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¿A dónde conducen las puertas falsas en las tumbas del antiguo Egipto y quién podría atravesarlas?
Estas “puertas” se denominan falsas porque no llevan a ningún lugar y no se pueden cruzar. Sin embargo, esto es cierto únicamente para una persona viva y común. Según las creencias de los antiguos egipcios, la puerta falsa tenía funciones muy significativas y su presencia en ciertas habitaciones era absolutamente esencial; de lo contrario, se podrían esperar problemas. Solo unos pocos eran capaces de atravesar esa puerta.
¿Quién y dónde comenzó a hacer puertas falsas?
Las puertas falsas son un distintivo arquitectónico común en las estructuras funerarias del antiguo Egipto. Se considera que su origen se remonta a Mesopotamia en el cuarto milenio antes de Cristo. Posteriormente, esta tradición llegó a Egipto, posiblemente introducida por los constructores de la época.
Antes de la construcción de las primeras pirámides, los egipcios ya edificaban tumbas conocidas como mastabas para sus difuntos. Exteriormente, estas estructuras tenían forma de pirámides truncadas, mientras que en su interior albergaban varias salas con cámaras funerarias subterráneas. Además de la momia, el cuerpo embalsamado, se colocaban en estas tumbas una o más estatuas que representaban al fallecido.
Este tipo de entierro estaba reservado para los ricos y nobles, ya que equipar las salas funerarias según las normas requería una inversión considerable. Las primeras puertas falsas comenzaron a aparecer en las tumbas egipcias durante los siglos XXVII-XXVI a.C., en la época de la Tercera Dinastía del Reino Antiguo.
En la arquitectura del antiguo Egipto, nada surgió por casualidad. Cada elemento arquitectónico estaba vinculado a un sistema de creencias sobre la estructura del mundo, tanto de los vivos como de los muertos, que, según los antiguos egipcios, estaban íntimamente conectados.
La muerte no era vista como el fin de la existencia humana, sino que el proceso de preparar las tumbas respondía a la necesidad de organizar el más allá del difunto. La creencia en Ka, una de las múltiples “almas” de los fallecidos, desempeñaba un papel crucial en estos preparativos. Para Ka se dejaban ofrendas, alimentos y bebidas en la tumba.
Portal entre mundos
En ocasiones, la puerta falsa se representaba como una imagen rectangular en una pared plana, pero más frecuentemente se construía en forma de nicho, asemejándose a una puerta real, aunque sellada herméticamente. Este “pasaje” tenía la función de conectar el mundo de los vivos con el de los muertos. Normalmente, la puerta falsa se situaba en la pared occidental de la cámara donde se dejaban las ofrendas.
La elección del oeste no era casual; los egipcios asociaban este punto cardinal con la tierra de los muertos, ya que veían al sol ponerse en esa dirección cada noche. La puerta falsa, al igual que las paredes de la cámara, se fabricaba con piedra caliza y generalmente se pintaba de rojo.
Las cornisas y dinteles, junto con las jambas de la puerta, creaban una ilusión de volumen y profundidad. A veces, se colocaba una estatua en el nicho, dando la impresión de que se movía a través del pasillo. En ocasiones, la puerta falsa se hacía de madera y se cubría con una estera de mimbre de caña, similar a las puertas reales en las casas egipcias.
Alrededor de la “puerta” se inscribía información sobre el difunto: jeroglíficos que detallaban sus títulos y logros en vida; también se anotaban deseos para su viaje al otro mundo y, en ocasiones, maldiciones contra quienes pudieran causarle daño. En las tumbas familiares, se incluían varias puertas falsas para cada uno de los fallecidos, como en los entierros de parejas casadas. Frente a la puerta falsa, se colocaba una “mesa” o plato para las ofrendas, donde se dejaban regalos para Ka.
Este elemento arquitectónico, que apareció en Egipto hace más de cuatro mil quinientos años, se convirtió en una característica común de las tumbas antiguas, primero en las mastabas y luego en las pirámides. La alternancia de protuberancias y huecos creaba un efecto especial, jugando con la luz sobre las superficies de piedra; en estructuras posteriores, se añadieron adornos en forma de plantas o imágenes del difunto.
En ocasiones, se destinaba una habitación separada en la tumba, conocida como serdab, para alojar a Ka, quien se trasladaba a la estatua del difunto. Esta habitación, a menudo sin pasajes, permanecía cerrada dentro de la tumba, pero se dejaban pequeños orificios para que los ojos de Ka pudieran observar cómo los familiares del difunto le ofrecían tributos.
Puertas falsas en otras culturas
Esta tradición arquitectónica no se limitó exclusivamente a Egipto; fue adoptada por otras civilizaciones antiguas. En las tumbas de la isla de Cerdeña, la cultura Ocieri dejó cámaras funerarias de piedra excavadas en las rocas, donde se podían observar los mismos “pasajes” que no llevaban a ningún lugar. Estos pasajes, al igual que las paredes de la tumba y el propio difunto, estaban pintados de ocre, el color del sol.
Los etruscos también decoraban las salas funerarias con puertas falsas, abordando la organización interior de estas habitaciones de manera similar al diseño de un edificio residencial.
Hay varias teorías sobre el propósito de las puertas falsas etruscas: podrían haber servido, al igual que en el Antiguo Egipto, como portales simbólicos hacia otro mundo, o podrían haber tenido un uso práctico, indicando a los constructores dónde se podría crear un pasaje en caso de una futura expansión de la tumba.
La tradición también se arraigó en Roma, donde a veces se alejaron de la mitología y utilizaron puertas falsas con fines puramente estéticos, no solo en tumbas, sino también en villas. Esta técnica permitía crear simetría en las habitaciones, colocando puertas falsas junto a las reales. Además, estos nichos empotrados ayudaban a aumentar visualmente el espacio.
No es fácil comprender los vagabundeos del alma de un antiguo egipcio, aunque solo sea porque tenía más de una de esas almas.