Este científico afirma: «Nada de lo que vemos es real»: las neuronas y el cerebro no existen a menos que los percibamos
Donald Hoffman dice: “Nada de lo que ves es real”. Explica que todo lo que experimentamos (el espacio, el tiempo, el sol, la luna y los objetos físicos) son solo parte de una “herramienta de visualización” mental que usamos para interactuar con el mundo”. Hoffman, científico cognitivo y profesor de la Universidad de California, propone que la verdadera naturaleza del universo es muy diferente de lo que percibimos en la realidad.
Hoffman propone que, en lugar de ser creada por el cerebro, una conciencia universal crea la actividad cerebral y es responsable de toda la materia en el mundo físico.
Dice que nuestros cerebros son como un sistema de realidad virtual que reproduce objetos como neuronas solo cuando es necesario. No somos verdaderamente conscientes de la realidad más profunda que está fuera del espacio y el tiempo, al igual que un jugador de videojuegos necesita aprender cómo funciona el motor del juego bajo la superficie. Nuestras experiencias, pensamientos y sentimientos son parte de esta “simulación”.
Hoffman revela que la conciencia no proviene de nuestras células ni del mundo “físico”. No es resultado de la química de nuestro cerebro ni siquiera de las neuronas.
Ha utilizado la teoría de juegos evolutiva para demostrar que hemos evolucionado no para ver el mundo tal como es, sino que tenemos una «proyección» del mundo basada en lo que necesitamos de él, evolutivamente. Esencialmente, nuestro cerebro construye sólo las cosas que nos benefician para la supervivencia. Sólo percibimos lo básico; nuestros cuerpos no tienen la capacidad de detectar cosas que no aumentan nuestras posibilidades de supervivencia. Por lo tanto, nuestras teorías científicas se basan sólo en lo que podemos ver, oír o detectar. Hemos creado modelos para las proyecciones de nuestro cerebro del universo, no el universo en sí. La ciencia está estancada pensando en términos de espacio y tiempo, en lugar de una visión más amplia.
En su teoría, la conciencia no se crea físicamente. Es algo que no podemos ver. Tal vez sea materia oscura, tal vez algo completamente distinto, pero la conciencia se basa en la “red consciente”; básicamente, nuestros cerebros actúan como interfaces para esto. La conciencia llega a nosotros y, cuando morimos, permanece potencialmente en la red consciente.
Hoffman sugiere que la conciencia explora posibilidades infinitas, pero que estamos limitados por nuestras percepciones humanas, como la capacidad de imaginar solo unas pocas dimensiones o colores. Cree que al tratar de comprender esta «herramienta de visualización» más profundamente, podemos expandir nuestras mentes y acercarnos a la comprensión de la verdadera naturaleza de la conciencia y la realidad, que está mucho más allá de lo que podemos imaginar actualmente.
Donald Hoffman cree que el espacio-tiempo (la idea del tiempo y el espacio tal como los conocemos) no es la realidad más básica, sino que hay algo más fundamental. Distingue sus ideas de las de otros, como Nick Bostrom, que apoyan la teoría de la simulación.
Hoffman explica que, si bien ambos puntos de vista coinciden en que lo que experimentamos no es la verdad completa (es como una simulación o un casco), Bostrom y otros creen que el espacio-tiempo y las leyes físicas siguen siendo fundamentales. Piensan que la conciencia puede surgir de un programa informático creado por un programador. En su opinión, un programador en un mundo diferente diseña una simulación donde la potencia y los algoritmos del ordenador crean seres conscientes, como los humanos.
Sin embargo, Hoffman no está de acuerdo con esto. No cree que el espacio-tiempo sea fundamental y rechaza la idea de que los programas informáticos puedan crear conciencia.
Sostiene que ninguna teoría ha demostrado que la conciencia proviene de procesos computacionales o neuronales. Cuestiona la idea de que cualquier tipo de algoritmo pueda explicar la conciencia y dice que ninguna de las teorías actuales puede explicar una experiencia consciente específica, como probar menta o escuchar una trompeta. Según Hoffman, nadie ha explicado aún cómo estas experiencias pueden provenir de un proceso computacional.
También está en desacuerdo con la idea de que las neuronas y la actividad cerebral son fundamentales para la conciencia. Cree que el cerebro físico es sólo un “auricular” o proyección de una realidad más profunda que existe fuera del espacio-tiempo.
Hoffman no está en contra de la investigación en neurociencia; de hecho, cree que necesitamos más financiación para ella porque el verdadero desafío es descubrir la realidad más compleja detrás de las neuronas del cerebro.
Hoffman explica que nuestros sentidos no evolucionaron para mostrarnos la verdad, sino para ayudarnos a sobrevivir y reproducirnos. Para explicarlo, utiliza la idea de las “recompensas de la aptitud”, es decir, los beneficios que obtenemos de las conductas y percepciones que nos ayudan a vivir y reproducirnos mejor.
Hoffman propone que la naturaleza fundamental de la realidad consiste en “agentes conscientes” que interactúan entre sí. Estos agentes son los componentes básicos de todo lo que experimentamos y sus interacciones crean la realidad que percibimos.
Para sustentar su teoría, Hoffman ha desarrollado un modelo matemático que describe cómo interactúan estos agentes conscientes. Este modelo pretende tender un puente entre las experiencias subjetivas y la realidad objetiva, proporcionando un nuevo marco para comprender la conciencia.
Donald Hoffman dice que, si bien las matemáticas son poderosas y pueden demostrar muchas cosas, solo cubren una pequeña parte de la verdadera realidad. Cree que, si bien las matemáticas pueden brindar conocimientos profundos, siguen siendo solo una pequeña fracción del panorama general, que está mucho más allá de lo que podemos comprender con la ciencia o las matemáticas.
Utiliza el ejemplo del teorema de incompletitud de Gödel para demostrar que siempre hay más por explorar de lo que la ciencia y las matemáticas pueden explicar. Hoffman sugiere que esta constatación es como una llamada de atención: no somos sólo las proyecciones o avatares que experimentamos en el mundo; la verdadera realidad es mucho más compleja e infinita. Anima a hacer ciencia y matemáticas, pero nos recuerda que estas son limitadas para comprender la naturaleza completa de la realidad.
“Sólo podemos imaginar las reacciones iniciales, hace siglos, ante los primeros pronunciamientos de que la Tierra no es plana y que las estrellas no están cerca, que la Tierra no es el centro del universo y que el Sol no gira alrededor de la Tierra. La reacción fue de incredulidad generalizada. Ahora sabemos que esas personas sensatas simplemente sufrían de la falacia de la cosificación, confundiendo aspectos de la forma en que las cosas se veían ante ellos con representaciones verdaderas del mundo objetivo”.
“La suposición del fisicalismo, es decir, que el mundo objetivo está formado por átomos, rocas, cerebros y estrellas, es, de manera similar, simplemente la consecuencia de la falacia de la reificación. Pero esta suposición fisicalista nos resulta muy querida. La creemos desde la infancia sin instrucción formal”.
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