Las Palabras Mágicas.

En el esoterismo, muchos sonidos tienen correspondencias en el mundo espiritual, y algunos, como el mantra “om”, son capaces de abrir nuestro sexto sentido. En este contexto, la palabra adquiere un poder particular, no solo por los sonidos que la articulan sino por sus significados, muchas veces ocultos y capaces de atraer fuerzas enormemente poderosas. Así, desde las primeras tradiciones mágicas en los albores de la civilización, la palabra ha sido el elemento más importante al servicio del mago, ya que con ésta se articulan los conjuros, se expresan las maldiciones, y se crean fórmulas de invocación y oraciones que han sobrevivido al paso de los siglos.

Quizá, la mejor explicación para el poder de la palabra, sea el hecho de que ésta es un vehículo para la expresión del pensamiento, y de las emociones y sentimientos en la medida en que ambas cosas se vinculan al primero. Así, y dado que entre los llamados “planos sutiles” están el plano mental y el plano astral (vinculado a emociones y pensamientos), las palabras, por su condición de agentes significantes usados por enormes grupos humanos, pueden crear condensaciones, disipaciones, y otros procesos a nivel de las energías propias de los planos sutiles cuyas sustancias guardan un vínculo esencial con aquellos aspectos que compromete la naturaleza de la palabra.

Por ello (según se desprende de los grimorios y otros “libros mágicos”), y sobre todo cuando en relación a los fines deseados la palabra vaya acompañada de un correcto “desempeño mágico” en aspectos como la pronunciación, la repetición (en casos donde es necesaria), la concentración mental, la intensidad y tipo de emoción y el grado de convicción y comprensión con respecto a lo que se hace, ésta se constituirá en un elemento capaz de destruir, crear, abrir o cerrar portales, cortar o establecer vínculos con entidades, y otras cosas más.

Mas en el contexto referido no es posible usar cualesquiera palabras con eficacia, sino las idóneas para las funciones que precisen los fines deseados; ya que, según dicen los expertos, el uso indebido de “palabras mágicas” puede traer consecuencias nefastas, y no simplemente un fracaso a la hora de ver cumplirse nuestros deseos.

Actualmente, vemos que muchas de las supuestas palabras mágicas están en latín, cosa que se debe al apogeo que la brujería occidental experimentó durante la Edad Media, en la cual el latín hacía las veces de “lengua universal”, “lengua docta” y, muchas veces, “lengua mágica”, en parte quizá por su profuso empleo en Teología, campo que en ese entonces estaba investido por cierta aura de reserva y trascendencia; y que, al igual que la magia, se vinculaba al mundo espiritual.

palabras-magicas4De esas palabras en latín legadas sobre todo de la brujería medieval, muchas tenían significaciones definidas, mientras que otras no significaban absolutamente nada, pero aún así se les daba diversos usos definidos, como protección o sanación. Si funcionaban o no es cosa aparte, pero muchos hechiceros actuales siguen creyendo en el poder de algunas de esas antiguas palabras sin sentido; y, si bien en algunos casos se han sugerido explicaciones para su supuesto poder, en otros casos no se comprende por qué sirven.

Con respecto a aquellas antiguas palabras “mágicas” que han caído en descrédito actualmente, se tiene que la mayoría de ellas fueron inventadas por magos callejeros, por charlatanes que solo buscaban impresionar y crear la ilusión de que poseían conocimientos arcanos, muchas veces revelados por ángeles, demonios u otras entidades. Evidentemente muchos de esos charlatanes hacían eso para conseguir dinero por parte de crédulos que, en una época de tanta superstición, abundaban en cualquier estrato social, al punto de que algunos ingeniosos estafadores consiguieron cuernos de narval para hacerlos pasar por cuernos de unicornio y venderlos a varias veces el precio de su peso en oro. Como es de suponer, en el caso de las falsas palabras mágicas, los charlatanes más agudos podían hacer cosas como crear palabras “mágicas” que tuvieran una fonética parecida a fórmulas investidas de poder (como las de la misa en latín) en el imaginario social, o bien simplemente recurrir a las asociaciones psicológicas de los sonidos para crear palabras “mágicas” que hiciesen pensar en cosas dignas de temor, respeto o reverencia.

Por otro lado, estructuras verbales compuestas que expresaban el poder mágico de la palabra, como eran los encantamientos y en general las fórmulas mágicas, en muchas culturas tribales eran cantadas, acompañadas de bailes e instrumentos, o bien eran proferidas en gritos o aullidos, como hacían hechiceros de la Antigüedad en Grecia y Roma.

Caso aparte merecen los mantras, que pueden ir desde sonidos como el “om” (entendible como una palabra desde la perspectiva morfológica), hasta oraciones como el famoso “om mani padme hum” (existen ligeras variaciones del mismo), que ha pasado incluso al ocultismo occidental, tal y como se deduce de las palabras de Samael Aun Weor, quien interpretándolo esotéricamente dice: ‹‹Este mantram se pronuncia esotéricamente así: “om masi padme yom”: (Alargando el sonido de cada letra, y en forma silabeada). El significado de este mantram es: “¡Oh mi Dios, en mí!”. Debe vocalizarse este mantram con el Corazón en Meditación Profunda, adorando al “Intimo”, amando al “Intimo”, rindiéndole culto al “Intimo”, porque el Intimo es en esencia el Alma de nuestro Padre encarnada en nosotros, nuestra Divina Individualidad en la cual necesitamos absorbernos para entrar en esa dicha infinita e indescriptible del Nirvana, donde ya no hay penas, ni lágrimas, ni dolor.››. No obstante, si buscamos indagar en su originario sentido filosófico-espiritual, resultan idóneas las palabras del Dalai Lama, para quien: ‹‹Las seis sílabas, Om Mani Padme Hum, significan que a partir de la práctica de un camino, que es la unión indivisible del método y la sabiduría, puedes transformar tu cuerpo, tu habla y tu mente impuras en el cuerpo, el habla y la mente puras y exaltadas de un buda. Se dice que no debes buscar la budeidad fuera de ti, las sustancias para el logro de la budeidad están dentro de ti. Como dice Maitreya, en el Sublime Continuo del Gran Vehículo (Uttaratantra), todos los seres tienen intrínsecamente la naturaleza búdica en su continuo mental. Tenemos dentro de nosotros la semilla de la pureza, “la esencia de aquellos que han ido” (Tathaghatagarbha), que debe ser transformada y desarrollada completamente en la budeidad.››

palabras-magicas3Volviendo a Occidente, vemos que la palabra mágica “Abracadabra” es la que más fama ha tenido y aún tiene. Ésta apareció por vez primera en el libro Ren Reconditae (“Asuntos Secretos”) de Serenus Sammonicus, un médico romano del siglo III d.C. En su obra, Serenus dice que la palabra puede curar la fiebre terciana (enfermedad semejante a la gripe), y que tanto puede ser útil pronunciarla, como colgársela al cuello a manera de amuleto —que cura la enfermedad si se lo usa 9 días y después se lo lanza hacia atrás a un río que al este—, siempre y cuando esté escrita de la forma gráfica ilustrada en la imagen izquierda, aunque en un pergamino virgen.

Pero: ¿cuáles son los orígenes de la palabra “abracadabra”? Tal palabra apareció en la obra de Serenus, pero sus raíces son mucho más antiguas, y hay tres hipótesis al respecto: 1. Se originó del arameo “avrah kahdabra”, cuyo significado es “yo creo como hablo”. 2. Surgió del hebreo “aberah KeDabar”, que significa “iré creando conforme hable”. 3. Según una traducción hecha por Eduardo Galeano, surgió en el hebreo antiguo y significa “envía tu fuego hasta el final” 4. Es una derivación del nombre “Abraxas”.

Importantes también son los significados individuales de ciertos elementos de la palabra:

A: Es la unidad del Primer Principio, el agente intelectual y activo

B: Es la fecundación del Binario operada por La Unidad.

R: Es un signo ternario que simboliza la unión de las dos letras anteriores y por tanto de los principios que representan.

11: Este es el total de letras de la palabra, y representa la suma de la unidad que es el iniciado con el denario de Pitágoras.

66: Es el número de letras contenidas en el triángulo que se forma con la palabra “abracadabra” y sus letras, escritas como se mostró arriba.

12: Cabalísticamente implícito en el triángulo de “abracadabra”, en tanto cuadrado del ternario y cuadratura mística del círculo.

La palabra “abracadabra” siguió siendo empleada hasta el siglo XVII, y en el año 1665, cuando la peste bubónica azotó Londres, muchos habitantes ingleses la usaron colgándosela al cuello para intentar protegerse…

Regresando al Medioevo, vemos que, muchas de las palabras mágicas supuestamente más poderosas, eran palíndromos, esto es, palabras o frases que se leen igual de izquierda a derecha que de derecha a izquierda y, en el caso de la magia, con ciertos grupos de palabras mágicas se formaban “cuadrados mágicos” (en realidad muchas veces eran rectángulos), que se leían igual de derecha a izquierda que de izquierda a derecha, de abajo hacia arriba que de arriba hacia abajo. Un ejemplo era el cuadrado formado por “sator arepo tenet opera rotas”:

SATOR

AREPO

TENET

OPERA

ROTAS

El significado de la fórmula se desconoce, pero figura en cientos de libros de magia y conjuros, en los cuales se explicaba que las propiedades del referido cuadrado mágico eran: detección de brujas, protección contra la hechicería, defensa contra la enfermedad, e incluso extinción del fuego si se lo escribía en una bandeja de madera y se lo lanzaba al incendio que se quería apagar…

Sí, lo anterior suena muy descabellado, pero no es nada si lo comparamos con el cuadrado mágico derivado de “odac dara arad cado”, el cual permitía volar, o con el derivado de “milon irago lamal nolim”, que dotaba de retrocognición (clarividencia de hechos pasados), visión remota y precognición a quien lo cargara escrito en un pergamino puesto sobre su cabeza, cosas que no les vendría nada mal intentar conseguir a los estudiantes universitarios actuales, pues podrían saber qué tomarán en el examen si se ponen aquel cuadrado mágico en la cabeza…

Llegados a este punto, el lector estará preguntándose cómo es que la gente del Medioevo creía en la magia de aquellos benditos cuadrados. Y es que: ¿acaso los historiadores nos han hablado de documentos históricos en que se mencione que una o más personas volaron después de usar el cuadrado de “odac dara arad cado”? Si así fuera, probablemente las industrias aeronáuticas modernas estarían contratando expertos en magia en lugar de gastar tanto en ingenieros y materiales de aviones… Sabemos que no fue así, y que efectivamente la gente medieval creía en tales cosas. ¿Por qué? Sencillamente porque los especialistas en magia culpaban a los practicantes del fracaso en el uso de los cuadrados. Y es que, cuando algo no resultaba, alegaban que debía hacerse con materiales específicos, bajo influencias astrológicas determinadas, en tiempos bien precisos y con cierta disposición interna y forma particular de pronunciación… Pero eso sí: cuando alguien se colgaba uno de esos cuadrados mágicos y sanaba (aunque fuese en mucho tiempo), la causa no era nada natural, era el cuadrado, dejándose de lado el abanico de condiciones que se citaban cuando los cuadrados fracasaban…

Ahora bien, aparte de los cuadrados existía una multitud de fórmulas mágicas cuya pronunciación ayudaba para ciertos fines. Ejemplos eran:

• “Melchor, Gaspar, Baltasar”: esto debía decirse en voz alta, justo antes de tomar el arma para una cacería. Supuestamente daba mayor puntería y suerte a la hora de encontrar presas.

• “¡Miroch!”: este nombre debía gritarse para paralizar al adversario en peleas donde no bastasen nuestras fuerzas naturales. Claro está que, si no se paralizaba y os llegaba un buen puñetazo, es que se había pronunciado mal el nombre o alguna otra cosa…

• “Galaté, Galatá, Calín, Calá”: esto debía repetirse en voz alta tres veces tras invocar, también en voz alta, al arcángel Uriel. Supuestamente daba suerte en juegos de cartas y de azar, y no perdéis nada (excepto que os queden mirando…) si lo intentáis antes de usar el sexto sentido para elegir un boleto de lotería.

• “¡Armisí, Farisí, Restingó!”: esto se debe gritar cuando nos estén robando a mano armada. Supuestamente nos librará, y la verdad es que es muy probable que sirva, dado que el atracador puede empezar a reírse a carcajadas si nos oye gritar eso…

• “Lasgaroth, Aphoridos, Palatia, Urat, Condión, Lamacrón, Fudón, Arpagón,

Alamar, Bulganis veniat Serebani”: Esto se debe repetir en voz alta cuantas veces se crea necesario, santiguándose entre una y otra repetición de la invocación (son nombres). Sirve para librarnos de la mala suerte y de los espíritus y entes malignos. Así que ya sabéis: si os ha ido de lo peor, repetid eso algunas veces y todo estará bien…

Los anteriores son ejemplos risibles de hasta dónde ha llegado la creencia en la magia de las palabras, pero no por casos como esos debemos creer que la palabra, al menos cuando se usa bajo ciertos parámetros, no puede llegar a tener un verdadero poder mágico. Así, si bien es cierto que en el contexto de las prácticas esotéricas ninguna palabra basta en sí misma para provocar milagros o desgracias, sí es verdad que las palabras son una excelente forma para canalizar nuestras energías psíquicas, y que empleadas de cierta manera (esto rige sobre todo para los mantras) pueden conducirnos a estados mentales y espirituales especiales, además de que permiten invocar entidades (de luz u oscuridad), abrir o cerrar portales, maldecir, bendecir y otras cosas más, pero nada de esto lo pueden lograr en sí mismas, sino solo cuando se usan bajo ciertos parámetros, que implican una variedad de aspectos como el estado de quien las usa, la forma en que se las usa, el contexto (tiempo, espacio, situación, etc.) en que se las usa, y, en los casos pertinentes, los elementos junto a los cuales se las emplea.

 

Source: Mundooculto.es