Historias de accidentes de ovnis

Historias de accidentes de ovnis

Historias de accidentes de ovnis

Investigadores con décadas de experiencia acreditan la percepción de que el fenómeno incluye un mosaico de interpretaciones, donde varias de ellas son simultáneas e igualmente posibles. Aquí un panorama de los sucesos

Es un tema sobre el cual se han rodado películas de ficción, documentales, libros y artículos, peor que siempre presenta un giro, una sorpresa, una mirada inesperada. El fenómeno ovni (sean las pretendidas “naves extraterrestres” del ideario popular u otra cosa) es un tema omnipresente en la cultura social desde hace unos 70 años.
Detractores y creyentes fervorosos, comisiones oficiales, academias, todos los estamentos han emitido opiniones, han sumado evidencias a favor y en contra y, tomando distancia del parecer de cada uno de nosotros, es una cuestión que dista mucho de ser zanjada y toda especulación o hipótesis, si no probable, cuando menos es posible.
Pero, para complejizar aún más la cosa, es un error creer que el problema se resuelve con una explicación, sea esta la de fenómenos naturales no comprendidos, confusiones desde el desconocimiento, visitantes de otro planeta u otras dimensiones. Aún más, los investigadores con décadas en el tema tenemos cada vez la más fuerte percepción de que el fenómeno ovni incluye un mosaico de interpretaciones, donde varias de ellas son simultáneas e igualmente posibles. Aquí, entonces, exploraremos una de ellas.
Es, de lejos, el episodio de “ufocrash” (término especializado que remite a los accidentes de ovnis, contracción de las palabras, en inglés, UFO (Unidentified Flying Object) y “crash” –choque, caída-) más difundido, que ha arrastrado secuelas de discusión interminable como la pretendida película de la autopsia de un extraterrestre y ha puesto a ese pequeño pueblo de Nueva México (Estados Unidos) en el escenario mundial.
El episodio habría ocurrido en algún momento impreciso entre el 5 y el 6 de julio de 1947, con intervención militar, que en el primer momento reconocen la caída de un OVNI para desmentir, menos de un día después, la especie y retomar la explicación de “un globo meteorológico”. Hablaré –mejor dicho, escribiré- en otra ocasión en extenso sobre este caso, habida cuenta de que en dos semanas parto hacia Estados Unidos para, entre otras actividades, estar presente en Roswell cuando se cumplan los 70 años de este episodio; único investigador y periodista argentino que cubrirá el evento, transmitiendo en vivo y en directo.
Por lo pronto, permítanme exponer aquí otra teoría apasionante: la de prototipos nazis capturados y estrellados.
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Objetos nazis
 Historias de accidentes de ovnis
De dos, cuando menos, se tiene documentación escrita. Uno, pequeño, llamado Haunnebu que se habría fotografiado en forma operacional. Otro, de mayores dimensiones, llamado Andrómeda se dice –se dice- que habría estado en condiciones de viajar al espacio. Ciertas fuentes aseguran que fueron desmantelados por los americanos y llevados en secreto a USA, sentando las bases de una “tecnología secreta” paralela a la carrera espacial que, precisamente gracias a dos científicos también nazis (uno, archiconocido, Werner Von Braun. Otro, desconocido pero un verdadero “genio en las sombras”: Willy Ley) se desarrollara en el país del norte.
Algunos teóricos, en cambio, sostienen que en realidad esos prototipos –y mucha más información- fueron llevadas a una base secreta que los nazis estaban desarrollando en la Antártida. Nueva Suabia se la llamaba, y fue la razón de la mentirosa “campaña científica” del comandante Richard Byrd al frente de quince mil tropas en el verano de 1947. Es un secreto a voces que se trató de una monstruosa operación militar encubierta. Es también un secreto a voces que cerca de doscientos militares murieron –según los informes oficiales- en “accidentes”.
Pero, ¿qué pruebas hay –además de esos documentos- que cuando menos por algunos años siguieron campeando por los cielos los “ovnis nazis”. Muchas.
El increíble parecido del ovni aterrizado en la base británico-estadounidense de Kicksburg con “Die Glocke”, la “Campana”, un proyecto “negro” nazi, el número sugestivo de ovnis que presentaban una esvástica en su superficie reportados a fines de los 40 y principios de los 50 y, finalmente, el inevitable parecido del Haunnebu con el ovni de Adamski y otros alimentan ese abordaje. Empero, la gran crítica que los escépticos suelen plantear (aquellos que, sin negar que los nazis llegaran a construir prototipos de aeroformas circulares pero “simplemente” propulsadas a retropropulsión se mofan de suponerles una tecnología tan avanzada que fuera capaz de llevarles al espacio o alcanzar los parámetros de comportamiento que habitualmente se le asigna a los mismos y que hablan de conocimientos aplicados muy por delante de nuestra actual -y más aún; la de ese momento histórico- tecnología): si realmente los hubieran tenido, los habrían empleado en combate y –merced a su superlativa performance, sin necesidad de construir grandes números- asolar, sin ir más lejos, los centros urbanos y fabriles de Estados Unidos. Simplemente y como comparación, imaginemos si en la Segunda Guerra Mundial cualquiera de los bandos en pugna hubiera dispuesto de apenas una docena de modernos aviones de combate…
Bien, mi reflexión apuntará a demostrar que razonar de esa manera para excluir la posibilidad que los nazis realmente hubieran accedido a tal tecnología peca por defecto.
Recordemos en qué contexto se adquiere –según las versiones que han llegado a nosotros- el conocimiento tecnológico que permitió –según los exégetas de los “ovnis nazis”- desarrollar el Haunnebu y el Andrómeda.
Todo se fundamenta en el manejo de una fuerza misteriosa, el Vril. O no tan misteriosa si pensamos en la “fuerza ódica” de Von Reichenbach, el “Orgón” de Wilhem Reich, el “präna”, el “ki”, el “manas” polinésico… Y ese conocimiento no “aterriza” (discúlpenme el mal e inevitable chiste) entre los nazis como producto de una investigación exotérica sino como absoluta canalización esotérica.
Ya que en efecto, es la “Sociedad Vril” (“Wahrheitsgesellschaft: Sociedad por la Verdad”) , un desprendimiento de “Última Thule”, la afamada organización ocultista que sirviera de fundamento al Partido Nacional Socialista alemán y de la que fuera Secretario de Actas Adolf Hitler, la que alrededor de 1925 en reuniones de tipo mediumnímico afirma haber contactado una civilización extraterrestre la que les habría proporcionado la tecnología de conversión del Vril.
Suponer que se hubiera aplicado inmediatamente la reciente tecnología basada en el Vril para inclinar la balanza del conflicto a favor de Hitler y los alemanes, es una lectura simplista. Que demuestra, en todo caso, el profundo desconocimiento de quien lo diga respecto de la operatoria y cosmovisión de muchas sociedades esotéricas. Sin aplicar ningún rasero moral, es un hecho que muchas de ellas, por su propia concepción, se consideran ajenas al momento histórico, al núcleo social, a la nación o al “compromiso ciudadano” dentro del cual se gestan. Un miembro de muchas órdenes se debe primero a otros Hermanos de Orden y luego, quizás, a su país. Eso explica su crecimiento, su sostenimiento a través de los siglos y (sobre todo) su poder.
Así que es ingenuo suponer que los máximos responsables de la Sociedad Vril (o en lo que haya mutado durante la guerra) pondrían sus logros a disposición de su país beligerante. Quizás, sí, a disposición de unos pocos y elegidos jerarcas. Usaron el aparato industrial de la Alemania nazi, sus recursos humanos, financieros y científicos para alcanzar determinados objetivos (supongamos: transformar la información canalizada y recibida en vehículos operativos). Y luego, simplemente, se pusieron a resguardo, en este planeta (Nueva Suabia, en la Antártida, quizás solo en forma provisoria) u otros, abandonando al inmenso conjunto humano, fabril, urbano, que les fueron funcionales, a la derrota, el escarnio, la culpa, la destrucción y la muerte.
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La hipótesis
Un grupo de poder, dentro de Estados Unidos, por fuera y por encima de sus propias Fuerzas Armadas, captura en plena Segunda Guerra Mundial unos pocos prototipos de Hannebu y, quizás también, sus tripulantes. Recordemos que algunos testigos visuales de los tripulantes de los ovnis accidentados dicen que más bien parecían “japoneses”. Y recordemos, también, que las SS tenían varios batallones de tibetanos: la leyenda de que las SS se integraban solo con “arios rubios y altos” es solo eso; una leyenda. Hubo batallones de las SS francesas, españolas. Y tibetanas, pues los nazis estaban seguros de que la raza aria se había originado en el Tibet y de allí emigrado a Hyperbórea, una tierra mítica al norte de Europa. Viajaron numerosas veces al Tibet, y trabaron relación con sociedades esotéricas tibetanas. De hecho, cuando cayó Nüremberg, se descubrió que la más feroz defensa del cuartel central de las SS estuvo en manos, precisamente, de un pelotón de SS tibetanos que custodiaban la “lanza de Longinus”, la lanza que habría herido en la Cruz a Jesús. Pero esa es otra historia.
Esos prototipos –y sus copias- serían los estrellados en esos años en el sur de Estados Unidos, sea porque se abandonó finalmente el proyecto, sea porque lograron optimizarlo. Recordemos –como señalé antes- que eran los años en que se afirmaba un Cuarto Reich estaba tratando de hacerse firme en la Antártida, y la expedición militar del almirante Byrd y su combate, nunca aclarado –eran tiempos macartistas donde el secreto era más fácilmente controlable- con “algo” o “alguien” desconocido, que implicó, incluso, la pérdida de dos navíos de la expedición y un par de centenares de hombres.
Si esta hipótesis es plausible, surgen varias preguntas: ¿fueron realmente exterminados esos nazis o se hicieron “fuertes” bajo otra apariencia y en otros lugares? La tecnología del Vril, ¿desapareció, sigue siendo incomprendida o forma parte de los secretos mejor guardados? ¿Por qué, si no es esta la explicación, tantos ovnis cayeron en una geografía tan limitada en tan corto tiempo y luego casi no se repitieron? Ante ciertas explicaciones semioficiosas que afirmarían que cayeron por “la acción de los radares experimentales de la zona”, ¿es coherente suponer que, si de objetos interestelares se tratara, estos podrían haber atravesado el espacio para ser derribados por una tecnología tan primitiva como el radar?
Los misterios siguen acumulándose. Pero ya nos estamos poniendo en camino para, si no resolverlos, por lo menos ayudar a formularnos mejores preguntas…
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Incidentes notables durante una década
Un hecho ignorado por los grandes medios: en un plazo de poco más de 10 años hubo 13 incidentes similares en Estados Unidos, y solo uno que otro esporádico en las décadas siguientes. La lista:
Abril 1941: Missouri.
Octubre 1941: Carolina del Norte.
Noviembre 1946: Arkansas.
6 de julio 1947: Roswell, Nueva México.
6 de julio de 1947: California.
7 de Julio de 1947: Lousiana.
11 de julio de 1947: Idaho.
Octubre de 1947: Arizona.
25 de marzo de 1948: Aztec, Nueva México.
30 de enero de 1949: Roswell, Nueva México.
6 de diciembre de 1950: Texas
Julio de 1953: Nueva México
Julio de 1953: Montana.