La CIA utilizó vampiros para combatir una rebelión

Tras la independencia de Filipinas, los Huks, un grupo de resistencia rural que había luchado contra los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial, mantuvo su hostilidad tanto contra su gobierno como contra los Estados Unidos. Sencillamente, no querían volver a ser explotados por los terratenientes agrícolas de Filipinas, ni que el país se convirtiera en una posesión colonial estadounidense.

Los Huks establecieron un gobierno regional en Luzón, la mayor y más importante isla de Filipinas, donde recaudaron impuestos y crearon sus propias leyes bajo un liderazgo comunista. La tensión con el gobierno filipino se intensificó con la llegada de unos 500.000 fusiles a la organización, que se negó a entregarlos a un gobierno que consideraban oligárquico.

Para apoyar al gobierno filipino de Roman Magsaysay, la CIA ayudó a combatir la insurgencia con un plan que desmoralizara a los Huks. La estrategia consistía en utilizar guerra psicológica mediante falsos vampiros

Los vampiros aswang vaciaban de sangre a sus víctimas mediante una larga lengua afilada

Y es que, en el centro de Luzón, que era el territorio en el que prosperaron los Huks, se creía en la existencia del aswang, un vampiro mítico capaz de metamorfosearse y que mataba a sus víctimas drenando su sangre mediante una lengua larga y afilada. Durante el día, estos seres necrófagos iban de incógnito, adoptando una forma humana para mezclarse con la gente común.

Para aprovechar la vulnerabilidad supersticiosa de los Huks, la CIA incorporó en 1950 al general de brigada de la Fuerza Aérea, Edward Lansdale, un pionero en la guerra clandestina y psicológica que adaptó las operaciones psicológicas a la cultura específica de los Huks.

Cuando el militar llegó a Filipinas la creencia en el aswang estaba fuertemente arraigada en las zonas rurales y las familias tenían mucho miedo de que sus hijos estuvieran de noche fuera de las casas.

Entonces Lansdale imitó los ataques del vampirosecuestrando y matando a los combatientes Huk a los que se les drenaba la sangre y eran abandonados con heridas punzantes en el cuello para que, cuando fueran encontrados, otros Huks concluyeran que su camarada había sido víctima de un aswang. Al día siguiente, los rebeldes huyeron de la cima de la colina, reduciendo su ventaja estratégica.

A los Huks capturados se les drenaba la sangre y eran abandonados con heridas punzantes en el cuello para estimular la creencia

En su libro In the Midst of Wars: An American’s Mission to Southeast Asia, Lansdale habla de las distintas operaciones que manejó allí: “Usamos un escuadrón de guerra psicológica. Plantamos historias entre los residentes de las ciudades que decían que un aswang vivía en la colina donde estaban situados los Huks. Dos noches después, posterior a que la historia se esparciera por el campamento, el escuadrón preparó emboscadas en los caminos usados por los Huks. Cuando una patrulla pasaba por el camino, los hombres secuestraban al último soldado de la patrulla. Perforaban su cuello con dos hoyos, al estilo vampiro, sostenían el cuerpo boca abajo, drenaban su sangre y dejaban el cuerpo de nuevo en el camino. Cuando los Huks regresaban para buscarlos y encontraban a su camarada sin sangre, todos pensaban que había sido atacado por un aswang, y que cualquiera de ellos podía ser la siguiente víctima. Cuando llegaba el día, todo el escuadrón de los Huks se había movido de la zona”.

Los Huks se rindieron finalmente en mayo de 1954, poniendo fin a la rebelión que habrían ganado de no ser por sus creencias en vampiros. Aún hoy en día, algunos filipinos mantienen un buntot pagi (cola de raya), para protegerse de los aswangs o disipar su presencia. Se dice que la sal, el ajo y el jengibre son efectivos cuando se trata de alejar a estas aterradoras criaturas (lo cual explica porque estos ingredientes son clave en la cocina filipina). 

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