El primer avistamiento OVNI: ¿qué vio Kenneth Arnold? (II)

El avistamiento de Kenneth Arnold es considerado, en la casuística ufológica, un “caso perfecto” al estimar que un piloto, conocedor del espacio aéreo, aporta un testimonio más fiable. Se trata pues, de un testigo de élite. ¿Vio Arnold naves espaciales procedentes del espacio exterior?

Muchos ufólogos no tienen en cuenta las variables psicológicas que interfieren entre lo que una persona ha percibido inicialmente y lo que relata más tarde

¿TESTIGO DE ÉLITE?

Uno de los primeros detalles –apenas mencionado en la bibliografía ufológica–, es que Kenneth Arnold no sobrevolaba en solitario el monte Rainier. En los alrededores, a unas veinte millas (32 kilómetros), se encontraba otro piloto a bordo de un Douglas DC4. Aunque es precisamente las dimensiones de este DC4 en la distancia, lo que le permite a Arnold descartar por su tamaño que los objetos sean una bandada de gansos, el piloto de esta avioneta no certificó haber visto nada extraño en los cielos. Así lo recoge, tan sólo dos días después, la nota informativa publicada en The Evening Star, donde también se hace eco del escepticismo con el que tanto la Armada como la Administración Civil Aeronáutica habían recibido las declaraciones de Arnold. Teniendo en cuenta que es precisamente el DC4, que se mantiene en el mismo ángulo de visión, lo que permite a Arnold establecer una comparativa de tamaño con los nueve objetos, resulta extraño que el piloto de este aparato no fuera testigo también del avistamiento. Esto significa que, fuera lo que se manifestara en los cielos, esto no debió tener una naturaleza lo suficientemente extraordinaria…

Aunque su testimonio es prolijo en detalles de dimensiones, velocidades y distancias, lo cierto es que estas estimaciones no tienen por qué tomarse al pie de la letra. Muchos ufólogos no tienen en cuenta las variables psicológicas que interfieren entre lo que una persona ha percibido inicialmente y lo que relata más tarde. De hecho, una revisión realizada por el ufólogo Martin Kottmeyer teniendo en cuenta la orografía montañosa llega a la conclusión de que las estimaciones de piloto con respecto a la altitud a la que volaban los objetos era errónea. Arnold interpretó que los objetos desaparecían detrás de uno de los picos (el Pequeño Tahoma) cuando en realidad se encontraban delante –y no fueron percibidos por la perspectiva que ofrecían en su ángulo de visión–. Esto significa que los objetos estaban más cerca de lo que él imaginaba, sobreestimando así su tamaño y velocidad.

¿ES UN PÁJARO, ES UN AVIÓN…?

Son varias las hipótesis que se han formulado tratando de buscar una explicación al extraño avistamiento protagonizado por Kennet Arnold. He aquí algunas de ellas:

-PROTOTIPO EXPERIMENTAL: El prototipo de avión bombardero Northrop –y más concretamente el modelo YRB-49A– se asemeja bastante a lo descrito por Arnold. Sin embargo, la cronología y el escenario de sus vuelos experimentales no coincide con el lugar y la fecha del avistamiento en monte Rainier.

-REFLEJOS SOLARES: Según el astrónomo Donald H. Menzel (1901-1976), en las cumbres montañosas se generan nubes de nieve que reflejan el sol con la misma intensidad que si fueran espejos. El viento racheado aceleraría dichas nubes otorgándoles ese desplazamiento característico de “platillo volante”.

-METEORITOS: Es la explicación propuesta por Philip Klass (1919-2005), considerado el “Sherlock Holmes de la ufología”, al advertir que un meteorito fue avistado por esas mismas fechas.

-BANDADA DE AVES: En 1997, Martin Kottmeyer propuso que pudiera tratarse de un grupo de cisnes. A partir de esta hipótesis, un artículo publicado en Fortean Times (agosto de 2000) por James Easton profundiza en el ámbito de la ornitología para identificar el tipo de ave autóctono que pudo haber generado el avistamiento. El pelícano blanco americano –cuya envergadura puede superar los tres metros–, presenta un color blanco –muy reflectante–, con bordes de ala oscuros y se agrupa en bandadas cuya cadencia de vuelo es sospechosamente similar a la de los “platillos volantes” reportados por Arnold, lo que es congruente con su testimonio: “Una característica de estas naves que me impresionó profundamente era cómo ondulaban y se desplazaban, inclinando sus alas alternativamente y emitiendo esos fuertes reflejos blanco-azulados desde su superficie”.

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