Se llama TOI-849b, está a 225 años luz de distancia y se trata del mayor planeta rocoso encontrado hasta ahora. Algo más pequeño que Neptuno, es 40 veces más masivo que la Tierra, tiene casi la misma densidad y su superficie es 150 veces mayor que la del mundo que habitamos.

Este planeta monstruoso fue descubierto por un equipo de astrónomos dirigido por David Armstrong, de la Universidad de Warwick, en Gran Bretaña y el hallazgo, firmado por más de 120 investigadores, acaba de publicarse en el servidor de noticias científicas arXiv.

Los astrónomos creen que se trata del núcleo sólido de un antiguo y poderoso gigante gaseoso, ahora desprovisto del grueso manto de gas que una vez lo rodeó. Hace mucho tiempo, su aspecto debió de ser similar al de nuestros Júpiter, Saturno, Urano o Neptuno. Se trata de la primera vez que se descubre un planeta de esta clase, y su estudio puede ayudar a comprender “qué tienen dentro” los gigantes gaseosos de nuestro propio Sistema Solar.

Dentro de los planetas gigantes

“El interior de los planetas gigantes -escriben los investigadores- sigue siendo poco conocido incluso para los mundos del Sistema Solar, ya que las dificultades en la observación conducen a grandes incertidumbres en las propiedades de esos núcleos planetarios. Por eso, los planetas que han experimentado vías evolutivas extrañas pueden proporcionarnos una nueva ruta para comprender esos interiores planetarios”.

Armstrong y su equipo encontraron el descomunal planeta con el telescopio espacial TESS, de la NASA (Satélite de Estudio de Exoplanetas en Tránsito), mientras sus instrumentos observaban estrellas distantes en busca de las tenues caídas periódicas de su brillo que se producen, precisamente, cuando un planeta pasa por delante de ellas.

“Nunca habíamos visto hasta ahora planetas de esa densidad que tengan este tamaño” -explica Armstrong-. En efecto, se esperaría que un mundo rocoso tan enorme se hubiera construido una gruesa y densa atmósfera a su alrededor, convirtiéndose en un gigante gaseoso similar a Júpiter. Y no sabemos por qué no fue así”.

Una posible idea es que TOI-849b podría haberse quedado sin gas a medida que se formaba, de modo que consiguió construir un núcleo pero no una atmósfera. Sin embargo, no queda claro cómo podría desarrollarse este proceso. Según los autores, sería mucho más probable que el planeta se formara como un gigante gaseoso “normal”, y perdiera después, de algún modo, su gas, ya sea porque se acercó demasiado a su estrella y su atmósfera fue barrida por ella, o a causa de una catastrófica colisión con otro planeta gigante.

Desierto neptuniano

La ubicación de TOI-849b en su sistema también resulta extraña. De hecho, orbita alrededor de su estrella una vez cada 18,4 horas, tan cerca de ella que su temperatura superficial es de aproximadamente 1.500 grados. Por lo general, mundos del tamaño de Neptuno tan cerca de sus estrellas se desgarran o se vaporizan parcialmente a causa de la potente radiación estelar, lo que ha llevado a los astrónomos a denominar el área en la que TOI-849b orbita como “desierto neptuniano caliente”.

Sea como fuere, está claro que este mundo no ha seguido las pautas normales de evolución planetaria. De hecho, resulta extraño no solo en comparación de los planetas de nuestro Sistema Solar, sino también con respecto a los otros más de 4.000 planetas conocidos. Es, por ahora, un planeta único y su misterioso camino evolutivo está desafiando las ideas actuales sobre cómo funciona la formación planetaria.

Si TOI-849b se formó realmente como un gigante gaseoso normal y su atmósfera quedó destruida después por algún evento catastrófico, podría ayudar a los astrónomos a aprender muchas cosas nuevas. Según Armstrong, “es muy, muy difícil estudiar los núcleos de los planetas. Incluso en el Sistema Solar, no sabemos mucho sobre el núcleo de Júpiter, Saturno, Neptuno o Urano, porque está toda esa atmósfera en medio”.

Con todo, TOI-849b podría contar con una atmósfera muy delgada, formada cuando el calor de la estrella vaporiza las rocas y el polvo de su superficie. Si fuera así, la próxima generación de telescopios, más potentes que los actuales, podría analizar esa atmósfera para aprender de la composición química de TOI-849b, lo que a su vez podría ayudar a aclarar los enigmas que envuelven a los planetas gigantes en general.