En 1928, Julio Tello, un arqueólogo peruano, se topó con unos cráneos extraordinariamente grandes y alargados en un cementerio de Paracas…
En 1928, Julio Tello, un arqueólogo peruano, se topó con unos cráneos extraordinariamente grandes y alargados en un cementerio de Paracas (Perú). Estos cráneos tenían una capacidad craneal que superaba con creces la norma para los humanos modernos. Estos ejemplos eran desconcertantes por su tamaño y estructura poco ortodoxos, y siguen siéndolo hoy en día. De hecho, las pruebas de ADN realizadas en 2014 no hicieron sino enturbiar aún más las aguas, cuando un genetista informó de que tenían ADN mitocondrial «con mutaciones desconocidas en ningún humano, primate o animal conocido hasta ahora». Y luego otras pruebas en laboratorios de Canadá y Estados Unidos afirmaron que pertenecían al «haplogrupo (grupo de población genética) de H2A, que se encuentra con mayor frecuencia en Europa del Este y con una frecuencia baja en Europa Occidental.»
Se han localizado otros cráneos alargados en Nazca, a 111 millas (178 km) al sur y datados entre el 200 y el 100 a. C., en Tumbes, a 1.500 km al norte de Paracas, y en el valle del Colca, al sureste del país (del pueblo Collagua y datados entre el 1100 y el 1450 d. C.).
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