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Escritos de las Pirámides, los antiguos jeroglíficos para alcanzar el inframundo
Los egipcios pensaban que el viaje al “Más Allá” podía facilitarse con el empleo de escritos funerarios. Estos eran un tipo de guías indicativas para orientar y defender al soberano difunto para que ingresase sano y excepto en la otra vida. Concretamente, eran hechizos que neutralizaban las amenazas y superaban los obstáculos que plagaban el camino al Más Allá.
Los Escritos de las Pirámides son un grupo de escritos religiosos del Antiguo Egipto considerados los más antiguos del planeta. Redactados en egipcio antiguo, estos escritos se localizan tallados en las paredes y los sarcófagos de la Pirámide de Saqqara originarios de la V y VI dinastías faraónicas.
Los escritos que estaban reservados para el alma del soberano difunto por sus escribas y sacerdotes eran una sucesión de hechizos y encantamientos, diseñados para liberar el alma del soberano del cuerpo y ayudarlo a ascender hacia los cielos. Estos escritos se consideran fuentes primarias sobre la vida de los soberanos para los que fueron escritos y han proporcionado a los egiptólogos información encima del papel que desempeñó el soberano en la civilización egipcia, los logros de un soberano y tambien detalles sobre la personalidad del individuo. Las inscripciones además cuentan alusiones míticas, los nombres de las deidades e instrucciones para el difunto encima del más allá y el viaje del ka (el alma) desde el cuerpo a la vida eterna donde viviría con las deidades.
En los Escritos de las Pirámides se aluden más de doscientos dioses y diosas, desde los más famosos (como Ra, Thot, Osiris e Isis) hasta deidades menos conocidas. Estas alusiones, como con todas las inscripciones, estaban destinadas a auxiliar al alma del faraón en su transición de la vida terrenal a la otra vida (conocida como el Campo de Juncos) donde viviría eternamente.
El campo de juncos era un reflejo de la vida terrenal, pero sin la presencia de dolencias, desilusiones y, evidentemente, la muerte. Uno viviría eternamente la vida que disfrutaba en la tierra, pero anteriormente poseía que eludir los espíritus oscuros que podrían desviarlo y pasar por el Juicio de Osiris y los cuarenta y dos jueces en el Salón de la Verdad.
Las deidades estaban del lado del soberano en su lucha por desencarnar y localizar el camino hacia la alegría eterna. Son invocados como sus aliados contra las fuerzas de la oscuridad y el caos (espíritus malignos o demonios) y como guías en el reino desconocido que siguió a la vida en la Tierra.
Los Enunciados
Estas inscripciones no relacionan las leyendas de Egipto en su totalidad, sino que solo aluden a acontecimientos de la leyenda o instantes icónicos que simbolizarían conceptos como armonía, restauración, estabilidad y orden. Se invoca a dioses poderosos como Thot (dios de la sabiduría y la redacción) o Horus (restaurador del orden) para auxiliar al soberano y las alusiones a las leyendas (como los enfrentamientos entre Horus y Set) recordaría a su alma la presencia de las deidades y su buena voluntad. La deidad del sol Ra se nombra repetidamente, asegurando al alma una luz, calidez y comodidad continuas. Los escritos de las pirámides además proporcionan la primera mención escrita al gran dios Osiris, soberano de los fallecidos, y al concepto del juicio del alma en el Salón de la Verdad y, al realizarlo, tratan asegurarle al soberano que superará airoso este juicio.
Las denominadas “expresiones” son enunciados destinados a ser pronunciadas en voz alta (de ahí su nombre) y, por la figura en que están escritas, muy quizá cantadas. Según la erudita Geraldine Pinch, “Bastantes fueron redactados en primera persona y habrían sido muy dramáticos cuando se hablaban o cantaban en voz alta”.
En el enunciado que especifica el viaje del faraón difunto hacia el firmamento, como ejemplo, se localizaron verbos como “volar”, “apresurarse”, “besar” y “saltar”; escritos para ser enfatizados:
“¡El que vuela, vuela! vosotros, hombres. Ya no está en la tierra. Está en el firmamento. Se precipita hacia el firmamento como una garza. Ha besado el firmamento como un halcón. Ha saltado hacia el firmamento como un saltamontes” (Nardo, 113).
Cada enunciado corresponde a un capítulo de un texto para ser leído en voz alta al alma del difunto. en cambio, fue sin duda originalmente una tradición oral que con el tiempo arribó a escribirse en las paredes de las sepulturas.
Creación y uso de los escritos
A los sacerdotes del Imperio Antiguo se les atribuye la creación de estas obras y la prueba intertextual propone fuertemente que lo hicieron para suministrar al alma del soberano un conocimiento detallado de la otra vida en el más allá y cómo llegar allí de forma segura. Algunas expresiones, que llaman a las deidades para que ayuden y guíen, además reconfortan el alma y le afirman que este paso desde el cuerpo es natural y no debe ser temido.
Diferentes inscripciones parecen garantizar a los vivos que el alma ha llegado sana y salva a su destino:
“Ha subido al firmamento y ha hallado a Ra, que se levanta cuando se sobre a él. Se sienta a su lado, por Ra le permite no sentarse en el suelo, sabiendo que él es más grande que Ra. Él ha tomado su posición con Ra” (Nardo, 115).
Para varios investigadores, el objetivo principal de reunir estos escritos escribirlos en el interior de las pirámides era auxiliar al cuerpo del soberano difunto a huir del horror de la putrefacción y auxiliar al alma a ascender al reino celestial donde ocuparía su sitio entre las deidades. Varios de los escritos quizá fueron recitados durante el entierro del soberano o como parte del culto mortuorio que siguió mas tarde de su muerte. Diferentes pueden haber sido destinados a ser hablados por el soberano difunto al entrar en la otra vida.
El alma del difunto podría volar, correr, caminar o inclusive remar hasta el Campo de Juncos en un barco como se señala este pasaje:
“Se le construye una rampa al firmamento para que pueda subir al firmamento sobre ella. Él sube encima del humo de la gran exhalación. Vuela como un pájaro y se posa como un escarabajo en un asiento vacío en el barco de Ra… Rema en el firmamento en tu barco, ¡Oh Ra! Y llega a la tierra en tu barco. ¡Oh Ra!”
La liberación del alma solo podría tener sitio mas tarde de que el difunto superara el juicio de Osiris en el Salón de la Verdad. El corazón se pesaría en la balanza de oro contra la pluma blanca de la Verdad (la pluma de Ma’at, deidad de armonía y equilibrio). Si bien los Escritos de las Pirámides son los primeros en citar el Juicio de Osiris, el concepto se desarrollaría totalmente por escrito más adelante en el Texto de la salida a la luz por día, mejor conocido como El Texto egipcio de los fallecidos, que se fundamentó en los Escritos de las pirámides.

Escritos de las Pirámides, inscritos en la cámara sepulcral de la Pirámide de Teti, en Saqqara. (Wikimedia Commons)
El viaje del alma
La embarcación de Ra se encontraba estrechamente asociada con el sol y los escritos señalan que el alma, habiendo pasado por el juicio, viajaría con la nave de Ra a lo largo del oscuro inframundo, pero, continuamente, se elevaría hacia el cenit del firmamento con la mañana y prosiga hacia el Campo de los Juncos, donde disfrutaría de la inmortalidad en una tierra semejante a la que el alma conocía en la tierra, continuamente con la benevolente presencia de las grandes divinidades como Osiris, Ra, Isis y Ma’at.
Esta nave, conocida como el Barco de un Millón de Almas, era la barca solar que los fallecidos justificados ayudarían a Ra a defenderse de la serpiente Apophis que intentaba destruirla cada noche. Esta es únicamente una versión de la imagen de la otra vida que muestran los escritos, y otra es el juicio más conocido en el Salón de la Verdad seguido de un viaje a lo largo del agua remado por el barquero Hraf-haf (“El que mira detrás de él“) quien trajo las almas justificadas al Campo de los Juncos.
Los egipcios poseían la convicción que su viaje terrenal era únicamente una porción de una vida eterna vivida en presencia de las deidades. Las deidades imbuyeron su vida diaria de concepto y la promesa de que la muerte no era el final. Todo Egipto se sentía protegido con la presencia de estas deidades. Las personas valoraba tanto la tierra que no les atraía los viajes extensos o las campañas militares que los llevarían más allá de sus fronteras a causa de su creencia de que, si morían fuera de Egipto, les sería más complicado llegar al Campo de Juncos, o puede que jamás llegue a él.
Inclusive para aquellos que murieron en el interior de las fronteras del país, pensaban que la transición a la otra vida sería un cambio terrorífico de lo que uno se encontraba acostumbrado. Los Escritos de las Pirámides servían como garantía de que, al final, todo iría bien porque las deidades estaban allí en la muerte como lo habían estado en la vida, y guiarían al alma a excepto a su hogar perpetuo.
Historia de un hallazgo
Auguste Mariette vino al mundo en Boulogne-sur-Mer (Francia) en 1821 y arribó a Egipto en 1850. Mariette poseía la pretensión de investigar varios monasterios para hacer un registro de los manuscritos coptos. La tarea que en un inicio aparentaba que se desarrollaría sin contratiempos, se complicó y no se conseguían las autorizaciones necesarias para llevar adelante el ensayo. Entretanto tanto, Mariette se vio forzada a instalar una tienda frente a las pirámides para investigar los monumentos de la antigüedad.
En 1880, mas tarde de hacer trabajos que le permitieron revelar el Serapeum, Mariette consiguió conseguir financiamiento del gobierno francés para hacer excavaciones, con la condición de que ingresara por lo menos a una de las pirámides de Saqqara. Se afirmaba que las pirámides no aportarían ningún tipo de inscripción a causa de que en ninguna de las previos exploradas se habían hallado inscripciones. Por ese motivo Mariette estimaba que la exploración de las pirámides no iba a reportarle algún hallazgo notable, pero poseía que realizarlo para cumplir con las circunstancias exigidas por el gobierno francés.
Entretanto Mariette estaba en Francia en mayo de ese mismo año, el rais Mohamed Chahin abrió la pirámide de Pepi I, descubriendo los primeros escritos, que fueron transcritos por el conservador del Museo Bulaq denominado Emile Brugsch. El comisionado de la transcripción de los primeros escritos enviados por Mariette fue Gaston Maspero. Al volver a Egipto, se abrió la pirámide de Merenra. Mariette murió sin conocer la importancia real de los escritos descubiertos el 18 de enero de 1881. Días anteriormente, su sucesor Maspero había llegado a El Cairo para continuar la búsqueda de los escritos.
Los investigaciones en las pirámides de Pepi I y Merenra permitieron el hallazgo de más escritos, además de abrir las de Unis y Teti. Al año siguiente empezó la primera transcripción de los escritos de las pirámides, que se prolongaría hasta 1892. En 1894 se dio a conocer un volumen consolidado con todos los publicaciones realizados con anterioridad. Años mas tarde se abrieron las pirámides de las tres esposas principales de Pepi II: las reinas Udyebten (1925), Neit e Iput (1931-1932), además de la del soberano Kakaura Ibi. Todas estas recopilaciones de los escritos, de igual forma que las que se localizaron en años posteriores, es lo que se ha denominado Escritos de las Pirámides.
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