Pruebas de la bomba atómica nazi

En varios laboratorios de EE UU hay unos misteriosos cubos de uranio de procedencia desconocida. Nadie parece saber con certeza cómo llegaron allí ni qué cometido tienen. Ahora un equipo de investigadores pretende averiguar su origen y determinar si proceden de los experimentos nazis para diseñar la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial.

La Alemania de Hitler invirtió mucho esfuerzo, medios y dinero en su programa de energía atómica

Uno de estos intrigantes cubos está en el Laboratorio Nacional del Noroeste del Pacífico (PNNL). El colaborador de esta institución, Timothy Koeth, de la Universidad de Maryland (EE UU), aseguró a la prensa que “no sabemos a ciencia cierta que los cubos pertenezcan al programa alemán, así que primero queremos establecerlo y luego queremos comparar los distintos cubos para ver si podemos clasificarlos según el grupo de investigación concreto que los creó”.

La Alemania de Hitler invirtió mucho esfuerzo, medios y dinero en su programa de energía atómica. Existían varios grupos de trabajo en diferentes ciudades. El liderado por Werner Heisenberg residía en Berlín, aunque después marchó a Haigerloch conforme avanzaban los aliados. Mientras que en Gottow estuvo el equipo dirigido por Kurt Diebner. Los reactores nucleares experimentales fabricados por estos dos grupos de investigación se alimentaban con pequeños cubos de uranio de unos cinco centímetros de lado que eran sumergidos en “agua pesada” elaborada con deuterio en lugar de hidrógeno.

El estudio de estos cubos podría ayudar a las investigaciones sobre el tráfico ilegal de materiales nucleares

MATERIAL NUCLEAR

Aunque la ciencia nazi no logró culminar con éxito tanto empeño, sus avances no cayeron en saco roto. Estadounidenses y británicos recogieron cuantos cubos de uranio encontraron a su paso –se estima que más de 600– y los enviaron a EE UU hacia 1945. Solo unos pocos permanecen al otro lado del Atlántico bien identificados. El resto están en manos de coleccionistas particulares, en paradero desconocido o confundidos con otros cubos de uranio de otras procedencias. El objetivo de estos científicos es aclarar la confusión, estableciendo una nueva técnica identificativa. Se busca clasificar estos cubos en función de su pertenencia a los ensayos de Heisenberg o de Diebner, así como afinar un método de radiocronometría que permita datar su antigüedad con la máxima exactitud.

Los resultados de este procedimiento de detección serán presentados en otoño durante la reunión de la Sociedad Química Estadounidense. No menos importante resultará entonces saber que la técnica aplicada, de tener éxito, no solo resolverá un enigma histórico, sino que podría ayudar a las investigaciones sobre el tráfico ilegal de materiales nucleares.

Para Koeth, “quizás lo más importante es que la historia de los cubos es una lección de fracaso científico, aunque vale la pena celebrarlo. El experimento del que formaban parte, diseñado por algunas de las mentes científicas más importantes de la época, no funcionó. Afortunadamente para todos nosotros, el enfoque competitivo y los recursos científicos limitados del programa de investigación nuclear alemán pueden haber sido lo que frustró a Heisenberg y sus colegas en su búsqueda de la energía nuclear”.

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