Disruptores endocrinos Disruptores Endocrinos: Vínculos tóxicos en EuropaLas sustancias que pueden volver “locas”a nuestras hormonas Decir que el asunto de los Disruptores Endocrinos está que arde en Europa es poco. La cosa es ya un verdadero incendio. Una guerra desatada. De un lado, la industria química mundial, demasiado pendiente de si en Europa se acuerdan o no mayores controles para ella. Por otro lado, la comunidad científica, preocupada por el crecimiento de una serie de problemas de salud que pueden tener en los contaminantes alteradores hormonales una de sus causas principales.Uno de los últimos episodios de esta batalla entre la salud de las personas y los intereses económicos, fue la reciente publicación, ante el estupor general, de un polémico texto por parte de un grupo de editores de revistas de toxicología.
Sorprendentemente, decía que los planes de la Comisión Europea para proteger la salud de millones de personas frente a la amenaza de los contaminantes químicos capaces de alterar el equilibrio hormonal humano eran exagerados, que se basaban en presunciones “científicamente infundadas” sobre el principio de precaución, y que iban contra el “sentido común”.El editorial, publicado en la revista Toxicology Research, causó un terremoto entre los eurodiputados, los científicos y las más diversas personas interesadas en la cuestión. Entre las reacciones, varios documentos científicos de repulsa razonada. El último de ellos firmado por más de un centenar de investigadores del primer nivel mundial, entre ellos decenas de editores de revistas de investigación médica en este campo, fue publicado por la prestigiosa revistaEndocrinology, publicación de referencia en el asunto de debate: el de los contaminantes que actúan como disruptores endocrinos. En él los científicos dejaban claro que el escrito de esos toxicólogos “hace un flaco servicio a la Comisión Europea, a la Ciencia -incluida la toxicología- y lo más importante, a la salud pública”. Muchos se preguntaron cómo era posible que un puñado de editores de revistas de toxicología se manifestase de ese modo en contra de los esfuerzos de la comunidad científica y de la Comisión Europea para mejorar la protección de la salud frente a los riesgos químicos. Y, además, que lo hiciese con unas formas que casan mal con lo que suelen ser los textos científicos, mediante un escrito “emocional, inespecífico, mezclando Ciencia y política y plagado de errores” tal y como lo definen científicos como Åke Bergman, de la Universidad de Estocolmo, firmante de una de las contestaciones al escrito de los toxicólogos.Una revista online especializada -Environmental Health News – acaba de publicar una bomba informativa que acaso pueda ayudar a resolver algunas de las dudas planteadas. La revista ha publicado que los toxicólogos cuyo editorial ha intentado torpedear los planes europeos de tener una legislación más exigente sobre sustancias químicas han estado ligados a empresas que se verían afectadas por tal regulación.
“Al menos 17 de los 18 editores de revistas de toxicología que firmaron esa crítica contra los planes de la UE de regular más estrictamente las sustancias disruptoras endocrinas, han tenido vínculos con la industria química”.O sea, que en algún caso toxicólogos cuyos criterios aparentemente científicos benefician a la industria química, pueden haberse visto beneficiados por la propia industria química. Algo que algunos científicos, como Bergman lo consideran ciertamente “preocupante”.
Un escandaloso caso de conflictos de interés que es probable que agite el debate sobre la fiabilidad de cierta toxicología que hasta ahora ha hecho prevalecer sus enfoques en asuntos que conciernen a temas tan sensibles como la protección de la salud de millones de personas en todo el mundo frente a los riesgos químicos.Environmental Health News da datos concretos, con nombres, apellidos y fechas, y en algún caso, cantidades de dinero, que revelan los vínculos que los toxicólogos en cuestión o las entidades en las que han estado han tenido con la industria química (y en algún caso también con la del tabaco). Se citan así los vínculos habidos, según los casos, con la industria química europea (European Chemical Industry Council), con el lobbie International Life Sciences Institute (ILSI), cuyos fondos proceden de industrias alimentarias, químicas, farmacéuticas o biotecnológicas, con la industria química americana (American Chemistry Council), con industrias químicas de las fragancias sintéticas, los detergentes y los cosméticos, con el European Center for Ecotoxicology and Toxicology of Chemicals (ECETOC), cuyos fondos procederían de industrias químicas, de pesticidas y petroleras.

La toxicología que ha “legalizado” una parte de la contaminación química que hoy padecemos y que, por lo tanto, es probable que deba ser superada para hacer frente a los retos planteados.Lo publicado sobre ésos conflictos de interés, permite ahora ver con otros ojos el editorial que publicaron recientemente estos toxicólogos. Probablemente -como han deslizado algunos científicos- en un afán de estos toxicólogos, más afines a los enfoques de la industria química, de contrarrestar el efecto que tan apabullante consenso científico sobre los riesgos de tantas sustancias estaba teniendo sobre la UE, basado en millares de investigaciones científicas publicadas en las revistas más serias del planeta. Contundente respuesta científica al editorial de los toxicólogosAntes de conocerse los datos publicados sobre los conflictos de interés de los citados toxicólogos, la comunidad científica ya había respondido contundentemente al editorial de los mismos. Muchos de los primeros espadas mundiales en el asunto de los disruptores endocrinos publicaron una réplica en la revista Environmental Health. Su título, tan contundente como irónico: “Ciencia y política sobre disruptores endocrinos no deben mezclarse: una réplica a una intervención de “sentido común” por parte de los editores de revistas de toxicología”.En el escrito, científicos de todo el mundo criticaban la injerencia de ésos toxicólogos, reafirmándose en que la Unión Europea necesita un control más estricto de las sustancias contaminantes que pueden “enloquecer” nuestras hormonas.Estaban muy preocupados por la confusión que tal editorial podía causar en los momentos críticos en los que están los debates sobre el asunto en Europa. Sobre todo para quien no entienda que pueda haber una toxicología trasnochada , y acaso más que eso, que esté ignorando los dictados de la Ciencia más avanzada.El escrito, firmado por los lideres mundiales en este campo de investigación, adscritos a centros y universidades de medio mundo (Suecia, Dinamarca, Estados Unidos, Reino Unido, Holanda, Canadá, Japón, Noruega, España, Suiza…), denunciaba que lo dicho por tales editores de revistas de toxicología “ignora la evidencia científica y los principios bien establecidos de evaluación del riesgo químico” y es “inexacto y objetivamente incorrecto”.Los científicos que lo suscriben, entre los cuales se cuentan algunos que han participado en la redacción de informes sobre la cuestión para la Organización Mundial de la Salud, la Agencia Europea de Medio Ambiente y otras entidades, se mostraban preocupados porque el texto publicado por ésos editores parezca diseñado para influir las inminentes decisiones de la Comisión Europea sobre los disruptores endocrinos, contra los enfoques recientemente expresados por los 129 firmantes de la Declaración de Berlaymont.Los científicos se manifestaban “perplejos” por la visión burda que sobre el funcionamiento del sistema hormonal parecía derivarse de las opiniones vertidas por los editores de ésas revistas de toxicología, como si ignorasen cosas básicas, como el “papel que el sistema endocrino tiene en la programación durante el desarrollo, y que la alteración de ésa programación (por la acción de sustancias contaminantes) lleva a efectos irreversibles”.
“Tales fenómenos –prosiguen-, por ejemplo, la disrupción de la acción de las hormonas masculinas en la vida del feto y las malformaciones que ello genera, han sido descritas durante décadas en la literatura científica”.Los científicos criticaban también que los citados editores de algunas revistas de toxicología negasen que pudiera hablarse de sustancias que no tengan un umbral seguro de exposición cuando en las propias revistas internacionales de toxicología se manifiestan “principios biométricos y matemáticos ampliamente aceptados acerca de la imposibilidad de establecer umbrales a nivel de poblaciones”. Igualmente, se mostraban sorprendidos, entre otras cosas, por algunas afirmaciones hechas por estos toxicólogos en cuestión que restaban importancia a los estudios realizados con animales (lo que cuestionaría el sentido de buena parte de la propia práctica toxicológica que tanto se basa en ellos). Pero lo que veían como más preocupante es que al criticar el principio de precaución que quiere aplicar la UE, diciendo que no está científicamente fundamentado, los toxicólogos citados parecieran confundir lo que tiene que ver con la Ciencia y lo que tiene que ver con la política. En parecidos términos se pronunció después otro grupo de investigadores, más de un centenar, en una importante declaración publicada por la revista Endocrinology. Entre los firmantes figuraban decenas de editores de las más prestigiosas revistas mundiales en este campo de investigación.
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