Tep Zeti, evidencias de un tiempo anterior

Tep Zeti, evidencias de un tiempo anterior

 

 

Según la historia oficial, Egipto como tal comienza con el rey Menes. No obstante, existen numerosas evidencias de que en un tiempo remoto, unos extraños personajes civilizaron el mundo y cuyo rastro es difuso pero real. Sergio Basi.

Cualquier libro común sobre la historiografía de Egipto congela el tiempo en que dio inicio esta gran civilización hacia el 3500 antes de Cristo cuando un hombre llamado Menes unificó las tribus seminómadas de la región. Posteriormente vinieron las dinastías, el alto y bajo Egipto y siglos de historia entre los que cabe añadir a los faraones que erigieron las principales pirámides.

Zoser, quién mandó levantar al misterioso Imhotep la primera de todas las pirámides de Egipto, la pirámide escalonada de Saqqara, y los célebres Keops, Kefrén y Micerinos, de la cuarta dinastía, que supuestamente mandaron levantar la tríada monumental de Guiza junto a la popular Esfinge, teóricamente mandada construir por Kefrén.

Todos los nombres de estos faraones y muchos más aparecen en una completa lista que facilitó en el siglo III antes de Cristo un erudito sacerdote llamado Manetón. La controversia que produce esta lista de monarcas es que la historiografía oficial sólo la sigue en parte dado que Manetón “menciona un tiempo anterior a Menes; una época remota denominada por los egipcios Tep Zeti, donde unos dioses primero, y unos semidioses después, además de unos misteriosos seres llamados Shemsu-Hor, gobernaron aquellas tierras por espacio de más de 20.000 años”, comenta Mariano Fernández Urresti en su obra El secreto del camino de Santiago.

¿20.000 años? ¿Cómo puede la historia saltarse un período así de grande? ¿Es el Tep Zeti egipcio la evidencia de una supercivilización anterior a la nuestra?

Tep Zeti, evidencias de un tiempo anterior

Ciertamente si esto fuera una evidencia aislada de ello hablaríamos de un delirio histórico sin importancia, no obstante, la realidad es muy distinta, existen otras pruebas que demostrarían lo mismo que la polémica lista de Manetón, tan repudiada por la arqueología canónica.

Otro documento que estira la historia egipcia de los faraones y reyes es el Papiro de Turín, un delicado texto descubierto en el siglo XIX donde se afirma la existencia de reyes en Egipto mucho tiempo antes de Menes. Igual de misteriosa es la Piedra de Palermo, en la que, de nuevo, una cronología anterior se ve acompañada de seres desconocidos como los semidioses y acompañantes de Horus ya mencionados.

Ante todo esto, Urresti se dice que “en algún momento remoto e ignorado unos seres a los que los egipcios concedían naturaleza divina gobernaron aquellas tierras, desarrollaron una sabiduría y unas leyes que luego heredarían pálidamente los faraones, y desaparecieron”.

Realmente no es ninguna locura ir más allá de lo que siempre nos cuentan. Si lo hacemos igual que Mariano F. Urresti lo hace, es fácil ver que hay cosas extrañas. Además de todos estos documentos probatorios de que hubo un pasado desconocido y anterior que la historia oficial desahucia, podemos encontrar las no menos misteriosas pirámides cuyo análisis riguroso también conduce a ver que hay cosas que no encajan y de las que todavía se siguen descubriendo cosas; la muy enigmática Esfinge que nadie logra datar con seguridad y, menos aún, decir a quién pretende representar; o el Serapeum de Saqqara, un lugar poco explorado y que sin duda deja boquiabierto al que lo visita dados los constantes imposibles que plantea.

Así las cosas, la hipótesis de que existió una suerte de humanidad muy capacitada anterior a la nuestra que civilizó Egipto, y de la cual nosotros somos tan sólo una chispa, no es nada descabellada.