Incesto y castigo divino: el mito del nacimiento de Adonis

Una de las historias más perturbadoras del canon mitológico griego va unida a una de las más importantes figuras del Olimpo. La locura de una familia de la realeza de Chipre a lo largo de las generaciones está aderezada por un gran amor de la diosa Afrodita y vinculada incluso al nacimiento de Jesús.

Cuando Mirra enfureció a Afrodita

Mirra, conocida también como Esmirna, era hija del rey Ciniras de Chipre, un monarca mencionado ya en la Ilíada. Ciniras habría llegado al trono gracias a su madre Pafos, hija del rey chipriota Pigmalión. Su vástago más famoso fue su hija Mirra. Cuenta el mito que Mirra era una agradable joven que cometió un error particularmente grave: no honrar como debía a la diosa del amor, Afrodita.

La diosa se tomó su venganza haciendo que Mirra se enamorase perdidamente, aunque sin duda del hombre menos indicado: su propio padre. La pasión de Mirra la consumía por dentro. Ovidio escribe que el solícito Ciniras preguntó a Mirra qué tipo de esposo le gustaría para ella; arrebatada de amor por su propio padre, Mirra le miró fijamente y le respondió, “uno como tú”. Ciniras pensó entonces que Mirra estaba simplemente expresando la admiración de una hija por su padre, por lo que poco se esperaba lo que ocurriría más adelante…

“Cinyre, prêtre de Vénus, et Myrrha” (Cinire, sacerdote de Venus, y Mirra). (Dominio público)

“Cinyre, prêtre de Vénus, et Myrrha” (Cinire, sacerdote de Venus, y Mirra). ( Dominio público )

Enloquecida por el deseo, Mirra estuvo a punto de ahorcarse antes de que la niñera de su infancia llegara a tiempo de impedir su suicidio. La anciana mujer decidió entonces ayudar a Mirra a consumar su amor a cualquier precio. Afortunadamente para la joven, se iba a celebrar próximamente un festival en honor a Deméter, en el transcurso del cual ninguna mujer casada podía dormir con su esposo. De este modo, Ciniras no podría yacer esa noche con su esposa; cuando la niñera de Mirra llegó hasta Ciniras y le habló de una bella joven que se había enamorado de él, Ciniras aceptó su propuesta. El rey se emborrachó y fue engañado para que pasara doce noches seguidas con Mirra, de tal manera que en ningún momento se dio cuenta de que realmente estaba con su propia hija…  

‘Mirra y Ciniras’. Grabado de Virgil Solis para las ‘Metamorfosis’ de Ovidio, Libro X, págs. 298-475. (Dominio público)

‘Mirra y Ciniras’. Grabado de Virgil Solis para las ‘Metamorfosis’ de Ovidio, Libro X, págs. 298-475. ( Dominio público )

El engaño es descubierto

Ciniras solo se dio cuenta del engaño cuando una mañana se despertó finalmente sobrio. Al ver a su propia hija en su cama y percatarse de lo que había hecho, se sintió horrorizado e intentó reparar su falta matando a Mirra. La persiguió durante nueve meses, pero ella huyó hasta llegar a Arabia. Cuando Mirra se sintió sin fuerzas para seguir corriendo, rogó a los mismos dioses que la habían castigado que ahora le prestaran su ayuda: que la hicieran invisible a ojos de su perseguidor o, como alternativa, cambiara su apariencia física. Los olímpicos se apiadaron de ella, convirtiendo a Mirra en un árbol de mirra (una valiosa sustancia a menudo traducida al griego como Esmirna, su otro nombre). Y por supuesto, la mirra es uno de los regalos que los Magos de Oriente hacen al Niño Jesús en el Evangelio de Mateo.

Nueve meses más tarde, un jabalí embistió el árbol de mirra resquebrajando su corteza con uno de sus colmillos. Para sorpresa del jabalí, un bebé nació entonces del árbol. Resultó que Mirra había quedado embarazada de su propio padre antes de metamorfosearse. Afrodita, quien tanto había aborrecido a Mirra y por cuya maldición nació el niño, irónicamente acabó enamorándose del bebé. Cuenta Ovidio que Eros, hijo de Afrodita, cortó accidentalmente la piel de su madre con una de sus flechas mágicas, haciendo de este modo que se enamorara del niño, llamado Adonis. Tanto si se sentía avergonzada por sus sentimientos por el pequeño Adonis, o quizás en un intento de ocultar las consecuencias de su maldición, Afrodita ocultó al bebé en un cofre y se lo entregó a Perséfone, hija de Deméter, esposa de Hades y reina del Inframundo, para que lo criara.

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Una de las historias más perturbadoras del canon mitológico griego va unida a una de las más importantes figuras del Olimpo. La locura de una familia de la realeza de Chipre a lo largo de las generaciones está aderezada por un gran amor de la diosa Afrodita y vinculada incluso al nacimiento de Jesús.

Cuando Mirra enfureció a Afrodita

Mirra, conocida también como Esmirna, era hija del rey Ciniras de Chipre, un monarca mencionado ya en la Ilíada. Ciniras habría llegado al trono gracias a su madre Pafos, hija del rey chipriota Pigmalión. Su vástago más famoso fue su hija Mirra. Cuenta el mito que Mirra era una agradable joven que cometió un error particularmente grave: no honrar como debía a la diosa del amor, Afrodita.

La diosa se tomó su venganza haciendo que Mirra se enamorase perdidamente, aunque sin duda del hombre menos indicado: su propio padre. La pasión de Mirra la consumía por dentro. Ovidio escribe que el solícito Ciniras preguntó a Mirra qué tipo de esposo le gustaría para ella; arrebatada de amor por su propio padre, Mirra le miró fijamente y le respondió, “uno como tú”. Ciniras pensó entonces que Mirra estaba simplemente expresando la admiración de una hija por su padre, por lo que poco se esperaba lo que ocurriría más adelante…

“Cinyre, prêtre de Vénus, et Myrrha” (Cinire, sacerdote de Venus, y Mirra). (Dominio público)

“Cinyre, prêtre de Vénus, et Myrrha” (Cinire, sacerdote de Venus, y Mirra). ( Dominio público )

Enloquecida por el deseo, Mirra estuvo a punto de ahorcarse antes de que la niñera de su infancia llegara a tiempo de impedir su suicidio. La anciana mujer decidió entonces ayudar a Mirra a consumar su amor a cualquier precio. Afortunadamente para la joven, se iba a celebrar próximamente un festival en honor a Deméter, en el transcurso del cual ninguna mujer casada podía dormir con su esposo. De este modo, Ciniras no podría yacer esa noche con su esposa; cuando la niñera de Mirra llegó hasta Ciniras y le habló de una bella joven que se había enamorado de él, Ciniras aceptó su propuesta. El rey se emborrachó y fue engañado para que pasara doce noches seguidas con Mirra, de tal manera que en ningún momento se dio cuenta de que realmente estaba con su propia hija…  

‘Mirra y Ciniras’. Grabado de Virgil Solis para las ‘Metamorfosis’ de Ovidio, Libro X, págs. 298-475. (Dominio público)

‘Mirra y Ciniras’. Grabado de Virgil Solis para las ‘Metamorfosis’ de Ovidio, Libro X, págs. 298-475. ( Dominio público )

El engaño es descubierto

Ciniras solo se dio cuenta del engaño cuando una mañana se despertó finalmente sobrio. Al ver a su propia hija en su cama y percatarse de lo que había hecho, se sintió horrorizado e intentó reparar su falta matando a Mirra. La persiguió durante nueve meses, pero ella huyó hasta llegar a Arabia. Cuando Mirra se sintió sin fuerzas para seguir corriendo, rogó a los mismos dioses que la habían castigado que ahora le prestaran su ayuda: que la hicieran invisible a ojos de su perseguidor o, como alternativa, cambiara su apariencia física. Los olímpicos se apiadaron de ella, convirtiendo a Mirra en un árbol de mirra (una valiosa sustancia a menudo traducida al griego como Esmirna, su otro nombre). Y por supuesto, la mirra es uno de los regalos que los Magos de Oriente hacen al Niño Jesús en el Evangelio de Mateo.

Nueve meses más tarde, un jabalí embistió el árbol de mirra resquebrajando su corteza con uno de sus colmillos. Para sorpresa del jabalí, un bebé nació entonces del árbol. Resultó que Mirra había quedado embarazada de su propio padre antes de metamorfosearse. Afrodita, quien tanto había aborrecido a Mirra y por cuya maldición nació el niño, irónicamente acabó enamorándose del bebé. Cuenta Ovidio que Eros, hijo de Afrodita, cortó accidentalmente la piel de su madre con una de sus flechas mágicas, haciendo de este modo que se enamorara del niño, llamado Adonis. Tanto si se sentía avergonzada por sus sentimientos por el pequeño Adonis, o quizás en un intento de ocultar las consecuencias de su maldición, Afrodita ocultó al bebé en un cofre y se lo entregó a Perséfone, hija de Deméter, esposa de Hades y reina del Inframundo, para que lo criara.

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