Vampiros del mundo: El Manananggal

Para nuestra siguiente parada vampírica no vamos a recorrer una gran distancia por el globo terráqueo, ya que nos quedaremos en el Pacífico, y más concretamente en Filipinas, donde encontramos a nuestra siguiente criatura: el Manananggal, “el que se separa en dos”, según reza su significado en lengua tagala. Siguiendo un esquema parecido al de otros seres de su naturaleza, sobre todo la del Aswang (del que se dice que deriva nuestro ser y que trataremos en otra ocasión), durante el día asemeja ser una mujer totalmente normal, incluso hermosa en la mayoría de las ocasiones. Cosa distinta a la que ocurre por las noches, al abrigo de las sombras. Para cuando el Sol desaparece en el horizonte y se siente segura de miradas indiscretas, nuestra bella mujer se parte por la mitad, literalmente. Separa su cuerpo en dos, dejando atrás la zona inferior, siendo la parte superior de su cuerpo la que vuela por los cielos y acecha a sus víctimas, en muchas ocasiones provistas de alas para cuando se presenta la ocasión. La visión no debe ser nada agradable, desde luego.

A pesar de hallarnos en Filipinas, el Manananggal tiene fobias y costumbres parecidas a los vampiros europeos, fruto más que probable de la fusión de las tradiciones locales con la presencia jesuita en la zona. Odia el ajo y puede convertir a otras personas si las convence o las engaña para que beba su sangre.  Como en otras ocasiones que ya veremos, su alimento predilecto consiste en sangre de niños, mujeres jóvenes o parturientas, y es que este rasgo es uno de los que tiene más dispersión geográfica entre los vampiros a lo largo y ancho del mundo. Curioso como las leyendas, a pesar de adaptarse a las costumbres y miedos de tal o cual lugar conservan una raíz bastante parecida.

En esa terrible transformación el Manananggal presenta una lengua larga y dura, parecida a una especie de telaraña, que le sirve para perforar la piel de sus víctimas, en busca de su preciado alimento. Especial cuidado deben tener las embarazadas, ya que este terrible ser puede pretender hacerse con la sangre del corazón de su feto nonato, a pesar de tener que abrirse paso a través del vientre de la mujer, útero incluido. Si sacia sus ansias de alimentarse, cosa que suele suceder muy a menudo en las historias, su vientre presentará la típica forma de una embarazada, aunque con un toque grotesco de hinchazón. Además de todo esto, si la sombra de alguien es lamida por el Manananggal morirá consumido poco después.

Cómo acabar con esta criatura es algo que tiene relación con sus parientes de tras zonas del globo, especialmente de Europa: podemos echar sal, ajo o cenizas sobre su parte inferior, siempre que su parte superior esté de caza. Así, cuando las dos mitades intenten unirse, le será inútil, muriendo al llegar el amanecer y no haber recobrado su apariencia humana completa.

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Para nuestra siguiente parada vampírica no vamos a recorrer una gran distancia por el globo terráqueo, ya que nos quedaremos en el Pacífico, y más concretamente en Filipinas, donde encontramos a nuestra siguiente criatura: el Manananggal, “el que se separa en dos”, según reza su significado en lengua tagala. Siguiendo un esquema parecido al de otros seres de su naturaleza, sobre todo la del Aswang (del que se dice que deriva nuestro ser y que trataremos en otra ocasión), durante el día asemeja ser una mujer totalmente normal, incluso hermosa en la mayoría de las ocasiones. Cosa distinta a la que ocurre por las noches, al abrigo de las sombras. Para cuando el Sol desaparece en el horizonte y se siente segura de miradas indiscretas, nuestra bella mujer se parte por la mitad, literalmente. Separa su cuerpo en dos, dejando atrás la zona inferior, siendo la parte superior de su cuerpo la que vuela por los cielos y acecha a sus víctimas, en muchas ocasiones provistas de alas para cuando se presenta la ocasión. La visión no debe ser nada agradable, desde luego.

A pesar de hallarnos en Filipinas, el Manananggal tiene fobias y costumbres parecidas a los vampiros europeos, fruto más que probable de la fusión de las tradiciones locales con la presencia jesuita en la zona. Odia el ajo y puede convertir a otras personas si las convence o las engaña para que beba su sangre.  Como en otras ocasiones que ya veremos, su alimento predilecto consiste en sangre de niños, mujeres jóvenes o parturientas, y es que este rasgo es uno de los que tiene más dispersión geográfica entre los vampiros a lo largo y ancho del mundo. Curioso como las leyendas, a pesar de adaptarse a las costumbres y miedos de tal o cual lugar conservan una raíz bastante parecida.

En esa terrible transformación el Manananggal presenta una lengua larga y dura, parecida a una especie de telaraña, que le sirve para perforar la piel de sus víctimas, en busca de su preciado alimento. Especial cuidado deben tener las embarazadas, ya que este terrible ser puede pretender hacerse con la sangre del corazón de su feto nonato, a pesar de tener que abrirse paso a través del vientre de la mujer, útero incluido. Si sacia sus ansias de alimentarse, cosa que suele suceder muy a menudo en las historias, su vientre presentará la típica forma de una embarazada, aunque con un toque grotesco de hinchazón. Además de todo esto, si la sombra de alguien es lamida por el Manananggal morirá consumido poco después.

Cómo acabar con esta criatura es algo que tiene relación con sus parientes de tras zonas del globo, especialmente de Europa: podemos echar sal, ajo o cenizas sobre su parte inferior, siempre que su parte superior esté de caza. Así, cuando las dos mitades intenten unirse, le será inútil, muriendo al llegar el amanecer y no haber recobrado su apariencia humana completa.

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