Después de un Papa Asesinado Vendrá el Segundo Pentecostés, Profecías de Don Bosco

Después de un Papa Asesinado Vendrá el Segundo Pentecostés, Profecías de Don Bosco

[review]

Varias profecías católicas coinciden en la secuencia que nos llevará a la segunda venida de cristo.

Habrá un Papa martirizado, luego de lo cual la Iglesia se repondrá.

Y vendrá un Papa que logrará reunificar a la Iglesia, un período de Paz, y luego la venida del anticristo.

Después de un Papa Asesinado Vendrá el Segundo Pentecostés, Profecías de Don Bosco

¿Qué tan cerca estamos de que se desaten estos sucesos?
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¿Qué papel está reservado al pontificado de Francisco?

San Juan Bosco realizó una serie de profecías, disfrazadas como “sueños”.

La que atañe más directamente al pontificado es “El sueño de las dos columnas”, la más conocida de ella.

Allí Don Bosco previó dificultades en el futuro de la Iglesia, a través de un barco en el mar tormentoso.

Varios papas se esfuerzan para amarrar a la Iglesia y anclarla entre dos columnas que aparecen en medio de aguas peligrosas.

Las columnas simbolizan dos devociones: Jesús en el Santísimo Sacramento y María Inmaculada, la Auxiliadora.

Un Papa es muerto en la batalla.

Y la calma y la paz llegan a la Iglesia sólo cuando el sucesor del Papa muerto ancla la Iglesia entre las dos columnas.

El sueño se puede interpretar de varias maneras.
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Pero el más directo es que el futuro de la Iglesia está garantizado cuando los sucesores de Pedro logran anclar a la Iglesia a las devociones de Jesús (Santísimo Sacramento) y María (María Auxilio de los Cristianos).

Veamos el texto de El Sueño de las Dos Columnas para analizar sus detalles.

Después de un Papa Asesinado Vendrá el Segundo Pentecostés, Profecías de Don Bosco

EL SUEÑO DE LAS DOS COLUMNAS DE SAN JUAN BOSCO

El 26 de mayo de 1862 Don Bosco había prometido a sus jóvenes que les narraría algo muy agradable en los últimos días del mes.

El 30 de mayo, pues, por la noche les contó el sueño.

Os quiero contar un sueño.

Es cierto que el que sueña no razona; con todo, yo que Os contaría a Vosotros hasta mis pecados si no temiera que salieran huyendo asustados, o que se cayera la casa, les lo voy a contar para su bien espiritual.

Este sueño lo tuve hace algunos días.

Figúrense que están conmigo a la orilla del mar, o mejor, sobre un escrollo aislado, desde el cual no ven más tierra que la que tienen debajo de los pies.

En toda aquella superficie líquida se ve una multitud incontable de naves dispuestas en orden de batalla, cuyas proas terminan en un afilado espolón de hierro a modo de lanza que hiere y traspasa todo aquello contra lo cual llega a chocar.

Dichas naves están armadas de cañones, cargadas de fusiles y de armas de diferentes clases; de material incendiario y también de libros [podemos pensar también en televisión, radio, internet, cine, teatro, prensa].

se dirigen contra otra embarcación mucho más grande y más alta, intentando clavarle el espolón, incendiarla o al menos hacerle el mayor daño posible.

A esta majestuosa nave, provista de todo, hacen escolta numerosas navecillas que de ella reciben las órdenes, realizando las oportunas maniobras para defenderse de la flota enemiga.

El viento les es adverso y la agitación del mar favorece a los enemigos.

En medio de la inmensidad del mar se levantan, sobre las olas, dos robustas columnas, muy altas, poco distante la una de la otra

Sobre una de ellas campea la estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con esta inscripción: Auxilium Christianorum.

Sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con estas palabras: Salus credentium.

El comandante supremo de la nave mayor, que es el Romano Pontífice, al apreciar el furor de los enemigos y la situación apurada en que se encuentran sus leales, piensa en convocar a su alrededor a los pilotos de las naves subalternas para celebrar consejo y decidir la conducta a seguir.

Todos los pilotos suben a la nave capitaneada y se congregan alrededor del Papa.

Celebran el consejo; pero al comprobar que el viento arrecia cada vez más y que la tempestad es cada vez más violenta, son enviados a tomar nuevamente el mando de sus naves respectivas.

Restablecida por un momento la calma, el Papa reúne por segunda vez a los pilotos, mientras la nave capitana continúa su curso; pero la borrasca se torna nuevamente espantosa. 

El Pontífice empuña el timón y todos sus esfuerzos van encaminados a dirigir la nave hacia el espacio existente entre aquellas dos columnas, de cuya parte superior todo en redondo penden numerosas áncoras y gruesas argollas unidas a robustas cadenas.

Las naves enemigas dispónense todas a asaltarla, haciendo lo posible por detener su marcha y por hundirla.

Unas con los escritos, otras con los libros, con materiales incendiarios de los que cuentan gran abundancia, materiales que intentan arrojar a bordo.

Otras con los cañones, con los fusiles, con los espolones: el combate se toma cada vez más encarnizado.

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Las proas enemigas chocan contra ella violentamente, pero sus esfuerzos y su ímpetu resultan inútiles. 

En vano reanudan el ataque y gastan energías y municiones: la gigantesca nave prosigue segura y serena su camino. 

A veces sucede que por efecto de las acometidas de que se le hace objeto, muestra en sus flancos una larga y profunda hendidura.

Pero apenas producido el daño, sopla un viento suavede las dos columnas y las vías de agua se cierran y las brechas desaparecen.

Disparan entretanto los cañones los asaltantes, y al hacerlo revientan, se rompen los fusiles, lo mismo que las demás armas y espolones.

Muchas naves se abren y se hunden en el mar.

Entonces, los enemigos, encendidos de furor comienzan a luchar empleando el arma corta, las manos, los puños, las injurias, las blasfemias, maldiciones, y así continúa el combate.

Cuando he aquí que el Papa cae herido gravemente.

Inmediatamente los que le acompañan acuden a ayudarle y le levantan. 

El Pontífice es herido una segunda vez, cae nuevamente y muere.

Un grito de victoria y de alegría resuena entre los enemigos; sobre las cubiertas de sus naves reina un júbilo indecible.

Pero apenas muerto el Pontífice, otro ocupa el puesto vacante.

Los pilotos reunidos lo han elegido inmediatamente; de suerte que la noticia de la muerte del Papa llega con la de la elección de su sucesor.

Los enemigos comienzan a desanimarse. 

El nuevo Pontífice, venciendo y superando todos los obstáculos, guía la nave hacia las dos columnas.

Y al llegar al espacio comprendido entre ambas, la amarra con una cadena que pende de la proa a un áncora de la columna que ostenta la Hostia.

Y con otra cadena que pende de la popa la sujeta de la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada.

Entonces se produce una gran confusión.

Todas las naves que hasta aquel momento habían luchado contra la embarcación capitaneada por el Papa, se dan a la huida, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen mutuamente.

Unas al hundirse procuran hundir a las demás.

Otras navecillas que han combatido valerosamente a las órdenes del Papa, son las primeras en llegar a las columnas donde quedan amarradas.

Otras naves, que por miedo al combate se habían retirado y que se encuentran muy distantes, continúan observando prudentemente los acontecimientos.

Hasta que, al desaparecer en los abismos del mar los restos de las naves destruidas, bogan aceleradamente hacia las dos columnas, llegando a las cuales se aseguran a los garfios pendientes de las mismas.

Y allí permanecen tranquilas y seguras, en compañía de la nave capitana ocupada por el Papa.

En el mar reina una calma absoluta.

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Al llegar a este punto del relato, San Juan Bosco preguntó a Beato Miguel Rúa:

¿Qué piensas de esta narración?

El Beato Miguel Rúa contestó:

Me parece que la nave del Papa es la Iglesia de la que es Cabeza: las otras naves representan a los hombres y el mar al mundo.

Los que defienden a la embarcación del Pontífice son los leales a la Santa Sede; los otros, sus enemigos, que con toda suerte de armas intentan aniquilarla.

Las dos columnas salvadoras me parece que son la devoción a María Santísima y al Santísimo Sacramento de la Eucaristía.

El Beato Miguel Rúa no hizo referencia al Papa caído y muerto y San Juan Bosco nada dijo tampoco sobre este particular.

Solamente añadió:

Has dicho bien. Solamente habría que corregir una expresión. 

Las naves de los enemigos son las persecuciones. Se preparan días difíciles para la Iglesia.

Lo que hasta ahora ha sucedido es casi nada en comparación a lo que tiene que suceder. 

Los enemigos de la Iglesia están representados por las naves que intentan hundir la nave principal y aniquilarla si pudiesen. 

Don Bosco no interpretó verbalmente la trama de los Papas – uno muerto y su sucesor -, lo cual es importante para el objetivo de este artículo.

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UN PAPA MUERTO Y SU SUCESOR

En el Sueño de las Dos Columnas hay un Papa muerto y otro, su sucesor, que después asegura a la Iglesia a las dos columnas en medio de la algarabía y la paz, lo que equivale a un Segundo Pentecostés.

¿Quién son estos dos Papas? ¿Están en el futuro o en el pasado?

Si la cronología es correcta, se estaría prediciendo que la época de paz, de alegría y fortaleza, el Segundo Pentecostés, será inaugurado durante un papado inmediatamente después de un papa asesinado.

Si hablamos de asesinato real, el último Papa al que podrían haber asesinado podría ser Juan Pablo I; no decimos que lo haya sido, sino que podría haberlo sido.

Teóricos de la conspiración creen que fue envenenado por agentes “durmientes” dentro del Vaticano que estaban vinculados al escándalo de la P2 o la Unión Soviética (o a ambos).

Si hablamos de atentado para asesinato pensaremos en su predecesor Juan Pablo II, que fue herido por la bala de Ali Agca en la Plaza de san Pedro en 1981.

Y si hablamos de asesinato civil (simbólico), podemos pensar en las presiones que sufrió Benedicto XVI para dejar su pontificado.

Ahora bien, la dificultad de que esta profecía de Don Bosco se haya cumplido en el pasado es que no se ha visto, hasta ahora, lo que se pueda catalogar como un Segundo Pentecostés y toda la Iglesia alineada tras de un Papa.

Lo más cercano a un período de paz y florecimiento de la fe podría haber estado en el pontificado de Juan Pablo II, quien remontó las consecuencias negativas del Concilio Vaticano II.

Además Juan Pablo II fue un Papa mariano, que aseguró la Iglesia a esta devoción, lo que no ha sucedido con ningún papa desde el Concilio.

Sin embargo estos indicios son débiles. No ha habido fuertes indicios de un Segundo Pentecostés.

De modo que lo más probable es que lo que relata Don Bosco, si no es una mera alegoría, entonces sea un hecho que transcurrirá en el futuro.

Veamos primero como hay más coincidencias sobre el papa muerto.

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EL PAPA MUERTO ¿SERÁ EL QUE SE RELATA EN EL 3º SECRETO DE FÁTIMA?

Si la profecía implica un Papa muerto, entonces deberíamos pensar en la profecía de Fátima, en el tercer secreto.

Este mensaje de Fátima dado medio siglo después del Sueño de Don Bosco es coincidente.

En el 3º Secreto de Fátima Sor Lucía relata la muerte de un Papa.

Y vimos en una luz inmensa que es Dios: algo parecido a cómo las personas aparecen en un espejo cuando pasan frente a él, a un obispo vestido de blanco, y tuvimos la impresión que era el Santo Padre.

Y otros Obispos, Sacerdotes, hombres y mujeres religiosos subiendo una montaña empinada, en la cima de la cual había una gran Cruz de troncos toscos como de un corcho con la corteza.

Antes de llegar allí, el Santo Padre pasó por una gran ciudad en ruinas con paso medio tembloroso, afligido de dolor y tristeza, oró por las almas de los cadáveres que encontraba en su camino.

Al llegar a la cumbre de la montaña, arrodillado al pie de la gran Cruz, fue asesinado por un grupo de soldados que dispararon balas y flechas.

Y de la misma manera, murieron uno tras otro los demás obispos sacerdotes, hombres y mujeres religiosas, y varios laicos de diferentes rangos y posiciones.

Debajo de los dos brazos de la Cruz había dos Ángelescada uno con un aspersorio de cristal en la mano, en el que recogieron la sangre de los Mártires y con ella asperjaron las almas que se dirigían a Dios.

O sea que hay coincidencias respecto del asesinato de un Papa en medio de una crisis de la Iglesia.

¿Pero es segura la interpretación de que habrá un Segundo Pentecostés luego?

Para aclararlo podemos recurrir a otro sueño de Don Bosco.

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EL PAPA DEL SEGUNDO PENTECOSTÉS  

En la profecía de la Marcha de los 200 Días, Don Bosco indicaba lo que iba a significar la victoria del Papa anclado a las dos columnas.

Era una noche oscura, y los hombres ya no podían encontrar su camino de regreso a sus propios países.

De repente una luz brillante brilló en el cielo, iluminando su camino como al mediodía.

En ese momento salió del Vaticano, como en procesión, multitud de hombres y mujeres, niños pequeños, monjes, monjas y sacerdotes, y a su cabeza el Papa.

Pero una furiosa tormenta estalló, algo oscureciendo esa luz, como si la luz y la oscuridad estuvieran encerradas en la batalla.

Mientras tanto, la larga procesión llegó a una pequeña plaza llena de muertos y heridos, muchos de los cuales lloraban pidiendo ayuda.

Las filas de la procesión se adelgazaban considerablemente.

Después de una marcha de doscientos días, todos se dieron cuenta de que ya no estaban en Roma.

Desalentados, rodearon al Pontífice para protegerlo y ministrarle en sus necesidades.

En ese momento aparecieron dos ángeles, con un estandarte que presentaba al Sumo Pontífice, diciendo:

Tomad la bandera de Aquella que pelea y derrota a los más poderosos ejércitos de la tierra: vuestros enemigos han desaparecido: con lágrimas y suspiros sus hijos abogan por Su regreso.”

Un lado del estandarte llevaba la inscripción: Regina sine labe concepta [Reina concebida sin pecado], y el otro lado decía: Auxilium Christianorum [Ayuda de los cristianos].

El Pontífice aceptó la bandera alegremente, pero se angustió al ver cuán pocos eran sus seguidores.

Pero los dos ángeles continuaron diciendo:

Vayan, reconforten a sus hijos, escriban a sus hermanos esparcidos por todo el mundo que los hombres deben reformar sus vidas, y esto no puede lograrse si no se parte el pan del Verbo Divino entre los pueblos.

El catecismo y la predicación del desapego de las cosas terrenas.

Ha llegado el momento, concluyeron los dos ángeles, cuando los pobres evangelizarán al mundo.

Los sacerdotes serán buscados entre los que manejan la azada, la pala y el martillo, como David profetizó:

“Dios levantó al pobre de los campos para ponerlo en el trono de su pueblo”.

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Al oír esto, el Pontífice siguió adelante, y las filas comenzaron a hincharse.

Al llegar a la Ciudad Santa, el Pontífice lloró al ver a sus ciudadanos desolados, ya que muchos de ellos ya no estaban.

Luego entró en San Pedro y entonó el Te Deum, al que un coro de ángeles respondió, cantando: Gloria in excelsis Deo et en terra pax hominibus bonae voluntatis.

Cuando terminó la canción, toda la oscuridad desapareció y brilló un sol abrasador.

La población había disminuido mucho en las ciudades y en el campo.

La tierra fue destrozada como por un huracán y la tormenta de granizo, y la gente se buscó unos a otros, profundamente conmovidos, y diciendo: Est Deus en Israel [Hay un Dios en Israel].

Desde el inicio del exilio hasta la entonación del Te Deum, el sol subió 200 veces. Todos los eventos descritos cubren un período de 400 días.

En La Salette se profetiza también una gran crisis, un Papa perseguido, un período de paz y luego “vendrá un monstruo”, que podemos pensar que es el anticristo o un fenómeno parecido.

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TAMBIÉN ES PARTE DE LA PROFECÍA DE LA SALETTE

El secreto dado a Maximin (uno de los videntes) por Nuestra Señora de La Salette dice lo siguiente:

Antes de todo, grandes desórdenes llegarán, en la Iglesia y en todas partes.

Luego, después, nuestro Santo Padre el Papa será perseguido.

Su sucesor será un pontífice que nadie espera.

Entonces, después, una gran paz vendrá, pero no durará mucho tiempo. Un monstruo vendrá a perturbarla.

Todo lo que te digo aquí llegará en el otro siglo, a más tardar en el año dos mil.

Esto podría llegar a ser el preludio de la segunda venida de Cristo como lo expresa el catecismo de la Iglesia Católica:

Antes de la segunda venida de Cristo, la Iglesia debe pasar por un juicio final que sacudirá la fe de muchos creyentes.

La persecución que acompaña a su peregrinación en la tierra desvelará el “misterio de la iniquidad” en forma de un engaño religioso ofreciendo a los hombres una aparente solución a sus problemas al precio de la apostasía de la verdad.

El supremo engaño religioso es el del Anticristo, un pseudo-mesianismo por el cual el hombre se glorifica en lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne…(CIC 675)

La Iglesia sólo entrará en la gloria del reino a través de esta pascua final, cuando ella siga a su Señor en su muerte y resurrección… (CIC 677)

En medio de estas piezas proféticas tenemos este pontificado y los próximos.

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¿QUÉ NOS DICEN ESTAS PROFECÍAS RESPECTO A ESTE PONTIFICADO Y LOS PRÓXIMOS?

El pontificado de Francisco es claro que esta navegando en un período de gran crisis de la Iglesia.

Una posibilidad es que concluya con el martirio de Francisco.
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En cuyo caso podría ser el Papa muerto al que aluden Don Bosco y la Virgen de Fátima.

Porque aunque el papa Francisco muera mártir por un atentado en Roma o en uno de sus viajes, no se sigue necesariamente que sea el de la profecía.

Eso se deberá discernir viendo el resto que viene luego.

Cualquier pontificado válido durante el reinado del anticristo o de una gran persecución tendría presumiblemente que operar bajo tierra y en el exilio.

si el rebaño se dispersa a la muerte del pastor, puede resultar difícil reunir suficientes cardenales electores para formar un cónclave improvisado.

Puede haber varios cónclaves subterráneos pero también puede ser casi imposible establecer una red y averiguar quién es realmente el verdadero Papa.

Durante este período puede ser que la Iglesia esté con la sede vacante.

Pero este período no será el fin; será superado por la Iglesia.

Vendrá el Papa que llevará a la Iglesia a un nuevo pentecostés.