntos pueden confundirse con las experiencias oníricas de la persona viva, con el resultado de que los vivos creen estar recordando, erróneamente, experiencias de sus vidas pasadas», escribe Michael Harner.

Fantasmas en el mundo maya 

Los chamanes oscuros trabajan con los espíritus sufrientes del Mundo Intermedio, a los cuales pueden utilizar tanto para curar a alguien como para causarle una enfermedad o cualquier otro mal. Sin embargo, se trata de una práctica muy peligrosa para el chamán, porque puede despertar el odio del alma ancestral que cuida a la persona contra la que envía el espectro errante. Esta clase de «sacerdotes brujos» causan un gran respeto y temor en el resto de los miembros de la tribu, ejerciendo un enorme poder sobre ellos, pero no suelen vivir demasiado tiempo, pues acaban falleciendo a causa de un accidente o una dolencia motivada por algún espíritu protector. 

Los antiguos mayas también creían que las almas de los fallecidos iban a parar al Inframundo, aunque de vez en cuando podían aparecerse ante los seres humanos. Miguel Rivera Dorado, profesor de Cultura Maya en la Universidad Complutense de Madrid y durante años director de la Misión Arqueológica de España en México, es uno de los mayores especialistas en las creencias y cosmogonía de este fascinante pueblo. En su documentado y exhaustivo libro El pensamiento religioso de los antiguos mayas (Trotta, 2006) escribe lo siguiente: «Es incuestionable que los difuntos mayas habitan en el Inframundo, pero también lo es que pueden volver ocasionalmente a la superficie de la tierra. Un buen ejemplo sería el dintel 15 de Yaxchilán, en cuyo relieve no sólo se ha presentado una mujer viva que ve a un muerto, sino la gran serpiente que indica el ámbito en el que éste mora y que abre sus fauces para facilitar su salida hacia el reino de los vivientes. También en la estela 6 de Itzimté podemos ver el cuerpo completo del antepasado que sale de la serpiente ante una mujer de la familia real». 

Es incuestionable que los difuntos mayas habitan en el Inframundo, pero también lo es que pueden volver ocasionalmente a la superficie de la tierra

Según Rivera Dorado, «por eso seguramente las tumbas están situadas bajo los mismos edificios que habían sido usados u ocupados por los que se fueron, para expresar que ellos viajan entre las dos esferas de la realidad, es decir, siguen existiendo aquí y allá. Son dos mundos conectados por numerosas vías: las cuevas, el juego de pelota, los templos, los laberintos y, por supuesto, las mismas tumbas físicas. Los vivos pueden ir al Inframundo y regresar, por ejemplo durante el sueño, y los muertos van y vienen por los mismos caminos».

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