La momia de Rosalía Lombarda
Ella es conocida bajo varios alias: la doncella del féretro transparente, la princesa en reposo eterno, la momia más encantadora y la más impecablemente preservada. Con su deceso, se transformó en una entidad más imponente que la existencia misma. Anualmente, incontables visitantes peregrinan a las catacumbas sicilianas solo para contemplar su frágil figura.
Transcurridos casi un siglo desde su fallecimiento, Rosalía Lombardo permanece casi intacta. Atrapada en su diminuto sarcófago de cristal, yace en un sueño eterno, su rostro emergiendo sobre un tapiz de seda desteñido. Su cabello dorado aún enmarca su rostro, y un cintillo de seda sigue adornando su frente. El tiempo solo ha dejado su huella en un relicario de la Virgen María, ahora corroído y apenas distinguible, que descansa sobre su cobija.
A lo largo de los cien años que han pasado desde su muerte en 1920, la historia de Rosalía se ha entrelazado con el folclore de Sicilia. Cuentan de una niña nacida frágil y delicada, que enfrentó más adversidades y dolencias en su breve existencia que muchos en toda su vida. Su temprano deceso a la edad de dos años sumió a su padre en la desolación. Desesperado por no perderla, recurrió al embalsamador Alfredo Salafia, quien logró preservarla para la posteridad. El resultado fue un prodigio. Por medio del método de Salafia, Rosalía fue conservada a la perfección. Acorde a su nueva condición de inmortal, fue depositada en un ataúd de cristal y sepultada en las Catacumbas Capuchinas de Sicilia.
La realidad sobre la existencia de Rosalía se ha diluido con el tiempo. Algunos relatan que era la descendiente de un acaudalado aristócrata siciliano, un general del ejército italiano llamado Mario Lombardo. El general, según los relatos, anhelaba inmortalizar a su querida hija y, por ende, solicitó los servicios de Salafia para su embalsamamiento. No existen retratos de Rosalía en vida, ni documentos oficiales que corroboren la identidad de sus progenitores.
El embalsamador Salafia ejecutó el procedimiento que inmortalizaría a Rosalía. Durante décadas, la receta exacta permaneció oculta, perdida junto a Salafia en su tumba. No fue sino hasta 2009 que un antropólogo, Dario Piombino-Mascali, descubrió la fórmula secreta a través de los herederos de Salafia. La mezcla contenía formol, sales de zinc, alcohol, ácido salicílico y glicerina. El alcohol y las condiciones ambientales de las catacumbas habrían desecado su cuerpo, la glicerina permitió su momificación y el ácido salicílico evitó la formación de hongos. El componente crucial fue el zinc, que petrificó el cuerpo, transformándolo en una figura cerosa.
La momia de Rosalía simboliza nuestra fascinación colectiva con la muerte. Su cuerpo atrae más visitantes que cualquier otra momia en las catacumbas. A lo largo de los años, Rosalía ha inspirado a numerosos creadores y artistas.
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