El extraordinario caso de Pam Reynolds: La mujer que habría muerto y vuelto del más allá

El extraordinario caso de Pam Reynolds: La mujer que habría muerto y vuelto del más allá

En 1991, Pam Reynolds, una compositora norteamericana de 35 años que vivía en la ciudad de Atlanta, en Estados Unidos, comenzó a sufrir unos intensos dolores de cabeza y recurrentes mareos. Una vez que acudió al médico y fue sometida a una tomografía axial computarizada recibió una trágica noticia: no sólo tenía un aneurisma de gran tamaño localizado en la base de su cerebro, sino que también sus posibilidades de sobrevivir eran escasas ya que el aneurisma era inaccesible y no era posible eliminarlo mediante cirugía.

 

Para fortuna de Pam, su madre localizó al doctor Robert Spetzler, director del Instituto Neurológico Barrow en Phoenix, Arizona. Spetzler, por esa época, era considerado uno de los principales neurocirujanos mundiales gracias a un procedimiento quirúrgico pionero y radical denominado “parada cardiaca hipodérmica”. Para llevarlo a cabo, los cirujanos desinflaban el aneurisma y luego lo eliminaban sin temor a dañar el cerebro. No obstante, la operación implicaba serios riesgos para el paciente pues, para neutralizar el aneurisma, suponía tener que descender su temperatura del cuerpo a 10º C (para mantener bajos sus mecanismos metabólicos), parar su corazón y la respiración, extraer la sangre del cerebro y situar las ondas cerebrales en un punto muerto. Por ello, Spetzler le advirtió a Pam que antes de operarla estaría clínicamente muerta durante una hora antes de ser reanimada.

Cuando llegó el momento de la operación, el equipo médico colocó en el cuerpo de Pam todo tipo de sensores para controlar sus signos vitales. Se pusieron electrodos en su cuero cabelludo, sus ojos se cerraron con cinta adhesiva, se la conectó a un equipo de electroencefalografía para registrar su actividad cerebro-cortical y se colocaron unos pequeños tapones en sus oídos con unos diminutos altavoces que emitían unos clics audibles que se utilizarían para comprobar la función del tronco encefálico y para asegurarse de que tenía un EEG plano – o un cerebro no sensible – antes de que la operación prosiguiera.

 

Cuando comenzó la intervención el doctor Spetzler hizo una incisión en el cráneo de Pam con una sierra especial para huesos. En ese preciso momento, a medida que el doctor iba haciendo el corte, Pam comenzó a experimentar el fenómeno conocido como Experiencia Cercana a la muerte (ECM). Según la mujer, la primera cosa de la que fue consciente fue el fuerte crujido que producía la sierra mientras estaba siendo operada. “Mis ojos estaban vendados. Tenía los altavoces en mis oídos y había entrado en un estado de coma. Sin embargo, empecé a escuchar este desagradable sonido. No se cómo salté fuera de mi cuerpo para ver a qué se debía. Parecía estar situada encima del hombro del doctor Spetzler. Podía ver el instrumento que hacía aquel ruido tan horroroso. Parecía como una especie de cepillo de dientes eléctrico. Había un recipiente próximo con algunos enganches al mismo que me recordó a uno que utilizaba mi padre para guardar sus llaves de tubo cuando era niña”, contaría después Pam.

Experiencia extrasensorial fuera del cuerpo

Posteriormente, la mujer describió una indescriptible sensación de salida de su cuerpo, como si hubiera perdido “trescientos kilogramos de peso”. “Fue maravilloso. Podía moverme de un lado para otro a voluntad. Mi proceso mental me llevaba donde quería ir. No sentía dolor, ni sufrimiento, ni miedo. Mientras flotaba, me di cuenta de una serie de detalles importantes que luego serían confirmados por el equipo médico. Mi cabeza había sido afeitada sólo por un lado y luego noté que los cirujanos cardiacos habían localizado una arteria y varias venas en mi costado derecho. Escuché claramente al cirujano decir que las venas eran demasiado pequeñas para el bypass cardio-pulmonar y que tendrían que utilizar unas venas de mi pierna izquierda”.

 

La operación entró, entonces, en una de sus fases más delicadas. La temperatura del cuerpo de Pam siguió bajando y se produjo un paro cardíaco completo cuando se inyectó a su corazón cloruro potásico. Los censores mostraron que sin sangre la actividad cerebral de la mujer había cesado por completo; el corazón estaba detenido y no había signos de ondas cerebrales: Pam Reynolds estaba clínicamente muerta.

 

En ese momento Pam relató que se produjo una experiencia extrasensorial sublime. “Tuve la sensación de ser arrastrada, pero no contra mi voluntad. No me opuse porque quería marcharme. Fue como si me elevara en un ascensor a gran velocidad. Luego reconocí la voz de mi abuela fallecida. Escuché su voz llamándome, pero no era una voz procedente de las cuerdas vocales. Simplemente me miró y yo comprendí. A medida que distinguía a las personas, me daba cuenta de que estaban hechas de luz. Con aquellos a los que reconocí fue como si nunca hubiéramos estado separados. Había amor, cariño y protección. Sentí intensamente que había sido llevada a ese lugar para estar protegida. Me sentí divinamente”.

 

Pam agregó que posteriormente se encontró con un grupo de parientes fallecidos que la rodeaban y “alimentaban”. “No lo hacían por mi boca con comida, sino que me alimentaban con algo desconocido para mí. Sólo puedo describirlo como algo burbujeante. Después vi a un tío que había fallecido a los 39 años y a un mar de gente. A muchas de esas personas no las reconocí, pero me sentí profundamente conectada con ellos, al sentir que eran mis antepasados. Lo que me sorprendió fue el modo tan diferente de comunicarme con aquellas personas. La cualidad de la comunicación es mucho mejor que la terrestre. No tienes que buscar las palabras exactas para expresar tus pensamientos. Durante esta experiencia la comunicación se produce a la velocidad de la luz. Fluye de forma instantánea. No hay malas interpretaciones. Lo que se dice es la verdad”.

 

Pam Reynlds confesó en ese punto que se asombró sobremanera ante la belleza del entorno de amor y luz donde se encontraba: “Pregunté a mi abuela si la luz a nuestro alrededor era la luz de Dios. Esta pregunta causó mucha risa en quienes me rodeaban. Mi abuela respondió: “No, cariño, la luz no es Dios. La luz fluye cuando Dios respira”. También me sorprendió la diferencia en los colores que estaban ante mí, pues eran mucho más intensos y hermosos que los vistos en la experiencia normal. Yo era compositora de música, así que me sentí fascinada al observar que cada uno de los seres que estaban a mi alrededor emitía una nota musical, como una vibración que, combinada con otras, producía una bella armonía. En ese momento comencé a explorar mi propio estado no físico y me dí cuenta de que había retenido mi apariencia normal. Me llevé las manos a la cara y al verlas supe que estaba allí y podía sentirme. Lo raro fue que no me sentí muy diferente a la forma en que me siento aquí. Y sin embargo…no sé cómo explicarlo, no tengo palabras. No había densidad en la carne. Mis manos carecían de densidad, pero las sostuve frente a mí para asegurarme de que estaban allí. En todo caso en mi entorno era como si los cuerpos estuvieran flotando en el aire; había luz y sombra, pero no parecía proyectarse en ningún sitio. Eso me hace pensar que tal vez no estaba en el paraíso, sino en un espacio intermedio donde me cuidaban”.

El regreso al cuerpo físico

Después de siete arduas horas de trabajo de cirugía el doctor Spetzler dio término a la intervención quirúrgica de Pam Reynolds, eliminando el mortal aneurisma y cerrando el cráneo, aunque se presentaron algunos contratiempos. El monitor silencioso del corazón empezó a registrar actividad de fibrilación ventricular, un ritmo cardiaco letal que si no se corregía podía acarrear la muerte. En vista que el aneurisma había sido eliminado, los cirujanos decidieron entonces activar mecánicamente su arteria. Así lo hicieron, pero no hubo respuesta de la paciente. En ese momento Pam vio en su ECM cómo su tío la conducía de vuelta al túnel por donde había entrado y de esa forma pudo ver su cuerpo sin vida en la mesa de operaciones.

 

“Cuando vi mi cuerpo no quería volver a él. Tenía un aspecto espantoso. Parecía que estuviera muerta. Me asusté y no quise mirarlo. Le dije a mi tío que no deseaba volver. Entonces él me contestó que no podría quedarme y que mis hijos, que todavía eran pequeños, me necesitaban. Yo, egoístamente, insistí en que los chicos se las arreglarían bien sin mí. Él me respondió que regresar al cuerpo era como tirarse a una piscina, sólo había que saltar. Pero yo seguí negándome hasta que mi tío me empujó. Golpeó mi cuerpo en el momento en que mi corazón estaba siendo activado por segunda vez. En ese instante el ritmo era satisfactorio y estaba viva, aunque me sentía incómoda. Durante un buen rato me sentí furiosa con mi tío por empujarme hacia mi cuerpo, pero él tenía razón. La vuelta al cuerpo fue como si hubiera saltado a una piscina, a un estanque de agua helada. Sentí dolor”.

 

Luego que la segunda activación del corazón tuviera éxito, Pam Reynolds recobró la conciencia en la mesa de operaciones. Mientras los cirujanos la desconectaban de los diferentes aparatos, la mujer se dio cuenta de que estaba sonando en una pequeña radio un clásico de la música rock: “Hotel California”, del grupo Eagles. “La letra decía: “Puedes irte cuando quieras, pero nunca puedes irte del todo”. Mencioné esto luego a uno de los cirujanos y se quejó de lo increíblemente insensible que era eso. Se echó a reír y me dijo que necesitaba dormir”.

El increíble caso de Pam Reynolds sería recogido posteriormente en el libro del cardiólogo Michael Sabom titulado “Light and death” (1998) y es considerado en la actualidad una de las “pruebas científicas más sólidas de la supervivencia post-mortem de la conciencia”. Pam fallecería casi 20 años más tarde -el 22 de mayo del 2010- debido a una insuficiencia cardíaca, pero su experiencia cercana a la muerte ha sido considerada por algunos como una sorprendente evidencia de la supervivencia de la conciencia después del cese de los signos vitales y de una vida después de la muerte.