Djinns: los espíritus del desierto o la verdadera identidad de Heathcliff
Djinns: los espíritus del desierto o la verdadera identidad de Heathcliff.
Según parece, la palabra árabe “djinn” proviene de la misma raíz que la palabra española “genio”, cuya raíz se encuentra en todas las lenguas occidentales y que describe a un tipo muy preciso de espíritu juguetón.
Etimológicamente hablando Djinn significa “escondido”, y deriva del árabe jinn, “oculto”. La palabra Djinn se introdujo en casi todas las lenguas occidentales, en principio, como derivado del latín genius, especie de espíritu tutelar de un lugar.
Para dar una idea más o menos acabada de la fuerza poética de los Djinns conviene citar aquella tradición islámica que sostiene que Alá hizo a los ángeles con luz, a los hombres con polvo, y a los Djinns con fuego.
La fisionomía de los Djinns es bastante complicada. Usualmente se los describe con un cuerpo etéreo, difuso, que carece de materia sólida, conformado por una especie de fuego negro y sin humo del cual brota un hedor insoportable.
Los Djinns fueron creados (siempre dentro de la tradición islámica) dos mil años antes de Adán y Eva, pero su raza no llegará a ver el Final de los Tiempos.
Bajo circunstancias propicias los Djinns pueden asumir una forma más o menos humana. Al principio se muestran como una columna de vapor, alta e indefinida; luego, según su voluntad, se presentan como un hombre, un chacal, un escorpión o una serpiente.
Lo curioso de los Djinns es que estos seres mitológicos poseen distintas cualidades intelectuales y espirituales. Por ejemplo, no todos los Djinns, aún siendo adversarios del Bien, creen en la existencia de Dios.
De hecho, hay estirpes de Djinns probervialmente ateas, agnósticas, e incluso escépticas acerca de su propia existencia.
La cifra de éstos últimos no está sujeta a las interpretaciones del Profeta.
Este dato, apenas una curiosidad teológica, resulta poderosamente llamativo si tenemos en cuenta que la fe en Dios resulta imprescindible para el gobierno de las cosas creadas. Por ejemplo, el Alcorán afirma que antes de matar a un Djinn debemos pedirle que se retire en nombre del Profeta, lo cual resulta prácticamente imposible ya que los Djinns no creen ni en Dios ni en su Profeta, y mucho menos en el Alcorán.
Muchas de las actividades de los Djinns son prosaicas, frívolas, y no perjudican al hombre. Suelen volar o hacerse invisibles, y durante sus vuelos a menudo logran llegar hasta el Cielo Inferior, donde escuchan a escondidas las conversaciones de los ángeles sobre acontecimientos futuros.
De esta manera los Djinns pueden asistir a los brujos, quienes consultan habitualmente a estos seres indiscretos.
Se cree que los Djinns también disfrutan enterrando gente y raptando hermosas mujeres. A propósito de esto, arriesgamos una hipótesis: los primeros acaso enmascaren a los maridos de las segundas.
Que los sabios de la tradición recojan el guante.
Para evitar desaforadas actividades de los Djinns conviene invocar el nombre de Alá, ya que el escepticismo de estas criaturas siempre es inferior a su prudencia.
Las moradas más comunes de los Djinns son las ruinas o lugares abandonados, siempre que estén en el desierto.
Los egipcios les atribuían la gestación de las tormentas de arena, y aseguraban que las estrellas fugaces eran dardos arrojados por Dios a los depravados Djinns.
Según otras tradiciones, los Djinns habitan en una especie de mundo subterráneo análogo al de los Elfos Oscuros de la mitología nórdica, ya que Ibis (también llamado Seitán), un demonio de la religión islámica, es su padre y Señor.
Originalmente los Djinns pertenecían a los mitos hebreos, quienes les atribuían el conocimiento en crudo, el cual no podían revelar, de todo lo que inquieta y desespera a los seres humanos.
Tal vez por eso moraban perpetuamente en el desierto, y sólo se dejaban ver por los peregrinos extraviados y los lunáticos.
Las apariciones de los Djinns en la literatura son bastante escasas. Por allí anda el magnífico relato de terror de Fitz James O’ Brien: ¿Qué fue eso? (What Was It?); pero quizás el Djinn literario más extraordinario acaso sea el pardigmático Heathcliff, de la novela de Emily Brontë: Cumbres borrascosas (Wuthering Heights); donde se nos informa que:
no era rumano ni gitano, sino un hombre animado por una vida demoníaca -un ghoul- y un Afreet.
(Neither of Lascar nor gipsy, but a man’s shape animated by demon life -a Ghoul- and Afreet)
En este contexto, los Afreet, o Ifrit, son versiones actualizadas de los enigmáticos Djinns.
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