La increíble historia de Anatoli Bugorski: sobrevivir a un haz de protones

¿Alguna vez te has preguntado qué pasaría si metieras la cabeza dentro de un acelerador de partículas? ¿No? Bueno, tampoco Anatoli Bugorski, pero se enteró de todos modos. Y vivió para contarlo.

Anatoli Bugorski fue un físico de partículas ruso que trabajó en el sincrotrón U-70, el acelerador de partículas más grande de la Unión Soviética, en 1978.

Un día, estaba revisando un equipo que funcionaba mal cuando accidentalmente se inclinó sobre la trayectoria del haz y fue electrocutado por un haz de protones de 76 GeV. Eso es unas 200.000 veces más potente que una radiografía dental.

Podrías pensar que tal encuentro vaporizaría instantáneamente su cabeza, o al menos lo convertiría en un supervillano con poderes de control mental. Pero, sorprendentemente, Bugorski no sintió dolor y solo vio un destello de luz «más brillante que mil soles».

Ni siquiera se dio cuenta de lo que había sucedido hasta que notó que su rostro estaba hinchado y descamado.

Se apresuró a ir a un hospital en Moscú donde los médicos esperaban que muriera en cuestión de días por envenenamiento por radiación. Pero Bugorski desafió todas las probabilidades y sobrevivió.

Anatoli no experimentó dolor, por lo que no se dio cuenta del accidente hasta horas después, cuando su rostro comenzó a hincharse y quedar parcialmente paralizado.

Sin embargo, sufrió algunos efectos secundarios graves: perdió la audición en el oído izquierdo, la mitad izquierda de la cara estaba paralizada y tenía convulsiones frecuentes. Pero su inteligencia se mantuvo intacta e incluso completó su doctorado y continuó trabajando como físico.

¿Cómo logró engañar a la muerte? Bueno, hay varios factores que pueden haber contribuido a su supervivencia. En primer lugar, el haz de protones era muy estrecho y enfocado, por lo que solo dañó una pequeña área de su cerebro y salvó sus órganos vitales.

En segundo lugar, el rayo se movía tan rápido que no tuvo tiempo de depositar mucha energía en sus tejidos. En tercer lugar, Bugorski recibió atención médica inmediata y cuidados que lo ayudaron a recuperarse.

Sufre las siguientes secuelas:

– El lado izquierdo de su rostro está paralizado, dándole a esa parte de sus facciones una apariencia perpetuamente juvenil desde que ocurrió el incidente hace 42 años.
– Perdió la audición en su oído izquierdo y ahora experimenta tinnitus constante.
– Ha experimentado al menos seis convulsiones de gran mal.
– Continúa experimentando convulsiones periódicas de petit mal.

Por supuesto, esto no significa que debas probar esto en casa (o en cualquier otro lugar). Ser golpeado por un haz de protones es extremadamente peligroso y puede causar quemaduras graves por radiación, cáncer o la muerte. Bugorski tuvo mucha suerte (o mala suerte) de experimentar tal evento y vivir para contarlo.

Debido a la política de la nación de mantener el secreto, particularmente con temas relacionados con la energía nuclear (que más tarde serían un factor importante detrás del peor desastre nuclear del mundo, la explosión de Chernobyl en 1986), Bugorski no habló públicamente sobre el accidente durante más de una década.

También se convirtió en una especie de celebridad entre los científicos de radiación que lo estudiaron durante años después del accidente. Fue apodado “el hombre que vio la luz” por algunos medios de comunicación.

También tenía un recuerdo inusual: una imagen de rayos X de su cráneo que mostraba la trayectoria del haz de protones a través de su cerebro.

La historia de Bugorski es uno de esos raros casos en los que la realidad supera a la ficción. Nos muestra cuán impredecible puede ser la vida y cuán resilientes pueden ser los humanos al enfrentar la adversidad. También nos recuerda que no debemos meter la cabeza en lugares a los que no pertenecen.

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