Klebsiella Planticola, o de cómo una compañía de biotecnología casi destruye el mundo

Klebsiella Planticola, o de cómo una compañía de biotecnología casi destruye el mundo

Biotecnología

Estamos en la era de la biotecnología. Tras la creación de híbridos más resistentes y productivos a mediados del siglo XX se pasó a la modificación genética de las plantas de cultivo hacia finales de este y comienzos del siglo XXI.

Hoy por hoy la capacidad humana para modificar el ADN ha alcanzado niveles inimaginables hace una generación, y podríamos estar en camino a curar enfermedades genéticas que hasta ahora eran letales. Recordemos los recientes avances curando un gen defectuoso en un grupo de embriones humanos.

Sin embargo, en ocasiones la manipulación genética puede resultar en problemas… inesperados. Por lo general se trata de hibridaciones no deseadas, plagas inesperadas y problemas en los cultivos. Pero hubo una ocasión en la que casi se trata de la destrucción del mundo.

Klebsiella Planticola

El suceso ocurrió en los 1990’s, cuando una empresa de ingeniería genética europea comenzó a desarrollar una bacteria que convertiría en alcohol los residuos vegetales de la agricultura.

Era una idea brillante. Millones de toneladas de basura podrían convertirse en alcohol, aprovechando residuos que no generaban mayores ingresos y de paso volviendo más rentable la actividad. Y abaratando el alcohol, claro.

Pero parece ser que quienes dirigían la empresa no eran muy responsables y no tuvieron suficiente cuidado con sus pruebas. Efectivamente, determinaron que era segura para el medio ambiente… cuando resultó que no lo era.

En estado natural, Klebsiella Planticola habita en las raíces de las plantas, encargándose de su descomposición cuando mueren, en lo cual es bastante eficaz. Precisamente por esto fue elegida para experimentación. El problema es que resultó siendo demasiado eficiente.

Esto significa que la variante modificada no esperaba a que las plantas murieran para convertirlas en alcohol. Y sólo una pequeña parte de alcohol en su savia resulta letal para cualquier planta, por lo que esto hubiera implicado la destrucción de millones de cultivos.

Veamos. El concepto era simple: la materia vegetal se convertía en alcohol y la basura restante, rica en nitratos, se usaba como abono. Basura que, por supuesto, estaba llena de la nueva bacteria.

Esto hubiese significado que la agresiva cepa habría acabado con las plantas en cuestión de días,esparciéndose además por cultivos aledaños, bosques, pastos y en general cualquier vida vegetal presente. Podría haber sido una hecatombe.

Elaine Ingham, una heroína poco reconocida que quizás salvó nuestra misma civilización

Elaine Ingham

Afortunadamente para nosotros, una biotecnóloga de la Universidad de Oregón decidió echarle un segundo vistazo a esta nueva tecnología, que estaba a punto de comenzar el proceso de comercialización.

Sus experimentos revelaron que todos los cultivos con presencia de la nueva bacteria morían en el lapso de una semana. En ocasiones menos. Ninguna planta pudo resistir, y la bacteria se expandió rápidamente por suelo “virgen”.

Gracias a los hallazgos de la Dra. Ingham el mundo se salvó de lo que podría haber sido una catástrofe. Incluso teniendo en cuenta que seguramente la bacteria habría perdido eventualmente su agresivo talante (no es viable la reproducción de un organismo que aniquila sistemáticamente su fuente de alimentación) para entonces millones de hectáreas de bosques, pastizales y cultivos se habrían perdido.Su recuperación tardaría décadas, si no más.