La vara de Dios, conoce el arma Thor
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Un experto en defensa describe un innovador concepto de arma espacial que ha capturado la atención de la Fuerza Aérea de EE.UU. durante años debido a su capacidad para atacar objetivos profundamente ubicados en territorios enemigos con una precisión devastadora.
El bombardeo cinético es una técnica de ataque orbital que implica el lanzamiento de proyectiles no explosivos desde el espacio hacia la superficie terrestre. La energía destructiva de estos proyectiles proviene de la energía cinética liberada durante el impacto, que se incrementa significativamente debido a la alta velocidad alcanzada durante la reentrada atmosférica.
La idea consiste en enviar grandes objetos al espacio, colocarlos en órbita alrededor de la Tierra y, cuando sea necesario, lanzarlos de vuelta a la superficie a velocidades extremas. Este impacto tendría la fuerza de una bomba nuclear, pero sin la radiación perjudicial, transformando los objetivos en cráteres. Este sistema de armas, conocido como ‘Varas de Dios’ (Rods From God), ha sido objeto de interés y especulación entre los expertos militares y analistas de defensa, como lo explica Lee Ferran en su artículo para RealClearLife.
¿En qué consiste?
La idea fue creada en la década de 1950 por un escritor de ciencia ficción y experto en armas espaciales, Jerry Pournelle, quien llamó al hipotético sistema ‘Thor’ y consideró curioso que “la gente lo redescubriera periódicamente”.
Uno de estos redescubrimientos se produjo en 2002, cuando el centro de investigación militar RAND analizó en profundidad este concepto en un estudio sobre armas espaciales. Los analistas señalaron entonces que la idea sería “hacer un vehículo de reentrada pequeño, sólido, largo y estrecho, a partir de un material de alta densidad”, como, por ejemplo, “una varilla de tungsteno de 1 [metro] de largo y un peso de alrededor de 100 [kilogramos]”.
RAND explicaba que el objeto debía ser lo suficientemente grande para sobrevivir al incendio que se produce al pasar a través de la atmósfera terrestre, pero “preferiblemente” lo suficientemente pequeño para no causar una “extinción masiva”.
El estudio también indicaba que “debido a su velocidad extremadamente alta, es muy difícil defenderse de estas armas durante su breve tránsito a través de la atmósfera y, por lo tanto, podrían ser particularmente interesantes contra objetivos fuertemente defendidos”. Por otro lado, advertía que otras naciones también podrían buscar este tipo de armas para contrarrestar el dominio convencional de EE.UU.
Un año después del estudio de RAND, en 2003, la Fuerza Aérea de EE.UU. mencionó los “paquetes de barras de hipervelocidad” –como un concepto de sistema futuro– en un documento de estrategia en el que precisaba que estas “proporcionarían la capacidad de golpear desde el espacio objetivos terrestres en cualquier parte del mundo”.
¿Por qué aún no las hay?
Ferran sostiene que existen “bastantes razones” para que en la órbita aún no haya decenas de satélites “repletos de barras de tungsteno, esperando a convertir en cráteres los búnkeres profundamente enterrados”.
En primer lugar, recuerda que según otro análisis distribuido en 2012 por el Centro de Información Técnica de Defensa (DTIC) del Ejército, “para mantener la velocidad, su maniobrabilidad y la ventana de objetivos, están severamente limitadas”.
Además, tendrían “un alcance de objetivos muy limitado en un momento dado”, por lo que un sistema efectivo requeriría de “una gran cantidad de satélites en capacidad de atacar objetivos en cualquier parte del mundo en un tiempo razonable”, lo que aumentaría el costo ya significativo de llevar tales armas al espacio.
Por otro lado, según el estudio de RAND, el combustible necesario para emplazar y desorbitar estas ‘barras’ podría tener una masa “aproximadamente 50 veces mayor” que la de las propias armas.
¿Y por qué no dejan esa idea?
La razón por la que los expertos siguen discutiendo el concepto es que el Ejército de EE.UU. “se dio cuenta hace mucho tiempo de que el dominio en el espacio y la posibilidad de amenazar a cualquier parte de la Tierra desde el cosmos es un nuevo Santo Grial en la estrategia militar y geopolítica”, enfatiza el autor del artículo.
De hecho, un estudio de la Fuerza Aérea, realizado en 2006, constataba que “los sistemas de ataque espacial podrían alcanzar con impunidad objetivos estratégicos y tácticos en lo profundo de los países, lo que provocaría efectos coercitivos sin precedentes”.
La defensa contra este tipo de arma es extremadamente complicada debido a la alta velocidad de impacto y la pequeña sección visible en el radar. Además, el lanzamiento es difícil de detectar, ya que la señal infrarroja es mucho más débil que la de un misil balístico
“Si las ‘Varas de Dios’ pueden hacer que eso suceda, lo más probable es que el Ejército de EE.UU. esté recogiendo su tungsteno“, asegura Ferran, para concluir que solo falta que alguien “haga funcionar esos láseres espaciales”.