Symzonia «Narrativas de la Tierra Hueca»

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Hoy vamos a conocer los inicios de la Tierra Hueca, hipotesis cuyo nacimiento moderno, remonta hacia el siglo XIX, y que tiene a un inquieto estudioso norteamericano, John Cleves Symmes como uno de sus protagonistas más inolvidables. Esta es su historia.

John Cleves Symmes. Un rebelde en la corte de las Trece Colonias

¡Qué variedad de planetas has creado! ¡Qué increibles son sus dimensiones! ¡Cuán maravillosas son las Muestras de tu Grandeza y de tu Gloria en las Criaturas con las que has llenado esos Planetas! ¡Quién puede decir lo que los residentes angelicales verán y cantarán las alabanzas del Señor! ¡Quién puede decir para qué Usos pueden estar diseñados esos maravillosos Globos! Cotton Mather. El Filósofo Cristiano, 1721.

Remontémonos a 1823. Ese año «el representante de KentuckyRichard Johnson que llegaría a ser vicepresidente de los Estados Unidos, se levantó en la Cámara, para presentar, respetuosamente una instancia en la que se pedía que el Congreso costeara una expedición al centro de la Tierra; y, al instante, volvió a imperar el bullicio en la asamblea».

Si bien la moción sonara a broma, ya llevaba un lustro dando vueltas por la region norteamericano. El impulsor de la propuesta era un capitán retirado, John Cleves Symmes, que combatió a los británicos en la Guerra de la Independencia, quién fuera creador de la excéntrica petición.

“Yo declaro que la tierra está vacía y que su interior es habitable; que tiene en su interior un cierto número de esferas concéntricas, sólidas, una en el interior de la otra, y que tiene una oquedad de doce a dieciséis grados en el polo. Empeño mi vida en apoyo de esta verdad y estoy dispuesto a explorar el hueco, si el planeta quiere sostenerme y ayudarme en tal empresa. John Cleves Symmes, de Ohio, antiguo capitán de infantería.

Tengo preparado para la prensa, un tratado sobre los principios de la materia, donde doy evidencias de la proposición anterior, explico diversos fenómenos y revelo el ‘incognito dorado’ del medico Darwin. Mis circunstancias son el patrocinio de esto, y el reciente planeta lo ofrezco a mi esposa y sus diez hijos. Elijo como protectores, al medico S.L. Mitchel, a Sir H. Davy y al barón Alexander von Humboldt. Invito a un centenar de bravos compañeros, bien equipados, a partir desde Siberia, en la estación otoñal, con renos y trineos, para avanzar en la superficie del mar helado; doy mi palabra de que localizaremos una cálida y rica tierra, repleta de florecientes vegetales, y de animales, si es que no hay hombres, al llegar, un grado hacia el norte de latitud 82; regresaremos durante la primavera siguiente. J. C. S“.

John Cleves Symmes quién en 1818 pidió al Congreso norteamericano, le financiara una expedición para intentar de localizar un acceso, en dirección a la Tierra Hueca. Cortesía: nkyviews.com

Cuando Symmes escribe ese panfleto apasionado en defensa de la Tierra Hueca, ya estaba retirado de sus actividades militares, disfrutando de una apacible vida hogareña que por lo observado lo aburría. Ni los diez vástagos que poseía a su cargo, ni al parecer su mujer lograban aplacar el alma del indómito. Su creencia en la probabilidad de cavidades polares empezó con la compra de un telescopio para ver los mundos.

“Estudiaba mapas y dibujos de Saturno, y llegó a la deducción de que el hecho de que haya anillos en torno de aquel astro, establece que el comienzo de las esferas concéntricas, o de los mundos huecos, hay verdaderamente. Juzgó que Isaac Newton había incurrido en una equivocación, y que una atmósfera repleta de un elástico fluido aéreo o de unas esferas de éter, huecas, microscópicamente invisibles, explican la gravedad: El fluido aéreo crea, en vez de una fuerza arrastrante, una impelente, que es comienzo real de la gravedad. Opinó además que la materia reporte tomaba, en rotación, la figura esférica, y por lo tanto, una masa nebulosa en rotación, como lo era nuestra tierra durante su proceso formativo, no asumiría la figura de una esfera sólida, sino, más bien, la de esfera hueca”.

Symzonia un misterio literario publicado en 1823, y considerada como la primera obra de ciencia ficción en los Estados Unidos

Symzonia un enigma literario difundido en 1823, y considerada como la primera obra de ciencia ficción en los Estados Unidos. 

Para sustentar esta visión se internó en cierto tipo de lectura esbozada por varios autores partidarios de su querida hipotesis. Estudió a Burnet «que afirmaba que la tierra había sido, con anterioridad, un pequeño núcleo, cubierto de petróleo, al cual se había adherido el fluido de la atmósfera, formando así la corteza terrestre». Diferentes escritos fueron los de Woodward «que afirmaba, que la tierra está formada por distintos estratos, dispuestos en lechos concéntricos, como las capas de una cebolla». De Whiston sacó «que la tierra había sido originada por un cometa, y que en el cometa se formado un abismo líquido, el cual había sido cubierto mas tarde por una corteza, de modo que, en su aspecto final, la tierra se aparentaba a la yema, a la clara y a la cáscara de huevo».

Si bien estos autores colmaban sus expectativas, Symmes indagó incluso más en la antigüedad y localizó que en 1692, el conocido astrónomo Edmund Halley, descubridor del cometa que lleva su nombre, esbozó «que debajo de la corteza terráquea había un vacío, en el interior del cual giraban tres mundos del tamaño de VenusMarte y Mercurio». Halley no estuvo solo dado que poco mas tarde el conocido matemático alemán Leonard Euler añadió a las observaciones del británico una reducida modificación unificó los tres mundos en uno solo, «al cual dio luz de día y una avanzada próspera civilización».

Monumento en honor a John Cleves Symmes, Ohio, USA

Monumento en honor a John Cleves Symmes, Ohio, USA. Cortesía: atlasobscura.com

Esta corriente sería seguida por Cotton Mather «habló de un cosmos interior» y «dos decenios más tarde, el barón Holberg anotó una novela en donde el protagonista caía en el interior de la tierra, para revelar allí un sol y un sistema solar, y transformarse él mismo, durante tres días, en un satélite girante». Uno de los últimos investigadores en unirse a Halley y Euler fue el escocés Sir John Leslie «célebre por sus investigaciones sobre la radiación, especuló sobre de una tierra hueca, provista de dos brillantes mundos, semejantes al sol, llamados Proserpina y Plutón».

Esta esfera abierta en los polos, era utilizada por Symmes durante sus conferencias sobre Tierra Hueca

Esta esfera abierta en los polos, era utilizada por Symmes durante sus conferencias sobre Tierra Hueca. Cortesía: themagazineantiques.com

Symmes carecía del don de la oratoria, pero recorrió el país brindando algunas Conferencias ante un público ávido por novedades.

Symzonia. La primera novela de ciencia ficción norteamericana

“Al mediodía del 24 de diciembre fondeamos en 14 brazas de agua, sobre un fondo de arena fina. Esta tierra, en agradecimiento al Capitán Symmes por su sublime hipotesis, inmediatamente la nombré SYMZONIA. La costa se expandía sobre SSW y NNE. En la rada nos encontrábamos protegidos de todos los vientos excepto los que soplaban directamente en el transcurso del litoral. No había mucho que temer, dado que habíamos desvelado que los vientos predominantes del OSO soplaban tan constantes como un alisio durante diversos días sin vendavales ni tormentas.”. Extracto de Symzonia, 1820.

En 1820 se compartió «Symzonia: un viaje de exploración», que fue editado por la casa editora J. Seymour (New York) y rubricada por un tal Adam Seaborn. Esta divertida obra de ciencia ficción era una parodia de Symmes, de su teoría, y de su expedición en plan. En el relato, el creador, en primera persona, inspirado por Symmes, prepara una exploración de las regiones polares, con el pretexto de cazar focas. Al aproximarse al sitio donde se halla el «gélido cerco» que conduce al planeta interior, los tripulantes descubre en una isla, los huesos de un monstruo.

(Public domain)

Anteriormente que la dotación pueda amotinarse, el capitán deja que su buque de vapor sea velozmente arrastrado, por fuertes corrientes, hacia el sur. No tardan en hallarse en el interior de la tierra. Symzonia. En su metrópoli, el capitán y sus hombres dan con una casta albina de seres humanos, vestidos con ropas blancas como la nieve, y que hablan un musical lenguaje. Symzonia, iluminada por dos soles y dos lunas, es una utopía socialista. La villa albino, regido, por un individuo superior, vive prósperamente, tiene oro y dispone de avanzados inventos, tales como dirigibles armados con lanzallamas que arrojan gas encendido a una separación de un kilómetro y más.

Celosos por preservar su régimen, los symzonianos obligan al capitán y a su equipaje a que regresen al planeta exterior, más avaricioso. Bastantes consideran que tras la fachada de Adam Seaborn se oculta la pluma del mismo Symmes. ¿Ridiculizándose así mismo? ¿No será tal vez que debemos pensar en un autentico ataque arrojado por varios detractores que despreciaban sus hipotesis? Excepto que el capitán tuviera un sentido del humor a toda evidencia, eso haría que los rumores que lo explican como un hombre de mal genio «que se encendía velozmente en presencia de una situación ridícula, y que su falta de paciencia no le dejaba coordinar, de una forma ordenada y minuciosa, sus drásticos ideas», no tuviesen ningún fundamento. ¿O sí?

Uno rico empresario James MacBride se transformó en su «padrino y colaborador», quién adaptó sus investigaciones en un texto Symmes’ Theory of Concentric Spheres (1826) donde se podía leer:

“Según el capitán Symmens, el mundo que ha sido denominado Tierra está compuesto, como mínimo, de cinco esferas concéntricas, huecas, con espacios intermedios, y una atmósfera en torno de cada una; y son habitables, tanto en la superficie cóncava, como en la convexa.

Cada una de estas esferas tiene amplias aberturas en sus respectivos polos. Si bien la situación particular de las zonas donde se piensa que hay las aberturas polares, puede que no haya sido averiguada con total certidumbre, se entiende, sin embargo que la misma es mas o menos correcta; su situación ha sido conjeturada por apariencias que hay en aquellos zonas; tales que como un círculo o zona que rodea al globo y en donde no crecen árboles ni otra flora (excepto musgo); las mareas del océano corren en distintas direcciones y que, al parecer se reúnen; la presencia de volcanes; las hinchazones del fondo, en el mar, que son más frecuentes, la aurora boreal que asoma hacia el lado sur”.

Grabado de El viaje de Niels Klim al planeta subterráneo, con una nueva hipotesis de la Tierra y la Historia del Quinto Reino anteriormente desconocido, difundido por Ludvig Holberg en 1741. Cortesía: publicdomainreview.org

El retirado capitán se transformó con el tiempo en un personaje peculiar, que provocaba sonrisas por lo bajo, defensores a ultranza y enojosos intelectuales que desde su irrupción en escena con el plan de una Tierra Hueca no dejaban de criticarle. Eso aclara porque en vida nunca alcanzó el capital imprescindibles para llevar adelante una expedición, falleciendo a la edad de 42 años durante 1828, sin alcanzar su objetivo. Pero su bandera fue izada por diferentes.

Solamente un año mas tarde de su partida uno de sus más fervientes discípulos, Jeremiah Reynolds, consiguió convencer a un rico empresario, Watson, que a desigualdad de Mac Bride que apadrinó a Symmes, creyó en la presencia de una Tierra Hueca, y tomó la decisión de subvencionar de una vez por todas el excéntrico viaje al Polo Sur. Se contrataron dos navíos el Annawan y el Serpa.

Pero la aventura casi termina en tragedia.

“Los navíos efectuaron el desembarco a los 82 grados de latitud sur, pero el conjunto que saltó a tierra se perdió y fue salvado, en el momento preciso, de la muerte por inanición. Mas tarde los tripulantes amotinada obligó a que los buques pusieran proa a la patria; se pertrecharon en las costas de Chile, desembarcaron a Reynolds, y siguieron adelante, para rastrear, en la piratería, hallazgos más provechosos”.

El Evangelio de la Tierra Hueca

Pronto las ideas de Symmes tomarían otra dimensión y sobrevivirían de mano de algunas de las mentes literarias más vivaces de su epoca, que explotarían el asunto hasta el hartazgo. Edgard Allan Poe fue uno de los primeros en tomar la posta. El manuscrito en la botella, 1833,

La incomparable aventura de un tal Hans Pfall, 1835, y Las Aventuras Gordon Pym, 1838, son una buena muestra. En 1864 el escritor francés Julio Verne dedicaría una de sus mejores novelas al género, Viaje al centro de la Tierra, la única profecía verniana que sus cultores dicen incluso no se cumplió. A esa  seguiría, La Esfinge de los Hielos, 1897. Otro escritor condenado, H.P. Lovecraft legaría En Las Montañas de la Locura1937Edgard Rice Burroughs, creador de Tarzán, imaginó en su novela En el Corazón de la Tierra, 1922, a Pellucidar, un continente perdido en el interior del mundo con acceso por el Polo Norte.

Dibujo transversal de la Tierra que muestra el “Planeta Interior” de Atvatabar, de la novela de ciencia ficción de 1892 de William R. Bradshaw La Deidad de Atvatabar. (Wikimedia Commons)

En 1868 se da a conocer Un globo hueco, del maestro W.F. Lyons, que retomaba el plan de Symmes si bien desconociendo su nombre de las obras consultadas, característica, que bastantes autores imitarían. Consciente de tal omisión Americus Vespucius Symmes, uno de los diez hijos del desaparecido militar, publica en 1878, Hipotesis de las esferas concéntricas de Symmes, que prueba que la tierra es hueca, su interior habitable, y con espaciosas aberturas en los polos. Esta colección fue publicada por Bradley and Gilbert, de Louisville. Si bien Américo acreditó a su padre como creador absoluto del escrito, e hizo constar que él era solamente un compilador, en verdad compuso una cooperacion original para el volumen.

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Symmes había afirmado que bajo la tierra existía una civilización. Americus no fue capaz de resistirse a dar más detalles. Esta civilización, manifestó, no era otra, que la de las diez tribus perdidas de Israel, que habían sido encontradas por diferentes en zonas tan distantes como México, y la Atlántida. Con el inicio del siglo XX, el legado de Symmes cruzaría los océanos y ganaría partidarios, que esparcirían el evangelio de la Tierra Hueca por todo el planeta. Se inicia así un reciente capítulo de la saga, pero esa es otra historia. Hasta aquí.

Conclusión

Sin dudas la labor de John Cleves Symmes ayudó a expandir el evangelio Tierra Hueca, inspirando una autentica devoción por un asunto que incluso hoy día sigue concitando inmensa atención. Paradoja de estos tiempos. Continuará.

En el siguiente vídeo pueden obtener información notable sobre otro aspecto del planeta subterráneo: Gruta de los Tayos.

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