Llamadas telefónicas de los muertos

Llamadas telefónicas de los muertos

Llamadas telefónicas de los muertos

Llamadas telefónicas de los muertos

Desde los inicios de las redes telefónicas, hace más de cien años, se están registrando presuntas llamadas del «otro lado». Para encontrar la primera referencia  debemos remontarnos a principios del siglo pasado, cuando los teléfonos comenzaban a instalarse en las casas particulares. 

El brasileño Oscar D’Argonnel, espiritista convencido, relató sus experiencias telefónicas en el libro Vozes do além pelo telefone (Voces del más allá por teléfono), publicado en Río de Janeiro en 1925. En su obra, D’Argonnel describe que estos contactos eran posibles gracias a la «energía» de dos  médiums: su hermano y su sobrino.

El presunto espíritu comunicante se identificaba como el Padre Manoel dos Santos Silva, con el cual mantuvo largas conversaciones  –según el autor, algunas duraron más de una hora– que se prolongaron por espacio de dos años. D’Argonnel habría puesto a prueba a su interlocutor, combinando sus llamadas telefónicas con sesiones mediúmnicas, convenciéndose finalmente de la realidad de su contacto con el más allá.

Años más tarde, los estudiosos Scott Rogo y Raymond Bayless realizaron una extensa investigación en la que recopilaron decenas de casos  de contactos con los espíritus a través del teléfono, que dieron a conocer en el libro Phone calls from the dead (Llamadas telefónicas de los muertos).

Celeste Apolinaro fue protagonista de una serie de llamadas telefónicas  inexplicables recibidas a través de un viejo terminal. «Estaba  buscando un teléfono antiguo –nos relataba–, así que finalmente  me hice con uno y lo puse en mi mesa de noche. Al  día siguiente, por la mañana, sonó.

Yo estaba medio dormida  porque era muy temprano. Descolgué y oí una voz que decía:  ‘¡Maruca! ¡Maruca!’ Era la voz de una persona mayor, pero lo que más me llamaba la atención era que estaba como ‘ida’,  como alguien que no estaba centrado. Pensé que se había equivocado y así se lo solté, pero daba igual lo que dijera o preguntara, ella solo decía:  ‘¡Maruca!’, y siempre de la misma forma. Como eso se estaba convirtiendo en un monólogo, y por más que le hablaba no me hacía caso, entonces corté».

Al día siguiente volvió a sonar el teléfono. «Era la misma mujer, con idéntico tono y diciendo  lo mismo. En el tiempo que duró la llamada, me  lo repitió varias veces. Aun recibí otras dos llamadas esa misma semana, siempre igual. A la cuarta pensé que eso no podía ser normal, de modo que me puse en contacto con la persona que me vendió el teléfono para comprobar si en la casa donde había estado ese terminal habían ocurrido fenómenos paranormales».

El vendedor aseguró que nunca había pasado nada extraño con ese teléfono. «Como sabía que lo sucedido era muy raro, lo que hice fue desconectarlo y guardarlo. Y está en la estantería hasta el día de hoy».