Hay niveles de conciencia que no están asociados a la actividad cerebral

Hay niveles de conciencia que no están asociados a la actividad cerebral

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El profesor Swaran Singh dice que puede haber niveles de conciencia que provienen de algo más profundo que la actividad cerebral, informa iflscience.com .

El psiquiatra de la Universidad de Warwick, Swaran Singh, intentó descubrir la validez científica de las experiencias místicas describiendo su propio encuentro trascendental cuando salía de la anestesia general.

Al describir el extraño fenómeno en detalle en el Journal of Nervous and Mental Diseases, el profesor Swaran Singh explica cómo llegó a “comprender el cosmos, no en el sentido cognitivo del conocimiento, sino sobre la base de una experiencia que es difícil de formular”.

Un hecho insólito ocurrió hace casi 40 años, el 4 de abril de 1984, durante la recuperación postoperatoria de un grave accidente automovilístico. Desde entonces, el profesor Singh se ha dedicado al estudio de la ciencia objetiva, pero insiste en que esta experiencia “se vuelve cada vez más prominente en mi sentido del yo y mi comprensión de la relación entre lo empírico y lo trascendente”.

Al describir la experiencia, muestra que estaba imbuida de una “cualidad noética” que se define como “un sentido de revelación y comprensión total”. Según el autor, el extraño fenómeno duró de diez a 12 minutos y le permitió “conocer algo total y completamente que nunca antes había conocido”.

“No sé cómo lo sé, pero sé que lo sé”, escribe, antes de continuar explicando cómo llegó a comprender por completo la interacción entre “espacio, tiempo, energía, materia y vida”.

“La vida cambia de una forma a otra, pero la cantidad total de fuerza vital permanece constante y fija”, dice. “El aumento de una forma es a expensas de otra, y en el caso de la vida, una forma de vida aparece a expensas de la desaparición de otra”.

Al tratar de establecer la fuente y la legitimidad de esta carga inesperada, Singh insiste en que “estos fenómenos deben tener una base neuronal”. Profundizando en este tema, analiza cómo la activación de regiones cerebrales como la corteza insular, la corteza premotora y el lóbulo parietal inferior se han implicado en experiencias místicas durante la meditación o bajo la influencia de drogas psicodélicas.

También señala que tales cambios en su propia actividad cerebral probablemente fueron provocados por un “estado tóxico de confusión”, pero al mismo tiempo afirma que el conocimiento adquirido durante la experiencia era confiable.

Por lo tanto, abraza el abismo entre la ciencia empírica y el poder indefinible de la experiencia pura, y argumenta que, si bien la actividad neuronal indudablemente determina nuestros procesos mentales, ciertos niveles de conciencia pueden derivarse de algo más profundo que la mera actividad cerebral.

“Los estados cerebrales son mecanismos. No confieren significado”, escribe. “Y el significado subjetivo no puede reducirse a un estado cerebral, independientemente de la fuerza de la asociación estadística entre los dos”.

En última instancia, entonces, el documento sirve para resaltar una paradoja filosófica que amenaza con frustrar nuestra búsqueda de una explicación científica de la conciencia, la experiencia y, en última instancia, la realidad misma. Habiendo esbozado este conflicto aparentemente fundamental, Singh concluye que “no puedo saber qué realidad experimenté: inducido por drogas, sueños lúcidos u otra cosa”.

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