Anteriormente, hace unas décadas, otro episodio nos quedó grabado. Un sacerdote católico y misionero –el padre Pedro- se adentró junto a un grupo de exploradores en lo profundo del Amazonas, en una piragua (pequeña embarcación amazónica) con un motorcito fuera de borda, y entraron en contacto con un grupo aborigen que nunca había tenido relación con seres provenientes de otros lares, ni con la tecnología que representaban. Así, luego de los contactos iniciales por señas, ambos grupos humanos se entendieron y se dispusieron a pasar la noche. A la mañana siguiente, los exploradores y el padre Pedro quedaron estupefactos cuando al lado de la piragua, y del motor de la embarcación, había una ofrenda de frutas, flores y alimentos provenientes de la selva. Obsequio que no estaba destinado para ellos, sino para la piragua, mejor dicho, para el pequeño motor de la piragua. Los aborígenes estaban convencidos que el motor ¡Era un ser viviente! y una ¡Deidad!… Más tarde, explicarían que ellos creían que ese enviado de los Dioses –el motor- había traído a sus navegantes como querubines para favorecerlos y protegerlos.
Aborígenes colocan flores y frutos al motor “ser viviente” para ellos
La ofrenda fue porque suponían que el motor, o este diminuto “Dios” estaba enojado, y por ello bramaba o rugía, haciendo referencia a cuando el motor estaba encendido.
Para los nativos, era imposible suponer que algo pudiera tener un sonido como un motor prendido y menos que se moviera por sí mismo, sin ser ¡un ente viviente!…
Pero retrocedamos en la historia miles de años, por allá cuando no existía ninguna máquina, ni artefacto inventado por los humanos. Un registro escrito de una civilización muy primitiva nos cuenta un incidente, leamos este relato de alguien que lo narra: “Yo miré, y vi un viento huracanado que venía del norte, y una gran nube con un fuego fulgurante y un resplandor en torno de ella (…) En medio del fuego, vi la figura de cuatro seres vivientes (…) Cada uno tenía cuatro alas (…) Sus piernas eran rectas; sus pies, como pezuñas de ternero, y resplandecían como el fulgor del bronce bruñido (…) Sus alas se tocaban una a la otra (…) Sus alas estaban extendidas hacia lo alto: cada uno tenía dos alas que se tocaban entre sí y otras dos que les cubrían el cuerpo (…) Entre estos seres vivientes había un fuego como de brasas incandescentes, como de antorchas, que se agitaba en medio de ellos; el fuego resplandecía, y de él salían rayos (…) Yo miré a los seres vivientes, y vi que en el suelo, al lado de cada uno de ellos, había una rueda. El aspecto de las ruedas era brillante como el topacio y las cuatro tenían la misma forma. En cuanto a su estructura, era como si una rueda estuviera metida dentro de otra. Las cuatro ruedas tenían llantas, y yo vi que las llantas estaban llenas de ojos, en todo su alrededor. Cuando los seres vivientes avanzaban, también avanzaban las ruedas al lado de ellos, y cuando los seres vivientes se elevaban por encima del suelo, también se elevaban las ruedas. Ellos iban adonde los impulsaba el espíritu, y las ruedas se elevaban al mismo tiempo, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas. Cuando ellos avanzaban, avanzaban las ruedas, y cuando ellos se detenían, se detenían las ruedas (…) Sobre las cabezas de los seres vivientes, había una especie de cúpula reluciente como el cristal (…) Yo oí el ruido de sus alas cuando ellos avanzaban: era como el ruido de aguas torrenciales, (…) como el estruendo de una multitud o de un ejército acampado. Al detenerse, replegaban sus alas (…) Y se produjo un estruendo sobre la cúpula que estaba sobre sus cabezas y dentro de la cúpula (…) había algo así como una piedra de zafiro, con figura de trono; y encima de esa especie de trono, en lo más alto, una figura con aspecto de hombre (…) Vestido como fulgor como de electro, algo así como un fuego que lo rodeaba desde lo que parecía ser su cintura para abajo; vi algo así como un fuego y una claridad alrededor de él (…) como el aspecto del arcoíris que aparece en las nubes los días de lluvia, así era la claridad que lo rodeaba. Este era el aspecto (…) de la semejanza de Dios. Al ver, caí con el rostro en tierra y oí una voz que hablaba ”…
Quién lo relata es Ezequiel, lo pueden leer en La Biblia en el Libro de Ezequiel, Capítulo 1, versículos 4 al 26. Obviamente, este ser humano remoto, Ezequiel, tuvo un encuentro con seres diferentes que venían “sentados ” en sus puestos de pilotos, dentro de una cabina, con trajes espaciales, en una nave con alas y motores que producían “el ruido de aguas torrenciales ” o el “estruendo de una multitud ” y tenían ruedas con rines y tuercas: “era como si una rueda estuviera metida dentro de otra… y yo vi que las llantas estaban llenas de ojos ”.
En medio del fuego, vi la figura de cuatro seres vivientes (Ezequiel Cap. 1 de la Biblia)… ¿Cómo lo describiría un aborigen si viera naves o aviones contemporáneos?
Al igual que los aborígenes amazónicos que cuenta el Padre Pedro, Ezequiel no podía comprender que los únicos seres vivientes eran quienes estaban en las naves y no estas máquinas voladoras con alas y motores: “cada uno tenía dos alas que se tocaban entre sí y otras dos que les cubrían el cuerpo…” Para Ezequiel, los seres diferentes y sus naves, todos eran seres vivos y Dioses. El jefe del escuadrón aéreo o espacial y que habla con él, es comprensible que lo tildara de Dios, Señor, Jehová, Todopoderoso, Omnipotente, Ser Supremo, Poder Celestial, u otros nombres que en La Biblia, o en cualquiera de los Libros Sagrados de otras culturas o religiones, describen en sus escritos. Asimismo, los otros “seres vivientes” quienes acompañan a “Dios”, son –de acuerdo a estos seres bíblicos- Querubines, Serafines, Ángeles, Arcángeles, Seres Alados, Gigantes, Nephilines, entre otros nombres para definir a los seres diferentes del ser humano.
Si Ezequiel hubiera visto un Astronauta ¿Acaso no sería Dios para su comprensión? ¿No lo describiría vestido “como el fulgor del electro y sentado en un trono debajo de su cúpula reluciente como el cristal”?
Estas historias las traemos a colación porque debemos decir –con todo respeto- que los Libros Sagrados de distintas religiones –entre ellos La Biblia- son compilaciones de narraciones escritas por seres humanos que refirieron lo que vieron pero acorde a los conocimientos que tenían para su era. Sin embargo, ¿Hablaron realmente con el Creador? o ¿Con seres diferentes que contaban con un mayor conocimiento y una tecnología superior?
Otro ejemplo, lo leemos en el primer libro de La Biblia, El Génesis (Capítulo 6) donde dice: “Cuando la humanidad comenzó a multiplicarse sobre la faz de la tierra y les nacieron hijas, vieron los hijos de Dios que las hijas de los hombres les venían bien, y tomaron por mujeres a las que preferían (…) Por aquel entonces había gigantes en la tierra, y también los hubo después que los hijos de Dios se unieran a las hijas de los hombres y ellas les dieron hijos: estos fueron los héroes de la antigüedad, hombres famosos”.
¿Quiénes eran estos “hijos de Dios” que tuvieron hijos con las “hijas de los hombres” que fueron “famosos” como Sansón? ¿Eran Dioses, o Ángeles? o ¿Seres diferentes de otras civilizaciones o culturas más avanzadas?
En el Libro Deuteronomio, Capítulo 23, versículos 13 al 15 se lee lo que señala un enviado de Dios: “Tendrás, asimismo, un lugar fuera del campamento para hacer allí tus necesidades (…) y cuando salgas afuera para hacer tus necesidades, cavarás un hoyo y luego lo volverás a tapar para cubrir tus excrementos (…) Porque el Señor, tu Dios, recorrerá el campamento para protegerte y para poner a tus enemigos en tus manos…”
Es claro que para este ser diferente le importaba que los humanos no lo contaminaran con sus enfermedades, y le enseña una perspectiva de salud que –para ese entonces- los humanos, de esa época y cultura, no lo practicaban.
En el Libro de Éxodo, Moisés habla con “Jehová” o “Dios”, y este ser diferente le dice que pinten una marca con sangre en las puertas de las casas de los judíos porque “La sangre será vuestra señal en las casas donde moráis. Cuando yo vea la sangre pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora cuando yo hiera el país de Egipto (…) Durante siete días comeréis ázimos, ya desde el primer día quitaréis de vuestras casas la levadura. Todo el que desde el día primero hasta el día séptimo coma pan, ese tal será exterminado de en medio de Israel (…) todo aquel que coma algo fermentado, sea forastero o natural del país, será exterminado”.
El libro de Éxodo continúa detallando: “Se puso en marcha el Ángel de Dios que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube de delante se desplazó de allí y se colocó detrás (…) poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de los israelitas… la nube era tenebrosa (…) Moisés extendió su mano sobre el mar, y Dios hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del Este que secó el mar, y se dividieron las aguas (…) Los israelitas entraron en medio del mar mientras que las aguas formaban muralla a derecha e izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución, entrando tras ellos, en medio del mar, todos los caballos del Faraón, y los carros con sus guerreros (…) Llegada la vigilia matutina, miró Dios desde la columna de fuego y humo hacia el ejército de los egipcios, y sembró la confusión en el ejército egipcio. Trastornó las ruedas de sus carros, que no podían avanzar sino con gran dificultad. Y exclamaron los egipcios: Huyamos ante Israel, porque Dios pelea por ellos contra los egipcios”.
Preguntémonos, ¿Una Conciencia o Presencia Universal o Dios mandaría a un Ángel o vendría en una nave “nube tenebrosa” y haría una guerra química de aniquilación?: “todo aquel que coma algo fermentado, sea forastero o natural del país, será exterminado”.
Esto no tiene sentido, pero sí que representantes de una civilización más avanzada usó sus armas para favorecer a un pueblo en contra de otra cultura que lo esclavizaba.
Igual ocurre con Sodoma y Gomorra: “Entonces el Señor hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego y arrasó aquellas ciudades, y toda la redonda con todos los habitantes de las ciudades y la vegetación del suelo”. ¿Que fue esto? ¿Ataques atómicos del “Señor”?…
El episodio del diluvio nos muestra a un ser diferente, no humano y genocida cuando le dice a Noé: “He decidido acabar con todos los seres vivos, porque la tierra está llena de violencias por culpa de ellos. Por eso, he aquí que voy a exterminarlos de la tierra”.
“Yo oí el ruido de sus alas cuando ellos avanzaban: era como el ruido de aguas torrenciales, (…) como el estruendo de una multitud o de un ejército acampado. Al detenerse, replegaban sus alas…” (Ezequiel Cap. 1)
Asimismo, otro aparte extraño de La Biblia es el que se menciona en el Libro de Éxodo (Capítulo 25) donde se explica detalladamente cómo construir un artefacto de comunicaciones, “El Arca de la Alianza”, donde “Dios” le dice a Moisés “Te comunicaré todo lo que haya de ordenarte para los israelitas”.
Por cierto, este aparato es impresionante porque además de que “Dios” habla a distancia por este receptor, es a su vez muy peligroso o aparentemente transmitía radiaciones mortales…
En el Libro de Samuel (1era de Samuel 5:9-12) refiriéndose al Arca de la Alianza dice: “Entonces enviaron el Arca de Dios a Ecrón. Pero apenas el Arca llegó a Ecrón, los ecronitas gritaron: Han trasladado aquí el Arca del Dios de Israel, para hacerme morir a mí y a mi pueblo (…) Devuelvan el Arca del Dios de Israel; que regrese al lugar donde estaba, y no me haga morir a mí y a mi pueblo. Porque reinaba un pánico mortal en toda la ciudad (…) A los que no morían les brotaban tumores, y el clamor de la ciudad subía hasta el cielo”…
Tenemos que preguntarnos: ¿Usaba el Arca de la Alianza energía nuclear? o ¿Era emisora de ondas de microondas? Ambas tecnologías capaces de crear tumores…
Podríamos citar innumerables casos como estos que están presentes en incontables Libros Sagrados de diferentes credos religiosos. Además de las historias escritas, o de tradición oral, que se conocen en diversas culturas.
Las ilustraciones que hemos presentados son acorde a una tecnología más avanzada que la de los tiempos bíblicos. Es incuestionable que si un aborigen de una civilización, de miles de años antes que la actual, viera a estos artefactos, los consideraría como seres vivientes y a sus pilotos como dioses o al menos sus enviados como ángeles o querubines.
Pensar sobre esto es vital para intentar comprender la dimensión de Dios, de una Conciencia y Presencia Universal. Para comenzar a entender ¿Quién es Dios?…
Quienes creemos en una Conciencia Universal, La Biblia y otros Libros Sagrados de distintas religiones, rememoran algunos encuentros con seres distintos a los humanos, pero en realidad no deidades, y mucho menos estos hechos no hablan del Creador.
En verdad, todos formamos parte de Dios y todos fuimos hechos a su semejanza, por eso podemos crear pensamientos, acciones, cosas, y como la Presencia o Dios, también crear vida, como bien lo dicen los monjes budistas. Para los hijos, sus padres son sus dioses.
“Dios hizo que un gran pez se tragara a Jonás, y este permaneció en el vientre del pez tres días y tres noches” (Libro de Jonás, 2:1) ¿Sería un nave submarina terrestre o una nave proveniente de otras partes o de otra dimensión de espacio y tiempo?
Nosotros, quienes formamos parte de una Presencia y Conciencia Universal, pensamos en que el concepto de “Dios” tiene que abarcar a todo el Universo y no sólo a la Tierra. Un verdadero Creador no hizo al planeta Tierra y a los seres humanos aisladamente. Sí creó vida, fue toda la vida, a todos los seres vivientes de la totalidad del Cosmos. Si creó planetas, lo hizo en todo el Universo. Deben existir infinitos planetas e infinitas formas de vidas… y en cada planeta y en cada forma de vida existe una conexión con una Conciencia Universal, la Conciencia de Dios.
El Creador, por definición, tiene que estar en todas las partes porque es Omnipresente. Por ello, nosotros no hablamos de Dios sino de la Presencia, porque esta Conciencia Universal se encuentra presente en todas partes, por una sola razón, porque cada parte, cada átomo, cada molécula, cada célula, forma parte de La Presencia. Pero, esta Presencia –o si lo prefiere llámela Dios- es algo más que la suma de todas las partes del Universo, porque tiene además una propia Conciencia Universal, se expresa en todo el Universo y podemos encontrar su infinita Conciencia seamos humanos o seres diferentes de otras latitudes.

Quien es dios?