Gilgamesh «El semidiós que buscó la inmortalidad»

Todo se inicia una noche de diciembre de 1853, cuando Hormuzd Rassam un arqueólogo iraquí, se topara con el legendario palacio del soberano asirio Asurbanipal (668-627 a.C.).

en cambio, un tesoro mayor hizo sonar las alarmas, al darse cuenta el conjunto de al mando de Rassam entre las reliquias localizadas, se detectaron «miles de tablillas de arcilla cubiertas con redacción cuneiforme». Se trataba nada menos que la biblioteca real. El inverosimil hallazgo, fue velozmente despachado y enviado al Museo Británico, donde hasta 1863 permaneció almacenado en cajas cerradas.

Hubo que esperar a 1872 cuando el estudioso británico George Smith, después de revisar el notable material comprendió poseía en sus manos, uno de los tesoros más impactantes legados a la sociedad, La Epopeya de Gilgamesh, obra escrita 1800 a.C., casi unos mil años anteriormente, de la irrupción de la Biblia.

Una de las tablillas de La Epopeya de Gilgamesh, donde se Cuentan pedazos del Diluvio, hoy en dia exhibida en el Museo Británico. (Wikimedia Commons)

Y lo más inverosimil, en esa antigua tablilla narrada en complejos caracteres cuneiformes, surgía evidencia imposible sobre una de las narraciones más legendarias, nada menos que el Diluvio. Retrocedamos en el tiempo.

Gilgamesh – Soberano de Uruk

“Voy a presentar al planeta, aquel que todo lo ha observado. Ha conocido la Tierra entera. Penetrado todas las cosas, y en rededor explorado, todo lo que está escondido. Excelente en sabiduría. Todo lo abarca con la mirada. Contempló los misterios. Reveló los misterios. Nos ha inclusive contado sobre anteriormente del Diluvio. De vuelta de su lejano viaje. Agotado, pero apaciguado. Grabó sobre una estela todos sus trabajos. Hizo edificar los muros de Uruk, la de los cercados”. La Epopeya de Gilgamesh.

Sobre este personaje cuya leyenda sigue perdurando hasta nuestros días, es complicado separar mito de realidad. La verdad es que su nombre aparece citado por vez primera, en una lista de reyes sumerios post diluvianos redactada en el II milenio a.A., donde Gilgamesh, cuyo término según investigadores, se decodifica como «el Antiguo incluso está en la plenitud de su vida».

Según se enumera en este escrito, Gilgamesh fue el quinto soberano de Uruk, metrópoli -estado cuyas ruinas la actualidad se conocen como Warka, «situadas en pleno desierto a medio camino entre Bagdad y Basora», descubiertas en 1912 durante excavaciones realizadas por un equipo arqueológico alemán.

se comenta allí habría funcionado el célebre Santuario del Firmamento (Eanna en sumerio), santuario consagrado a una de sus deidades más importantes el de An (en acadio Anu), «dios del Firmamento, fundador y padre de la dinastía divina reinante». asimismo de An se rendía culto a Inanna (en sumerio Señora del Firmamento), «conocida como patrona del amor físico, no menos que de la guerra y del propio mundo Venus». Y que los acadios llamaron Ishtar.

Continuando con la biografía de Gilgamesh, su genealogía remonta a la deidad Ninsum o Ninsuna (Dama de las vacas sagradas) declarada su mamá, quién se presenta como hija del mismísimo Anu y la deidad, casada con Lugalbanda. Sobre este monarca se cuentan alucinantes historias. Tercer soberano de Uruk su dinastía se extendió durante 1.200 años. se comenta le encantaba la aventura, y era poseedor de un arma con insolitos poderes llamada Niri. Este objeto además de cortar cuellos, permitía a Lugalbanda comunicarse con sus antepasados. De la unión de estos dos consortes nacería Gilgamesh, el héroe a transformarse en leyenda.

Impresionante representación del mítico Gilgamesh. Hoy en dia se exhibe en el Museo del Louvre, Francia.

En el mítico poema se nos cuenta lo siguiente:

“Excepcional monarca, célebre, prestigioso, audaz retoño de Uruk. Búfalo de cuervo terrible. Precedía a su gente. Energica arma de guerra. Defensor de sus tropas, que derriba inclusive muros de piedras. Tal era el hijo de Lugalbanda. Gilgamesh, de extraordinaria fuerza.

El hijo de la vaca sublime, Ninsana la Búfala. Tal era Gilgamesh, perfecto, deslumbrante. Aquel que abrió los pasos de las montañas. Excavó pozos en la nuca de los montes. Cruzó el mar, el mar enorme, hasta allí por donde sale el Sol. Y exploró el cosmos entero buscando la vida sin fin. Poderoso atrevido, hasta encontrarse con Utanapishti, el lejano, restaurador de los santuarios. Que había destruido el Diluvio. Jamás hubo uno que pudiera rivalizar con él en soberanía, y manifestar él, el Soberano soy yo, yo solo”.

Pero Gilgamesh, si bien colmado de virtudes tiene un lado oscuro. Es arrogante, y vanidoso. Sus súbditos viven aterrorizados, por su impiedad. Amoral con las mujeres a quiénes suele perturbar con sus costumbres tiranas, «autentico depredador sexual».

Ruinas de la legendaria Uruk, donde reinara el legendario Gilgamesh. (Wikimedia Commons)

Comportamiento que llega a horrorizar a las deidades, que deciden darle una lección, conmovidos ante el clamor popular. Anu en persona resuelve reformar al salvaje monarca, decretando le sea enviado un compañero para así domar su naturaleza indómita. Su nombre Enkidu.

Enkidu – El nacimiento prohibido del hombre

“Peludo es todo su cuerpo, dotado en la cabeza con una melena como la de una doncella. No conoce nada de gente ni de la Tierra; su atuendo es como el de uno de los campos verdes, como hierbas con las gacelas; con las bestias salvajes se codea, en el abrevadero con las prolíficas criaturas en el agua, su corazón se deleita”. El Doceavo Mundo. Zecharía Sitchin.

En contestación al mal comportamiento de Gilgamesh las deidades envían a Enkidu, quién se va a transformar en su compañero de aventuras. Y aquí un primer enigma ya que Enkidu, según cada versión de la cronica, vincula hacia algo mas hondo.

Estatuilla representando a Enkidu, compañero de aventuras de Gilgamesh. Para diferentes investigadores, el primer hombre creado de arcilla. (Wikimedia Commons)

En el Poema de Gilgamesh se le ordena a Aruru más conocida como Ninhursag (Ki), la gran señora de los cielos, deidad de la fertilidad y de las montañas, crear a Enkidu.

Así se lee:

Araru, tu que formaste al Hombre, forma actualmente lo que Anu te dictará. Encima del modelo del huracán por él imaginado (que significa un ser irresistible, semejante a una tempestad). Él y Gilgamesh se enfrentarán. Y Uruk volverá a localizar la calma. Tras oír esta petición Araru se avino a lo que le ordenaba Anu. Habiéndose lavado las manos, cogió un puñado de arcilla y lo depositó sobre la estepa. Y fue allí sobe la estepa donde ella formó a Enkidu el audaz. Venido al planeta en la soledad, tan compacto como Ninurta“.

Según el antiguo poema, podemos hacernos una idea sobre de Enkidu:

“Abundantemente velludo por todo el cuerpo. Poseía una cabellera femenina. Con bucles abundantes. Como un campo de espigas. Carentes de conciudadanos y de país. Vestido ridículamente a lo salvaje. En compañía de gacelas. Pastaba. En compañía de su manada frecuentaba la aguada. Disfrutaba del agua. En compañía de bestias”.

Sello del mítico Dilmun. Tradición Primordial y su Geografía Sagrada.

La creación de Araru aparentaba lejos de cumplir su objetivo. Tan sólo seguía siendo una criatura de arcilla pastoreando con animales, y a quiénes defendía de las trampas, mostrando cierta inteligencia en sus incursiones. Temiendo que su misión fracasara, Araru resuelve elevar a Enkidu hacia el rango de humano.

Es así que Enkidu es tentado por la cortesana Shamat (llamada Lalegre), quién cumple el deber de civilizarlo a través de sus encantos femeninos, consiguiendo desterrar su lado salvaje, para así convertirlo en hombre.

Shamat convence a Enkidu con estas palabras:

“Eres hermoso Enkidu semejante a una deidad ¿para que recorres la estepa con las bestias? Déjame conducirte a Uruk la de los cercados. A la santa morada residencia de Anu e Ishtar. Allí se encuentra Gilgamesh de excepcional vigor, que semejante a un búfalo vence a los más jóvenes. Mientras ella le exhortaba, él aceptaba sus palabras.

Clarividente presentía al amigo. Enkidu se volvió a la Cortesana. Vamos Lalegre. Llévame a la sacrosanta morada, residencia de Anu e Ishtar, allí donde se encuentra Gilgamesh de excepcional vigor, que semejante a un búfalo vence a los más jóvenes. Me mediré con él, y el combate será violento. Y proclamaré en el centro de Uruk, yo soy el más fuerte. Una vez que halla entrado allí cambiaré el curso de las cosas”.

Pero anteriormente de seguir a los futuros amigos en sus aventuras, detengamos en una variante perturbadora sobre de Enkidu, que nos es transmitida por Zecharía Sitchin en su controversial El Doceavo Planeta, 1976. En su particular visión, Enkidu es reducido al Lulu Amelu (trabajador primitivo), el primer hombre creado en base a una combinación de genes divinos, para ser esclavo de los crueles anunnakis.

Para el desarrollo de su tesis Sitchin cita a Marduk, uno de los herederos de Anu, quién manifiesta:

“Engendraré un primitivo humilde. ‘Hombre’ será su nombre. Crearé un trabajador primitivo. El ser hará cargo de los servicios de las deidades, para que ellos puedan estar cómodos”.

Por supuesto Sitchin introduce una cuestión controversia en cuanto al real destino de Enkidu, que, en el Poema de Gilgamesh, ocupa nitidamente otro rol, menos penoso en su estructura. Dejemos en suspenso esta controversia y sigamos con nuestro ensayo.

Humbaba el guardián del enigmatico bosque de cedro. (Wikimedia Commons)

Primera Gorgona, y guardián de la tierra de Dilmun

Para defender al Bosque de los Cedros, y para aterrorizar a la gente, Enlil colocó allí a Humbaba. Este Humbaba, su grito es el espanto. Su boca es de fuego. Su aliento la misma muerte. En seiscientos quilómetros a la redonda escucha todos los sonidos del Bosque ¿Quién podrá por lo tanto en él hasta adentro?” La Epopeya de Gilgamesh.

Posteriormente de algunas peripecias Enkidu y Gigalmesh toman contacto, que va a resultar en su primer periplo en busca del enigmatico «País o Tierra de los Vivos», habitado por una deidad monstruosa, Humbaba, que posee como función defender colosales cedros sagrados, patrimonio de las deidades. Misión que le fuera encargada por el poderoso Enlil.

De Humbaba se dice poseía cara de león, dientes de dragón, y de un rugido potente. Con su mirada que podía llegar a paralizar, y causar la muerte, recordando la leyenda de la Gorgona griega. Otra de las capacidades de Humbaba, era su energica audición, pudiendo presentir cualquier peligro. Lucía además una melena abundante y su cuerpo era enorme. Humbaba además personifica el río de la muerte. Algunas versiones sindican la enigmatica Tierra de los Vivos, como la misteriosa Dilmun, tan referenciada en bastantes escritos, no siendo otra que el antiguo edén.

Gilgamesh retratado al lado a Enkidu.

Un antiguo poema sumerio explica Dilmun:

“En Dilmun el cuervo no pronuncia ningún grito, el león no mata. El lobo no se come al cordero, es desconocido el oso devorando granos. El enfermo dice: ‘No estoy enfermo, la doncella dice no soy una doncella vieja, el hombre viejo dice, no soy un hombre viejo’”.

Hay múltiples conjeturas sobre de Dilmun, y su localización. Hay quiénes suponen el sitio alguna vez se levantó en el actual Líbano, que como conocemos es conocido como el país de los cedros. Curiosamente allí se alza Baalbeck, y que según testimonios Gilgamesh llegó a contemplar.

La verdad es que Gilgamesh comete en Dilmun un pecado imperdonable al matar, instigado por Enkidu al monstruoso Humbaba, el de la mirada penetrante a quién decapita, causando la furia de Enlil su creador.

En algunas versiones se dice Enlil resucita a Humbaba, y lo premia además con siete esplendores. A pesar de su triunfo, a Gilgamesh le es negado conocer varios misterios sobre la inmortalidad, el autentico objetivo perseguido, y tampoco tendrá consuelo cuando Enkidu pague con la muerte por sus desatinos. La pérdida lo desbastará, y la soledad será su única compañía.

Gilgamesh y el planeta subterráneo

Gilgamesh, jamás encontrarás lo que buscas. Las deidades crearon a los hombres y les dieron por destino a la muerte; ellos se reservaron la vida. Sabrás que Utnapishtim vive en una isla lejana, más allá del océano de la muerte”. La Epopeya de Gilgamesh.

Uno de los pasajes más alucinante de esta apasionante epopeya, es el encuentro de Gilgamesh con Utnapishtim, el Noé sumerio, sobreviviente del Diluvio, y donde se introduce uno de los primeros relatos subterráneos más viejos, y cargado de enorme simbolismo esotérico.

Según se cuenta Gilgamesh resuelve avanzar en su búsqueda de la inmortalidad.

Utnapishtim, personaje presente en la leyenda del diluvio mesopotámico; siendo además el sabio al que recurre el héroe mitológico Gilgamesh, para poder localizar la inmortalidad en El Poema de Gilgamesh. (Wikimedia Commons)

En el Poema leemos estas revelaciones:

“En una isla de los confines de la tierra vivía Utnapishtim, un hombre muy, muy viejo, el singular mortal que había logrado huir de la muerte. Gilgamesh resuelve buscarlo y aprender de él el incognito de la inmortalidad. Llegó al confín del planeta, donde una altísima montaña elevaba sus dos picos gemelos al firmamento y hundía sus raíces en los infiernos. Un portón era guardado por terribles y peligrosas criaturas, mitad hombre y mitad escorpión. Avanzó decidido y manifestó a los monstruos que iba en busca de Utnapishtim“.

Los monstruos le advierten a Gilgamesh que «nadie ha llegado hasta él ni logrado conocer el incognito de la inmortalidad», y que ellos custodian «el camino del sol que ningún mortal puede transitar». Al final, Gilgamesh convence a los celos guardianes, y penetra en un túnel subterráneo, que mas tarde de avanzar casi noventa kilómetros en una obscuridad absoluta, es perturbado por un viento frío. A los ciento diez kilómetros, Gilgamesh se topó con plena luz del día donde localizó un precioso jardín, rodeado de piedras preciosas.

Después de atravesar diferentes peripecias que incluyen un mar raro, y especie de soma o bebida sagrada, a través de su encuentro con una tabernera, Gilgamesh logra su ansiado encuentro con el sabio Utnapishtim, habitante de una isla lejana. Utnapishtim le cuenta los episodios que desencadenaron el Diluvio, al igual que varios de sus misterios. Debido a su protagonismo en el notable suceso, las deidades lo premiaron con la evasión de la muerte.

Le avisa además su búsqueda de inmortalidad es inútil, jamás la alcanzará sin la aprobación divina, y que solamente podrá entregarle procedimientos para rejuvenecer, si bien no así la vida eterna. Lo incita a rastrear «una estrella de mar con espinas de rosas», y si bien nuestro héroe la descubre, al final no puede retenerla, siéndole arrebatada por una serpiente.

Al final, Gilgamesh se rinde a su búsqueda, y regresa a Uruk, si bien ya transformado en un monarca digno, donde finaliza sus días. Sin saberlo Gilgamesh ha cumplido su sueño, ya que la cronica lo ensalzará como uno de sus héroes míticos más asombrosos. Hasta Aquí.

Conclusión

Tras esta última aventura protagonizada por Gilgamesh, se esconden pistas ocultas de notable valor iniciático, que transportan al estudioso tras la pista de una geografía sagrada, incluso en eterna niebla, poblada por otra realidad mágica. Este es el gran mensaje que subyace tras legendaria epopeya desarrollada en nuestro artículo. Pequeño velo extendido

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