¿Cómo era el verdadero rostro de la Virgen María? Esta imagen fue elaborada por especialistas

El Santo Sudario de Turín, también conocido como la Síndone o Sábana Santa, es una antiquísima tela de lino que muestra, a la manera de un negativo fotográfico, la imagen de un hombre que presenta marcas y traumas físicos propios de una crucifixión, lo que para muchos sería el indicio más patente de que fue el manto que se colocó sobre el cuerpo del mismo Jesucristo en el momento de su entierro.

Por ende, el rostro del hombre de barba y cabellos largos que aparece estampado en la Sábana Santa no sería otro que la misma faz del Nazareno que fue crucificado a los 33 años y resucitó a los tres días para ascender a los Cielos y sentarse a la diestra de Dios.

¿Cómo era el verdadero rostro de la Virgen María? Esta imagen fue elaborada por especialistas

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Independientemente de la polémica que se ha instalado entre los partidarios y detractores de la autenticidad del Sudario de Turín, un grupo de especialistas, partiendo de la base de que según las leyes genéticas los hijos suelen parecerse a la madre y la madre a sus hijos, intentó representar el rostro de la Virgen María, la madre de Jesús, basándose en la imagen estampada del presunto rostro de Cristo en la Sábana Santa de Turín.

El resultado del experimento fue el rostro de una joven de cara ovalada, nariz recta y labios carnosos.

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Según la tradición cristiana, existen varios verdaderos retratos de María, realizados por San Lucas, quien, además de haber sido médico y evangelista, también se le atribuye el oficio de pintor (por lo cual ejerce en la actualidad el patronazgo de los pintores).

Las representaciones pictóricas que se hicieron de San Lucas en la Edad Media y el Renacimiento, de hecho, suelen representar al santo evangelista tomando apuntes del natural o pintando directamente a la Virgen María con el niño Jesús, mientras un ángel guía su mano, aunque estas imágenes se basan más en la leyenda aúrea de Jacobo de la Vorágine ( S XIII), según la cual, la Virgen se le aparecía a San Lucas con el Salvador en brazos. Es decir, Lucas habría pintado a la Virgen María de dos modos distintos: uno de modo natural y otro mediante apariciones.

Algunas leyendas piadosas llegan a afirmar que la Virgen quedó gratamente sorprendida con el trabajo pictórico de San Lucas e incluso dio su aprobación a alguno de los cuadros.

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Pintura que representa a San Lucas pintando a la Virgen María y al pequeño niño Dios.

La tradición también cuenta que existe un cuadro del verdadero rostro de la Virgen María, pintado por San Lucas. Cuando San Eusebio fue desterrado a Palestina por el emperador Constancio, en el año 354, al regresar le trajo a su amigo San Máximo una imagen de la Virgen María que -según se decía- había sido pintada por el mismísimo San Lucas. San Máximo colocó el cuadro traído de Palestina en una capilla de Turín, al lado de una iglesia dedicada a San Andrés. Así, el pueblo de Turín comenzó a venerar a la Virgen María bajo el título de Consoladora que, en la expresión popular, devino en Consolata.

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Los obispos de Turín confiaron la imagen de la Consolata a los Padres Benedictinos en el año 840, pero los religiosos debieron esconder la pintura debido a la persecución y destrucción de imágenes por parte de los iconoclastas, y posteriormente, por una guerra que destruyó el templo de San Andrés y la capilla donde estaba, sepultándola bajo los escombros supuestamente para siempre.

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Vista entera de la pintura de la Virgen de la Consolata y el niño Jesús, cuyo autor según la tradición católica sería San Lucas.

En el año 1104, sin embargo, la Virgen se le apareció a un ciego llamado Jean Ravais en Briançon, Francia, a quien le prometió devolverle la vista cuando llegara al lugar que Ella le indicaría, y donde encontraría la imagen perdida pintada por San Lucas. Jean Ravais siguió las exactas indicaciones de la Virgen y luego de un largo viaje llegó a Turín, a la torre de una Iglesia destruida. El 20 de junio de ese mismo año, en presencia del obispo, sus sacerdotes y el pueblo, comenzaron las excavaciones. Milagrosamente, la imagen perdida con el verdadero rostro de la Virgen apareció intacta debajo de las ruinas.

El emocionado obispo, después de sacar la imagen de entre los escombros, la expuso a la vista de todo el pueblo allí congregado, exclamando: “¡Ruega por nosotros, Virgen Consoladora!”, a lo que la gente respondió: “Intercede por tu pueblo”. En ese mismo momento, Jean Ravais, el ciego que había viajado de Francia a Italia siguiendo las instrucciones de la Virgen María, recobró la vista.