Este niño afirma haber vivido en una colonia de la Atlántida en Egipto hace 12.000 años, fundada por seres de otros mundos
4 enero, 2025Matias De Stefano dijo que vivió en una colonia de la Atlántida en Egipto hace 12.000 años en su vida pasada y que la Atlántida fue fundada por seres de otros mundos hace 30.000 años. Sugiere que todas las vidas pasadas ocurren simultáneamente, ya que todo es parte de un organismo singular. Comenzó a recordar su vida pasada como atlante a la edad de 12 años. Compartió sus dibujos y recuerdos con su madre, describiendo la vida en una colonia de la Atlántida en Egipto hace 12.000 años. Según él, la Atlántida fue fundada por seres de otros mundos hace 30.000 años.
Matías De Stefano es un reconocido autor, orador y maestro, reconocido por sus profundos conocimientos sobre la conciencia, la espiritualidad y la conexión de todo lo que existe en el universo. Comparte una visión única de la realidad y explica cómo podemos crear nuestras propias vidas. Su filosofía se llama “Ater Tumti” (El Cielo en la Tierra), que muestra cómo podemos tomar el control de nuestra realidad y aprender a trascenderla.
Nacido el 12 de noviembre de 1987 en Venado Tuerto, Argentina, De Stefano comenzó su viaje de autodescubrimiento a temprana edad. Desde los tres años, ha tenido recuerdos vívidos de vidas pasadas y un profundo conocimiento del universo. Desde los 12 a los 18 años, pudo ver Seres Etéricos, lo que le provocó visiones intensas, recuerdos de vidas pasadas en culturas antiguas y dolorosos dolores de cabeza. Para comprender lo que le estaba sucediendo, comenzó a buscar respuestas a través de los Registros Akáshicos y su entorno.
Matías comenzó a comunicarse con sus guías espirituales a una edad temprana cuando comenzó a recordar vidas pasadas, incluida una en una antigua colonia atlante llamada Kehm y otra en un planeta distante llamado Gludok en el sistema estelar Canis Major.
Él cree que estos recuerdos lo ayudan a comprender su misión actual: traer el cielo a la Tierra, un concepto conocido como Ater Tumti en la lengua atlante. Matías ha inspirado a miles de personas a unirse a sus esfuerzos para sanar nuestro planeta.
Ha viajado a más de 40 países, visitando lugares clave para “desbloquear” portales de energía y activar los chakras de la Tierra. Según Matías, estos portales aumentan el flujo de energía para todo lo que hay en el planeta, no solo para los humanos, sino para todos los seres vivos.
La misión de Matías no es nueva. Dice que comenzó hace más de 12.000 años, durante la Era de Leo. Hoy, está profundamente comprometido con este camino espiritual y comparte su mensaje con todo aquel que esté dispuesto a escucharlo, aunque su viaje no siempre ha sido fácil.
A los 23 años, mientras daba una charla en España, de repente olvidó todo lo que estaba diciendo. Se dio cuenta de que ésta era la forma que tenían sus guías de despejar su mente para recibir nuevos mensajes. Poco después, le dijeron que el 11 de noviembre de 2011 (11/11/11) necesitaba preparar una reunión para cambiar la energía en un lugar específico. Esto lo impulsó a emprender un desafiante viaje interior y exterior, que lo llevó al siguiente paso de su misión, uno que casi le costó la vida.
Descargo de responsabilidad : Esta historia se basa en las experiencias y creencias de Matías De Stefano. Refleja su viaje espiritual personal y sus perspectivas metafísicas.
Matías dice que la historia de la Atlántida está profundamente arraigada en el subconsciente colectivo de la humanidad porque representa el comienzo de nuestra civilización actual. Afirma recordar su vida en una colonia atlante, donde aprendió sobre la Atlántida a través de historias que le contó su abuelo en esa vida.
Según Matías, los atlantes eran una mezcla de seres de las estrellas y la Tierra, a menudo llamados Anunnaki, gigantes que se establecieron en el Medio Oriente.
Los Anunnaki crearon una civilización teniendo hijos con humanos, en parte para ayudar a su especie a trascender, ya que su planeta se estaba muriendo. Algunos Anunnaki trataban a los humanos como iguales, mientras que otros los usaban como esclavos para extraer minerales necesarios para la supervivencia.
Matías relata que el dios griego Poseidón, a quien conocía como Stalin en su memoria, era un Anunnaki que protegió a 12 niños de linaje mixto. Poseidón los alejó de los Anunnaki que los dominaban en el Medio Oriente, estableciéndolos cerca del Océano Atlántico, donde fundaron las 12 familias de la Atlántida.
Añade que la Atlántida estaba dividida en 12 regiones, cada una de ellas gestionada por estas familias, que no eran gobernantes sino guías. Poseían el conocimiento de las estrellas y lo transmitían, codificado en su linaje, para mantener la sabiduría cósmica y el equilibrio espiritual. La cultura atlante, como recuerda Matías, se centraba en que la humanidad mirara más allá de la Tierra y hacia las estrellas.
Matias también sugiere que los Anunnaki y otros seres estelares eran parte de un experimento universal más grande. Ni siquiera ellos comprendían del todo su papel en la creación de la humanidad. La Atlántida, según él, jugó un papel crucial en el establecimiento de las bases para el despertar y la conciencia humana, e invita a explorar las conexiones entre estos ancestros cósmicos, la Atlántida y los orígenes de la civilización humana.
Según Matias, la creación de las razas fue parte de un proceso evolutivo más amplio impulsado por fuerzas cósmicas. Describe la sexta dimensión como crucial porque forma la base de toda la vida en el universo, representada por el patrón de seis esferas de la “Flor de la Vida”. Esta estructura geométrica es fundamental para el diseño de los seres vivos y refleja cómo el agua se cristaliza en formas de seis lados.
En la sexta dimensión, el tiempo y el espacio interactúan, dividiéndose en seis patrones de tiempo y seis partes de espacio, creando 12 fuerzas o seres fundamentales, a los que se hace referencia como los “Elohim”. Estos Elohim son los arquitectos del universo y supervisan la creación de vida en diferentes dimensiones, incluidas la tercera, la cuarta y la quinta. Aunque a menudo se los visualiza como figuras angelicales o de apariencia humana, Matias describe a los Elohim como entidades esféricas masivas que se dividen y multiplican, similares a las células en el útero de una madre, para iniciar la vida y la creación.
Matías ve a los Elohim como las fuerzas primordiales o “semillas de vida” que ayudan a dar forma al universo y su viaje evolutivo.
Matías explica que los Elohim, que comenzaron como enormes seres esféricos, se dividieron en miles de células, cada una de las cuales se convirtió en la fuente de vida de varias entidades. Cada uno de nosotros se origina de uno de estos Elohim. Con el tiempo, estos Elohim se separaron en diferentes frecuencias y vibraciones, que se convirtieron en “razas” o rayos de luz distintos en el universo. Estos rayos, vistos como colores que llenan el cosmos, dieron lugar al concepto de Arcángeles, otro nombre para los Elohim en diferentes formas vibratorias.
Matías compara este proceso con la antigua idea griega de Cronos, el dios del tiempo, cuya descendencia surgió de las divisiones de su propio cuerpo. De manera similar, los Elohim crearon la vida, las especies y las realidades en la tercera dimensión a partir de su propia esencia. El propósito de esta creación era que el universo se explorara a sí mismo a través de la evolución y experimentara diferentes aspectos de su propia existencia.
Inicialmente, los Elohim existieron como vibraciones y ondas a través del tiempo, pero con el tiempo tomaron formas geométricas, dando origen a seres vivos en la realidad espacial del universo. Estas creaciones no fueron inmediatas, sino el resultado de miles de millones de años de evolución, con la humanidad como producto final.
Los primeros seres que crearon los Elohim no eran especies como las conocemos hoy en día, sino entidades diseñadas para gobernar los cuatro elementos fundamentales del universo: agua, tierra (minerales), fuego y aire (gas). Estos elementos sirven como bloques de construcción para toda la vida y las realidades en la tercera dimensión.
Matías explica que las primeras formas de vida en el universo fueron moldeadas por los cuatro elementos: gas, fuego, minerales y agua. Los diferentes planetas crearon vida a partir de estos elementos. Por ejemplo, las formas de vida podían surgir del gas o del fuego, mientras que la vida terrestre provenía de los minerales y el agua. De estos, las bacterias fueron las más cruciales para construir la base de todas las demás especies.
El “quinto cuerpo”, el cuerpo etéreo, conecta todo. Contiene la memoria y la conciencia de todos los seres, vinculándolos a la energía del alma, que fluye a través de todas las especies. Las primeras especies hechas de fuego y gas desarrollaron formas y conciencias distintas. Estos seres vivían en soles y planetas gaseosos, como Júpiter y Saturno, pero son tan fundamentalmente diferentes de los humanos que la comunicación solo sería posible si fuéramos “Elementales”, seres ligados a las mismas fuerzas elementales.
A medida que la vida basada en minerales y agua evolucionó, las energías etéreas se combinaron con el agua para crear los primeros seres conscientes en este contexto. Estos seres incluyen especies muy avanzadas como los Pleyadianos. Están conectados con la creación del agua del universo y existían en dimensiones que les permitieron integrar la energía del fuego y el agua. Cuando el agua apareció en la Tierra hace unos 4.600 millones de años, se debió a una colisión masiva entre la Tierra primitiva y un objeto similar a la Luna. Este impacto creó el Océano Pacífico e introdujo rocas portadoras de hidrógeno, que, en las condiciones adecuadas, formó el agua de la Tierra.
Matías menciona que este proceso no fue guiado por una organización superior, como una “Confederación”, sino por las fuerzas de la sexta dimensión. Destaca que la destrucción y el caos en el universo fueron necesarios para crear nuevas realidades, incluidas las semillas de la vida en la Tierra.
Matías explica cómo los patrones de la sexta dimensión se conectaban con la tercera dimensión (espacio) a través de la cuarta dimensión (tiempo). El proceso requería que los seres existieran primero en la cuarta dimensión, lo que les permitía desarrollar la autoconciencia y experimentar la vida a través de cuatro etapas: expresión, experimentación, integración y trascendencia.
Un desafío clave surgió porque los seres creados en la cuarta dimensión vivían eternamente en la misma forma, con la misma personalidad y conocimiento. Esta existencia inmutable obstaculizaba su capacidad de crecer y explorar nuevas formas de entender el universo. Para resolver esto, se introdujo la muerte. La muerte permitió a estos seres terminar un ciclo de existencia y comenzar de nuevo, lo que permitió la evolución y una mayor adaptabilidad.
Este nuevo sistema vinculaba la expresión al nacimiento, la experimentación a la procreación, la integración al envejecimiento y la trascendencia a la muerte. Al morir, los seres de la cuarta dimensión podían crear vida en la tercera dimensión, utilizando la muerte como herramienta para poner fin a una perspectiva y comenzar otra. Este cambio hizo que el aprendizaje y la adaptación fueran más dinámicos y permitió una mayor diversidad de experiencias.
Matías destaca que este proceso evolutivo nos conecta profundamente con el agua. Las especies acuáticas descubrieron que al cambiar su forma manteniendo su esencia, podían adaptarse mejor e intercambiar información con el universo. Esta capacidad de transformación aseguró su supervivencia y crecimiento. La humanidad, como parte de este linaje evolutivo, refleja este principio: mientras evolucionamos y cambiamos externamente, nuestro núcleo permanece constante. En esencia, somos como el agua: siempre cambiantes en forma, pero eternos en naturaleza.
Matías explica que el agua es la clave para crear y dar forma a la vida, ya que puede transportar y almacenar información. Sin embargo, para que el agua exprese esta información en diversas formas, necesita minerales que le den estructura. A lo largo de la historia de la galaxia, los minerales condicionaron el agua para capturar y retener información de varias partes del universo y del planeta. Seres de otras dimensiones o planetas también utilizaron minerales para dar forma al agua en estructuras que pudieran contener y transmitir su conocimiento a través del tiempo y el espacio.
La espiral de ADN, creada por el universo, sirve como un recipiente para almacenar esta información dentro de las células, de manera similar a cómo los planetas albergan vida. Matias dice que las especies inteligentes, incluidos los humanos, a menudo se consideran creadas por seres extraterrestres, lo cual es cierto, pero no en el sentido simplista de que los extraterrestres llegan y crean nuevas formas de vida desde cero. En cambio, estos seres pasaron millones de años estudiando la Tierra para comprender sus sistemas, de manera similar a cómo el sistema inmunológico humano rechaza las entidades extrañas que no reconoce.
El proceso comenzó en el agua, donde seres extraterrestres probaron la fusión de información —a través del ADN y la sangre— con organismos terrestres. Con el tiempo, identificaron a la ballena como el ser más sabio y adecuado para albergar grandes cantidades de información. Los intentos de cruzar seres que habitan en el agua con especies terrestres, incluidos mamíferos, aves y reptiles, no siempre tuvieron éxito. Los primeros experimentos crearon prototipos de seres como gatos y reptiles, pero no alcanzaron el resultado deseado.
Finalmente, seres extraterrestres observaron el progreso evolutivo de los homínidos en África. Estos seres reconocieron que los homínidos estaban especialmente capacitados para recibir e integrar información de dimensiones superiores, lo que los convertía en candidatos ideales para ayudar al planeta a alcanzar una mayor conciencia. Los extraterrestres no modificaron a los homínidos al azar, sino que los eligieron porque ya estaban evolucionando hacia una conciencia superior.
A medida que el clima fue cambiando, estos seres seleccionaron homínidos de regiones como Sudáfrica, Congo, Egipto, Arabia, Oriente Medio e India. Guiaron su desarrollo en lugares remotos como islas para protegerlos y prepararlos. A través de este proceso, nacieron los primeros humanos, con diferentes prototipos creados y probados para ver cuáles podían fusionarse mejor con los humanos existentes y adaptarse a las necesidades del planeta.
Matías explica que la diversidad y la composición genética de la humanidad fueron diseñadas intencionalmente para servir como depósito de información universal. Afirma que ciertas especies, como los Arcturianos, contribuyeron a crear y dar forma a la genética humana al interactuar directamente con los humanos, incluso a través de la reproducción, en lugar de realizar experimentos de laboratorio. Este proceso aseguró que los humanos se convirtieran en una especie capaz de albergar diversos conocimientos y conciencias esenciales para el desarrollo de la Tierra.
Describe cómo seres de otros lugares combinaron su genética con la de los humanos, no solo para crear nuevos rasgos, sino para portar diferentes tipos de información dentro de la especie humana. Entre las diversas especies que se pusieron a prueba para determinar su capacidad de supervivencia en la Tierra, el Homo sapiens sapiens demostró ser el más adaptable, en gran medida debido a sus similitudes con los Arcturianos. Esta compatibilidad hizo que los humanos fueran la especie elegida para portar la conciencia y contribuir al plan universal más amplio.
Matias destaca que la diversidad de razas humanas juega un papel fundamental en el propósito de la humanidad. Esta diversidad permite a la especie reunir una amplia gama de información y adaptarse a condiciones variables. También prepara a los humanos para su eventual expansión más allá de la Tierra, donde están destinados a poblar y adaptarse a la vida en otras partes de la galaxia. Explica que las diferencias entre las razas humanas sirven para almacenar una gama más amplia de datos y perspectivas, que son necesarios para este futuro.
El número 33 tiene un gran significado en este proceso. Representa la alineación y la iluminación, así como la conexión entre la mente, el cuerpo y las emociones. Matías explica que los humanos tienen 33 vértebras en la columna vertebral, que corresponden a 33 códigos o nodos energéticos en la Tierra. Estos códigos también están vinculados a 33 linajes genéticos distintos que integran el conocimiento colectivo de 22 razas extraterrestres, junto con los aportes de la Tierra. Esta alineación permite a los humanos acceder y canalizar la sabiduría universal.
La humanidad ha sido seleccionada para actuar como un “jardín de la galaxia”, un centro donde convergen la información genética y cósmica. Este papel capacita a la humanidad para expandirse por la galaxia, colonizar planetas como Marte y Júpiter y, finalmente, llegar a sistemas estelares como Sirio y las Pléyades. Matias afirma que la diversidad de la humanidad y el conocimiento incorporado la hacen especialmente adecuada para este destino.
A medida que los humanos evolucionan y se alinean más, la sabiduría de su ADN se liberará, lo que les permitirá interactuar con la galaxia como una especie unificada e iluminada. Matias subraya que la humanidad tiene el potencial para la iluminación tanto individual como colectiva, con un papel en el cosmos que se extiende mucho más allá de los confines de la Tierra.
Las vidas pasadas ocurren simultáneamente, ya que todo es parte de un organismo singular.
Matías explica que lo que percibimos como vidas pasadas no son eventos separados en el tiempo sino más bien conexiones con piezas específicas de información que existen en otra frecuencia. Sugiere que todas las vidas pasadas ocurren simultáneamente, ya que todo es parte de un organismo singular.
Compara esta idea con el cuerpo humano, donde cada célula representa a una persona individual. Cada célula contiene la misma información genética pero se especializa en cumplir una función específica dentro de un órgano. De manera similar, cada persona posee el mismo conocimiento universal pero se concentra en un papel particular en el organismo colectivo de la humanidad. Esta especialización impide que los individuos recuerden todo, ya que al hacerlo se podría crear confusión sobre su propósito.
Por lo tanto, olvidar vidas pasadas o el conocimiento universal es intencional: permite que las personas se concentren en sus roles específicos. Sin embargo, algunas personas, como Matías y otras, actúan como la red neuronal o el sistema nervioso del cuerpo colectivo, comunicándose y recordando a los demás sus propósitos. Estos individuos sirven como las conexiones o pulsos que ayudan al resto de las “células” a comprender sus roles y mantenerse alineadas con el organismo mayor.
Matias enfatiza que la variación en la memoria o conciencia entre las personas se debe a las tareas únicas que cada uno ha sido diseñado para cumplir dentro de este sistema interconectado.