La vida tal como la conocemos en la Tierra se basa en el carbono, un elemento versátil que puede formar moléculas complejas con varios otros elementos. El carbono también abunda en el universo y es compatible con el agua, el disolvente que permite muchas reacciones bioquímicas.
Sin embargo, el carbono no es el único elemento que podría albergar vida. Los científicos han especulado sobre bioquímicas alternativas que podrían existir en diferentes entornos, utilizando diferentes elementos y disolventes.
Uno de los candidatos más populares para un elemento alternativo es el silicio, que pertenece al mismo grupo que el carbono en la tabla periódica y tiene cuatro electrones de valencia. El silicio puede formar largas cadenas y anillos como el carbono, pero es menos estable y más reactivo.
El silicio también tiende a formar enlaces fuertes con el oxígeno, lo que da como resultado silicatos y sílice, que son estructuras rígidas y cristalinas que no son propicias para la vida.
Sin embargo, algunos científicos han sugerido que la vida basada en el silicio podría existir en entornos donde el oxígeno es escaso, como en planetas con atmósferas reductoras o bajo la superficie de gigantes gaseosos.
Otra posibilidad es que la vida pueda utilizar elementos distintos al carbono o al silicio como columna vertebral principal de sus moléculas, como el fósforo, el azufre, el nitrógeno o el boro.
Estos elementos tienen diferentes propiedades de unión y comportamientos químicos que el carbono, y podrían crear nuevos tipos de compuestos orgánicos.
Por ejemplo, la vida basada en fósforo podría usar fosfatos en lugar de azúcares como su principal fuente de energía, la vida basada en azufre podría usar sulfuros en lugar de agua como solvente, la vida basada en nitrógeno podría usar azidas en lugar de aminoácidos como sus componentes básicos, y la vida basada en boro podría usar boranos en lugar de hidrocarburos como sus unidades estructurales.
Además de la elección del elemento, otro factor que podría afectar la posibilidad de formas de vida alternativas es la elección del solvente. El agua es una molécula polar que puede disolver muchas sustancias y facilitar las reacciones químicas.
También tiene un amplio rango de temperaturas y presiones donde permanece líquido, lo cual es importante para mantener un ambiente estable para la vida. Sin embargo, el agua no es el único disolvente posible para la vida.
Algunos científicos han propuesto que el amoníaco, que también es una molécula polar y cósmicamente abundante, podría actuar como disolvente para la vida en las regiones más frías del universo, como las lunas heladas o los objetos del cinturón de Kuiper.
El amoníaco tiene un punto de congelación más bajo y un punto de ebullición más alto que el agua, lo que significa que puede permanecer líquido a temperaturas y presiones más bajas.
Otros disolventes potenciales incluyen hidrocarburos no polares como el metano y el etano, que se sabe que existen en forma líquida en la superficie de Titán, la luna más grande de Saturno.
Los solventes de hidrocarburos podrían sustentar vida que utiliza lípidos en lugar de proteínas como macromoléculas principales, ya que los lípidos son insolubles en agua pero solubles en hidrocarburos. Los solventes de hidrocarburos también podrían permitir una química orgánica más compleja que el agua, ya que el agua tiende a hidrolizar muchos compuestos orgánicos.

Cómo se verían las formas de vida que no son de carbono en el universo
Con base en estos desafíos y posibilidades, podemos imaginar algunas de las posibles formas y apariencias de las formas de vida que no son de carbono en el universo. Las formas de vida a base de silicio pueden parecer cristales o rocas, con bordes afilados y facetas.
Pueden vivir en regiones volcánicas o geotérmicas, donde pueden acceder a altas temperaturas y solventes ácidos. Las formas de vida a base de boro pueden parecer burbujas o esferas, con superficies lisas y membranas flexibles.
Pueden vivir en regiones heladas o gaseosas, donde pueden acceder a bajas temperaturas y solventes alcalinos. Las formas de vida a base de nitrógeno pueden parecer chispas o destellos, con comportamientos transitorios y explosivos.
Pueden vivir en campos eléctricos o magnéticos, donde pueden acceder a altas energías y solventes reactivos. Las formas de vida a base de fósforo pueden parecer hilos o redes, con patrones complejos y dinámicos. Pueden vivir en regiones orgánicas o minerales, donde pueden acceder a temperaturas moderadas y disolventes neutros.
Por supuesto, estos son solo algunos de los escenarios posibles para las formas de vida que no son de carbono en el universo. Puede haber otros elementos o combinaciones que puedan sustentar la vida de maneras que aún no hemos imaginado.
La búsqueda de formas de vida alternativas en el universo no es solo una curiosidad científica, sino también un desafío filosófico. Nos obliga a repensar nuestra definición de vida y nuestras suposiciones sobre su origen y evolución. También expande nuestra imaginación y nuestro sentido de asombro acerca de la diversidad y complejidad de la naturaleza.
Las formas de vida alternativas pueden ser muy diferentes a nosotros en apariencia y comportamiento, pero también pueden compartir algunas características y principios comunes con nosotros, como la autoorganización, la adaptación, la reproducción y la comunicación.
Al explorar la posibilidad de formas de vida alternativas, también podemos aprender más sobre nosotros mismos y nuestro lugar en el cosmos.
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