El aditivo alimentario cancerígeno en ratas, dióxido de titanio (E-171), que tomamos

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Existe un aditivo alimentario, el E171 (dióxido de titanio), que está en el punto de mira por su posible toxicidad. Se usa como blanqueador en las pastas dentífricas, las galletas o los chicles y también se utiliza en cosméticos o en protectores solares. En Francia, el Instituto Nacional de Investigación Agronómica (INRA), lo está investigando pues los primeros resultados de sus análisis concluyen que puede ser cancerígeno en ratas.

© desconocido
Óxido de titanio.

Un trabajo publicado en Scientific Reports por investigadores del INRA francés y realizado en ratas de laboratorio, documenta que el E171 traspasa las paredes del intestino y llega al organismo, con efectos sobre la salud, en concreto como potencialmente carcinógeno para los seres humanos.

Para llegar a las conclusiones que mencionamos, los investigadores expusieron a ratas al E171 (exposición oral), a una dosis de 10 mg diarios por kilogramo de peso corporal, un valor cercano a la exposición alimentaria humana (según datos de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) de septiembre de 2016).

Los investigadores sometieron a las ratas a una exposición oral crónica de dióxido de titanio por el agua de beber durante cien días.

En un grupo de ratas tratadas previamente con un agente carcinógeno experimental, la exposición condujo al aumento del tamaño de las lesiones preneoplásicas.

En un grupo de ratas sanas expuestas al E171, cuatro de once animales desarrollaron espontáneamente lesiones neoplásicas del epitelio intestinal. Los animales no expuestos no mostraron anormalidades tras los cien días del estudio. Estos resultados indican un efecto tanto iniciador como promotor del E171 en las primeras etapas de la carcinogénesis colorrectal en los animales.

¿Y qué dice la EFSA, la encargada de garantizar la seguridad alimentaria en la Unión Europea? Pues que a mella no le constan los posibles daños de este pigmento, que hacenfalta más estudios paras llegar a un “consenso científico” y lo que suelen hacer las agencias cuando se descubre un nuevo peligro para la salud, quitarle importancia no vaya a molestarse la industria de turno.

La independencia de la EFSA parece estar en entredicho, con numerosos casos de conflictos de interés con la industria a la que debe vigilar y regular, formando parte de su panel de científicos y las numerosas controversias sobre los resultados científicos de esta institución.

Así que si esperamos a que instituciones como esta tomen medidas destinadas a proteger a las personas mejor sentarnos y ponernos cómodos porque el asunto va para largo.

Lo más práctico es informarnos bien de qué alimentos y productos cotidianos llevan el dióxido de titanio y no comprarlos. Y que cuando se terminen de documentar sus posibles toxicidades, los políticos comprometidos con la ciudadanía tomen cartas en el para su eliminación y/o sustitución.

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