De dioses y destinos: el mito de Pandora

Contaban los rapsodas griegos que el mito nació del corazón de un poeta, y que a través de él, de su existencia conoció el hombre. Eran tiempos de grandes dioses, tiempos en los que surgieron las Oceánidas  y los Titanes, vieron la luz las Ninfas y las Musas, nacieron los Cíclopes y las Erinias, emergieron las Melíades y los Gigantes, los primeros tiempos que el mundo conoció, y lo hizo a través de la grandeza del nacimiento de la excelsa Grecia.

Del Caos, del más remoto de los estados, surgió Gea, la Madre Tierra. Y fue ella misma la que engendró a Ponto, el dios del mar, a Urano, el dios del cielo, y a los Ourea, los demonios de las montañas. De su luz habrían de nacer todos y cada uno de los dioses olímpicos, pues a través de sus hijos estos fueron engendrados. La titánide Rea, hija de Gea, se unió a Cronos para concebir a  Deméter, Hades, Hera, Hestia, Poseidón y a Zeus, el padre de todos los dioses y los hombres.

Cuando Zeus alcanzó la edad adulta, ayudado por sus hermanos mayores, Hades y Poseidón, emprendió  una cruenta batalla contra su padre Cronos en la que le obligó a regurgitar (hay que mantener el pensamiento mitológico) a sus hermanos menores, liberando también a los hermanos de Cronos, los Hecatónquiros y los Cíclopes, que se encontraban presos en el Tártaro. Estos, como muestra de agradecimiento le hicieron portador de su famoso rayo. Desde entonces, esta divinidad se alzará como padre y señor del Olimpo y dios celestial. Por otra parte, Hades se convertirá en el dios del inframundo y el dios Poseidón en la divinidad de los mares.

Zeus blandiendo el rayo. (Winiyouwi/CC BY-SA 4.0)

Zeus blandiendo el rayo. ( Winiyouwi/CC BY-SA 4.0 )

El mito mantiene la idea de un Zeus todopoderoso y omnipresente que se encargaba de hacer cumplir las leyes establecidas. Un gobernante que no permitía los excesos, ni que se quebrantaran las obligaciones y deberes, estableciendo de esta forma un completo orden cósmico. Tras un tiempo indeterminado, los dioses decidieron crear al hombre para dotar a la tierra de vida mortal, y encargaron a los hijos de los Titanes la tarea de su creación. Fue Prometeo, hermano de Atlas e hijo de Jápeto, quien a través del barro moldeó al primer hombre que poblaría el mundo conocido.

Prometeo, conocido como el gran benefactor de la humanidad, también gustaba de encolerizar a los demás dioses y al mismo Zeus. Por ese motivo, y ante sus continuos engaños y tretas, Zeus como castigo decidió privar a la humanidad del fuego del que disfrutaban hasta ese momento. Pero Prometeo, astuto a la vez que osado, urdió de nuevo un plan para devolvérselo a los hombres. Por ello, según nos relata Apolodoro, tomó el rayo de Zeus y de él prendió una vara:

“Prometeo,  luego de modelar a los hombres con agua y tierra, les dio también el fuego, ocultándolo con una vara a escondidas de Zeus. Pero cuando este se enteró ordenó a Hefesto que clavase su cuerpo en el monte Cáucaso. Es éste un monte escítico. Clavado en él, Prometeo estuvo atado muchos años. Cada día un águila, cayendo sobre él, le devoraba los lóbulos del hígado, que volvían a crecer por la noche”. (Apolodoro, siglo II a. C.)

Prometeo lleva el fuego a la humanidad (ca. 1817). Óleo obra de Heinrich Friedrich Füger (1751-1818). (Dominio público)

Prometeo lleva el fuego a la humanidad (ca. 1817). Óleo obra de Heinrich Friedrich Füger (1751-1818). (Dominio público )

Prometeo, que era inmortal, sufría día tras día la agonía de la muerte sin llegar nunca a paliar su dolor, pues su sufrimiento, si nadie lo enmendaba, sería eterno. Pero aquella venganza no fue suficiente para Zeus, e inmediatamente trazó un plan para castigar y condenar de forma definitiva a la humanidad y al mundo conocido. 

El padre de los dioses encomendó a Hefesto la tarea de crear una mujer tan bella y fascinante que ningún hombre sobre la tierra pudiera resistirse a ella. Y aquella no fue otra que la sensual Pandora. No sólo su belleza se hallaría rodeada de misterio, también se convertiría en la portadora de una caja en la que se hacinarían todos los males del mundo, que hasta ese momento la humanidad desconocía por completo. La ira, la envidia, el rencor, la pobreza, el egoísmo…todos ellos esperando a ser liberados.

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Contaban los rapsodas griegos que el mito nació del corazón de un poeta, y que a través de él, de su existencia conoció el hombre. Eran tiempos de grandes dioses, tiempos en los que surgieron las Oceánidas  y los Titanes, vieron la luz las Ninfas y las Musas, nacieron los Cíclopes y las Erinias, emergieron las Melíades y los Gigantes, los primeros tiempos que el mundo conoció, y lo hizo a través de la grandeza del nacimiento de la excelsa Grecia.

Del Caos, del más remoto de los estados, surgió Gea, la Madre Tierra. Y fue ella misma la que engendró a Ponto, el dios del mar, a Urano, el dios del cielo, y a los Ourea, los demonios de las montañas. De su luz habrían de nacer todos y cada uno de los dioses olímpicos, pues a través de sus hijos estos fueron engendrados. La titánide Rea, hija de Gea, se unió a Cronos para concebir a  Deméter, Hades, Hera, Hestia, Poseidón y a Zeus, el padre de todos los dioses y los hombres.

Cuando Zeus alcanzó la edad adulta, ayudado por sus hermanos mayores, Hades y Poseidón, emprendió  una cruenta batalla contra su padre Cronos en la que le obligó a regurgitar (hay que mantener el pensamiento mitológico) a sus hermanos menores, liberando también a los hermanos de Cronos, los Hecatónquiros y los Cíclopes, que se encontraban presos en el Tártaro. Estos, como muestra de agradecimiento le hicieron portador de su famoso rayo. Desde entonces, esta divinidad se alzará como padre y señor del Olimpo y dios celestial. Por otra parte, Hades se convertirá en el dios del inframundo y el dios Poseidón en la divinidad de los mares.

Zeus blandiendo el rayo. (Winiyouwi/CC BY-SA 4.0)

Zeus blandiendo el rayo. ( Winiyouwi/CC BY-SA 4.0 )

El mito mantiene la idea de un Zeus todopoderoso y omnipresente que se encargaba de hacer cumplir las leyes establecidas. Un gobernante que no permitía los excesos, ni que se quebrantaran las obligaciones y deberes, estableciendo de esta forma un completo orden cósmico. Tras un tiempo indeterminado, los dioses decidieron crear al hombre para dotar a la tierra de vida mortal, y encargaron a los hijos de los Titanes la tarea de su creación. Fue Prometeo, hermano de Atlas e hijo de Jápeto, quien a través del barro moldeó al primer hombre que poblaría el mundo conocido.

Prometeo, conocido como el gran benefactor de la humanidad, también gustaba de encolerizar a los demás dioses y al mismo Zeus. Por ese motivo, y ante sus continuos engaños y tretas, Zeus como castigo decidió privar a la humanidad del fuego del que disfrutaban hasta ese momento. Pero Prometeo, astuto a la vez que osado, urdió de nuevo un plan para devolvérselo a los hombres. Por ello, según nos relata Apolodoro, tomó el rayo de Zeus y de él prendió una vara:

“Prometeo,  luego de modelar a los hombres con agua y tierra, les dio también el fuego, ocultándolo con una vara a escondidas de Zeus. Pero cuando este se enteró ordenó a Hefesto que clavase su cuerpo en el monte Cáucaso. Es éste un monte escítico. Clavado en él, Prometeo estuvo atado muchos años. Cada día un águila, cayendo sobre él, le devoraba los lóbulos del hígado, que volvían a crecer por la noche”. (Apolodoro, siglo II a. C.)

Prometeo lleva el fuego a la humanidad (ca. 1817). Óleo obra de Heinrich Friedrich Füger (1751-1818). (Dominio público)

Prometeo lleva el fuego a la humanidad (ca. 1817). Óleo obra de Heinrich Friedrich Füger (1751-1818). (Dominio público )

Prometeo, que era inmortal, sufría día tras día la agonía de la muerte sin llegar nunca a paliar su dolor, pues su sufrimiento, si nadie lo enmendaba, sería eterno. Pero aquella venganza no fue suficiente para Zeus, e inmediatamente trazó un plan para castigar y condenar de forma definitiva a la humanidad y al mundo conocido. 

El padre de los dioses encomendó a Hefesto la tarea de crear una mujer tan bella y fascinante que ningún hombre sobre la tierra pudiera resistirse a ella. Y aquella no fue otra que la sensual Pandora. No sólo su belleza se hallaría rodeada de misterio, también se convertiría en la portadora de una caja en la que se hacinarían todos los males del mundo, que hasta ese momento la humanidad desconocía por completo. La ira, la envidia, el rencor, la pobreza, el egoísmo…todos ellos esperando a ser liberados.

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