Las industrias farmacéuticas y alimentarias sobornan a los políticos

Las industrias farmacéuticas y alimentarias sobornan a los políticos

Que los laboratorios farmacéuticos y la industria alimentariacontrolan las decisiones de los grandes organismos políticos institucionales -nacionales e internacionales, públicos y privados-, las agencias de regulación y control, las organizaciones profesionales, académicas y científicas, las publicaciones especializadas y hasta las asociaciones de pacientes y médicos lo hemos denunciado ampliamente en numerosos artículos ante la incredulidad de mucha gente.

Pues bien, en esta ocasión vamos a analizar las “donaciones” que han hecho últimamente en Estados Unidos para promocionar campañas electorales y el ofrecimiento de “ayudas“ en caso de ganar a políticos, científicos, médicos, universidades, centros médicos y de investigación, etc. Y es que contra lo que muchos piensan el rastro que dejan es claro.

El Departamento de Salud de Estados Unidos es oficiosamente el “ministerio de salud” mundial y eso explica por qué las principales empresas del sector dedican la mayor parte de sus recursos a condicionarlas y/o controlarlas y no a investigación.

La industria farmacéutica “donó” a los candidatos de las últimas elecciones presidenciales estadounidenses ¡más de 15 millones de dólares! ¿Alguien cree en serio que de manera altruista?

Entre 1990 y 2016 la industria sanitaria pagó a distintos grupos de presión 354 millones de dólares.

Las grandes industrias -todas, sin excepción- tienen ánimo de lucro y solo participan en actos “altruistas” si ello les proporciona beneficios; aunque solo sea para hacerse pasar por “benefactores sociales” ante la ingenua masa ciudadana.

Según el profesor de Farmacología de la Universidad de Liverpool Andrew Hill los medicamentos oncológicos por lo que se pagan entre 75.000 y 100.000 dólares al año le cuestan a los laboratorios entre 159 y 4.022.

Se calcula que la industria sanitaria se gasta en Europa 40 millones de euros cada año para “presionar” a los altos cargos de las instituciones europeas.

Los grandes grupos de presión –Burson-Marsteller, Rohde Public Policy, Fleishman-Hillard, Hill & Knowlton y otros- reconocen trabajar para numerosos laboratorios de la industria farmacéutica.